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Claudio Tolcachir dice que el teatro es terrorismo contra el prejuicio

Claudio Tolcachir dice que el teatro es terrorismo contra el prejuicio

EFE

Madrid —

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El teatro es terrorismo contra el prejuicio, sostiene el argentino Claudio Tolcachir sobre un arte que eligió porque le permite indagar en el ser humano. Su primera obra como autor, “Emilia”, que también dirige, se estrena el día 9 en Madrid precedida de un gran éxito tanto en su país como en España.

“Emilia”, la historia de una niñera que se reencuentra después de muchos años con el muchacho al que ella cuidó como si fuera un hijo, se estrenó en abril en Buenos Aires con la compañía “de cabecera” de Tolcachir y luego, con el elenco español, que encabezan Gloria Muñoz y Malena Alterio, en Avilés (Oviedo), el pasado octubre.

Tanto la gira por Argentina como por España ha funcionado como todo lo que firma Tolcachir, un “joven” de 38 años que vive por y para el teatro, sin esperar otra recompensa material que la “reacción química” que producen sus “fórmulas magistrales”, llámense estas “La familia Coleman” o “Todos eran mis hijos”.

“No soy 'mileurista', sino un ingenioso que lleva desde los 17 años viviendo solo y buscándose con ansiedad el laburo (trabajo)”, bromea en una entrevista con Efe el director y dramaturgo.

Su primera obra como autor, que le ha llevado dos años de escritura, llega tras “Todos eran mis hijos”, también protagonizada por Muñoz, y la compañía está “feliz” contando la peripecia de una mujer que cría hasta la adolescencia a un chaval que acaba convirtiéndose en lo más importante que le ha pasado en la vida.

Cuando se vuelven a encontrar, ella vive en la calle y necesita mucha ayuda pero él, anclado en un esquema mental de que solo se obtiene amor si se paga por el, no quiere asumir lo que está ocurriendo.

“Es una historia de personajes, de actores. Me encantan los seres contradictorios, que se niegan y se afirman, que se conectan y desconectan de la realidad”, resume.

Una constante de su teatro es que sus personajes, revela, lo hacen “todo mal” y no porque eso sea una especie “transferencia” de su ego: “soy EL argentino que nunca ha ido a terapia y eso que me dicen, cuando analizan mis obras, que soy un experto lacaniano”, se ríe.

“Qué aburrida una obra con gente que todo lo hace bien... Escribir mis personaje es sanador porque busco en mis propios quilombos (problemas), miedos e incapacidades. Todo lo que hacen peor lo hacen desde lo mejor que pueden y saben y eso me hace quererlos”, defiende.

Para la versión española de “Emilia”, que se estrenará en los Teatros del Canal de Madrid, no solo cuenta con un elenco nacional sino que ha reescrito la forma de hablar: “dirigir la misma obra cambiando actores y espacios es muy raro. Son muy diferentes y eso se nota en el color general de la obra”.

Lo más importante, dice, es generar un sistema de comunicación entre los actores.

Su forma de dirigir es “no dar muchas certezas ni soluciones”, que sean los protagonistas los que desde la confianza y el riesgo se lancen a jugar con el texto y busquen, por encima de todo, “el milagro de la comunicación” para que el espectador vea que “ahí está pasando algo”.

“En teatro lo más fácil es resolver, lo difícil es darle alma. Lo más divertido de ensayar es descubrir lo que hay detrás del personaje, cuestionarlo, darle la vuelta. Si a un personaje dominador le llenas de inseguridades saldrá algo muy bueno, pero sí subrayas su carácter no habrá mucho más”.

El teatro que él hace, apunta, es divertido pero como contrario al aburrimiento, con el objetivo de “atrapar, conmover y mantener tensa en la audiencia”.

El elenco argentino viajará con “Emilia”, después de haberlo hecho a Brasil, a Chile, Italia y Francia y a él le encantaría hacer “alguna travesura” como encontrarse en algún festival con el español y hacer “intercambio de parejas” que, está seguro, “funcionaría muy bien”.

Ya está preparando “algo” nuevo, un texto que escribirá y dirigirá, pero no lo hará como reacción a la presión de las expectativas que siempre levantan sus trabajos sino desde la respuesta a una simple pregunta. “¿Qué tengo ganas de hacer?”, algo, asegura, muy difícil de contestar.

Por Concha Barrigós

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