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La Convención Republicana de Trump, una cuestión de buena o mala conciencia

La Convención Republicana de Trump, una cuestión de buena o mala conciencia

EFE

Washington —

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Las normas que rigen la Convención Republicana pueden tener un papel vital a la hora de permitir que aquellos que se oponen a la candidatura de Donald Trump aireen su descontento, después de cerrársele a cada giro el camino de una conspiración para frenar la imparable nominación del magnate.

Los debates del Comité de Normas de la Convención Republicana, que se celebrará desde el lunes en Cleveland (Ohio), han atraído una atención especial este año por el intento de una minoría de plasmar sobre el papel su intención de que los 2.472 delegados voten lo que dicte su conciencia y no el resultado de las primarias estatales.

Desde el siglo XIX los dos partidos mayoritarios estadounidenses -Republicano y Demócrata- se reúnen en convenciones en las que los delegados elegidos en el proceso de primarias y convenciones estatales votan por el que desean que sea su candidato a la Presidencia.

Y ese matiz, el que cede todo el poder a los delegados de cada estado para elegir candidato presidencial, es el que este año aún puede servir para que una facción importante del Partido Republicano muestre su descontento con el sorprendente ascenso de Trump desde su circo mediático y empresarial al liderazgo del partido, que controla el Congreso y la mayoría de los estados del país.

Kendal Unruh, delegada de Colorado, ha dirigido un conato de rebelión que se ha topado con, paradójicamente, el aparato del partido, que quiere una coronación pacífica después de que Trump se asegurase más de la mitad de los delegados en el proceso de primarias, poniendo punto final a meses de cábalas sobre si los republicanos estaban abocados a una convención de final abierto.

Una vez evitada una convención disputada, en la que el senador Ted Cruz fue la única alternativa viable, y de que este jueves quedase muerto el intento de Unruh de imponer una enmienda para que los delegados votasen como dictase su conciencia sin arriesgarse a ser expulsados, quedan ya pocas vías para un desplante a Trump.

Pese a que no consiguieron modificar las normas de la convención, Unruh ha insistido estos días en que los delegados tienen derecho a votar como consideren, aunque eso contradiga la voluntad de los votantes de las primarias, porque lo protege la Primera Enmienda de la Constitución y tiene precedentes en sentencias del Supremo.

Otra opción es que los delegados “anti-Trump”, que hasta junio Cruz cortejó y colocó en puestos de importancia haciendo valer su conocimiento de la maquinaria del partido, se ausenten de la primera votación el miércoles.

Si un número suficiente acudiera en masa a los baños o a los tenderetes de perritos calientes a la hora de la primera llamada al voto, podrían negar a Trump el número mágico de los 1.237 votos, forzando así una segunda vuelta en la que los delegados podrían votar libremente.

En ese caso se pasaría a una convención negociada, algo que no sucede desde 1952, y en la que habría que determinar qué otras alternativas a Trump se presentan y si éstas pueden congregar una mayoría suficiente sin provocar una rebelión aún mayor entre los partidarios del magnate de los casinos.

Esta última opción es como poco improbable, ya que el presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, lleva trabajando durante meses para reconciliar posturas, asegurarse una convención pacífica y evitar un vergonzoso espectáculo en horario de máxima audiencia.

Si todo marcha como está previsto, pese a la ausencia y el desdén de muchos de los pesos pesados republicanos por el magnate neoyorquino, Trump será proclamado candidato a presidente el próximo jueves, día 21, y el sabotaje quedará limitado a carteles, caras largas y gritos desde el graderío del Quicken Loans de Cleveland.

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