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El cierre de Dadaab: los refugiados que huyeron de Somalia tienen un precio

El cierre de Dadaab: los refugiados que huyeron de Somalia tienen un precio

EFE

Nairobi —

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El futuro de las más de 300.000 personas que huyeron de la guerra en Somalia y encontraron refugio en el campamento de Dadaab, el más grande del mundo, está sobre la mesa tras el anuncio del Gobierno de Kenia de desmantelarlo antes de noviembre y sin ningún plan concreto para hacerlo.

Justifica el cierre por cuestiones de “seguridad nacional” -dice que los terroristas se mezclan entre los refugiados para planear atentados-, y la única opción que les ofrece es volver a Somalia, país en estado de guerra por el asedio del grupo yihadista Al Shabab.

Por eso, muchos se preguntan por qué las autoridades quieren ahora, y de manera tan apresurada, expulsar a los refugiados en estas condiciones de extrema inseguridad: por intereses económicos y políticos, especialmente ahora que se avecinan elecciones presidenciales en ambos países, apuntan los expertos.

Hoy en día, los refugiados siguen llegando a este asentamiento creado en 1991 en pleno desierto, donde las temperaturas llegan a los 50 grados y las familias construyen refugios con lo que encuentran -plásticos, palos o cartones-.

Una de estas refugiadas es Habibo, que llegó con su familia cuando tenía tan solo 10 años. “Para muchos de nosotros Dadaab es nuestro hogar”, cuenta a Efe, y confiesa que viven atemorizados ante la posibilidad de que les obliguen a volver a su “peligroso” país de origen.

Mientras, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) sigue negociando con las autoridades kenianas un plan que permita el cierre sin ninguna repatriación forzosa. Y eso es imposible hacerlo antes de noviembre, insiste la ONU.

Por el momento, ha llegado a un acuerdo para intentar reducir a la mitad el campamento antes a finales de año con repatriaciones voluntarias.

“Si se les obliga a volver a Somalia habrá nuevos desplazamientos porque las condiciones de seguridad y sanitarias son extremadamente deficientes, sobre todo para los refugiados con problemas de salud crónica, como la malnutrición”, advierte a Efe la coordinadora general de MSF en Kenia, Liesbeth Aelcbrecht.

En este sentido, lamenta que las autoridades solo contemplen el cierre: “se podría reubicar en una zona más segura, lejos de la frontera somalí, e incluso integrar a los refugiados en Kenia, donde acudieron pidiendo asilo”.

Para la investigadora de Human Rights Watch (HRW) en África Laetitia Bader, el desmantelamiento de Dadaab es una estrategia política dentro de un “contexto global”, especialmente tras el acuerdo de la Unión Europea con Turquía, a la que han prometido 3.000 millones de euros a cambio de acoger a los refugiados de Siria.

“Kenia ha visto ahora una nueva oportunidad para conseguir más fondos”, explica a Efe Bader, quien pronostica que si finalmente obtiene más financiación de la comunidad internacional, contemplará otras acciones que no sean el cierre del campamento a tan corto plazo.

El año pasado ocurrió algo similar. Las amenazas del cierre se vieron apaciguadas con la visita a Nairobi del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, que prometió al Gobierno nuevos fondos para mantener los programas humanitarios en el campamento.

Las cifras son tan elevadas que una de las primeras demandas de Kenia ante la ONU ha sido una compensación económica por el impacto de haber acogido durante más de dos décadas a tantos refugiados.

Otro actor que ahora se une a esta estrategia política es el presidente de Somalia, Hassan Mohamud, que en una reciente visita a Dadaab -la primera que realiza un presidente somalí a la zona- aseguró que el regreso de los refugiados muestra que el país está progresando.

Todo apunta a que se trata de un intento de mostrar ante la comunidad internacional una normalidad ficticia en Somalia, donde las primeras elecciones democráticas en 47 años previstas para el próximo agosto se celebrarán sin sufragio universal.

La realidad al otro lado de la frontera, donde pretenden repatriar a decenas de miles de refugiados que llegaron a Dadaab con la esperanza de tener un futuro lejos de la guerra, es que Al Shabab sigue sembrando el terror en amplias zonas del sur y del centro del país.

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