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Duterte, polémico en el exterior pero adorado en Filipinas

Duterte, polémico en el exterior pero adorado en Filipinas

EFE

Manila —

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El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, se ha convertido en uno de los políticos más polémicos del panorama internacional gracias a sus exabruptos y a su violenta campaña contra las drogas, pero en su país sus compatriotas le adoran.

“Duterte es lo mejor que nos ha pasado en muchos años. Yo no le voté en su momento, pero estoy muy contento de que más de 16 millones de filipinos sí que lo hicieran”, comenta a Efe Lolito Suárez, un taxista de Manila de 54 años.

Suárez, como muchos de los filipinos, ve con buenos ojos la campaña contra las drogas iniciada por Duterte, que desde que fuera investido el pasado 30 de junio se ha cobrado la vida de más de 2.500 personas.

“La drogadicción es un problema con el que tenemos que acabar como sea y por fin tenemos un presidente que hace algo”, agrega el conductor.

Tampoco le parece mal el último incidente diplomático que Duterte provocó con EEUU, uno de los aliados más importantes de Filipinas, cuando llamó “hijo de puta” al presidente estadounidense, Barack Obama, el pasado domingo, a menos de dos días de la que hubiera sido la primera reunión entre ambos mandatarios.

“Es simplemente su forma de hablar. Obama ya ha dicho que no se lo ha tomado a mal, así que ¿cuál es el problema?”, sentencia.

Duterte, considerado en su país como un político cercano, espontáneo y con sentido del humor, cuenta con el apoyo de importantes figuras locales, como el senador y púgil Manny Pacquiao, uno de los héroes nacionales.

“Mi presidente a veces dice palabras que no agradan a la gente que está a su alrededor. Pero yo siempre apoyo a mi presidente”, opinó Pacquiao sobre el insulto de Duterte hacia Obama.

El presidente del Senado de Filipinas, Koko Pimentel, también excusó al mandatario y dijo que esa es “su forma de hablar” y agregó: “Debemos dejar a nuestro presidente que sea él mismo”.

Otros políticos, como el legislador de la cámara alta y presidente de la Cruz Roja de Filipinas, Richard Gordon, aseguraron que “no hay que fijarse en sus formas sino en lo que Duterte está intentando decir”.

Las encuestas no dejan lugar a dudas de la popularidad de Duterte, que cuenta con un 91 por ciento de apoyo de sus ciudadanos, el porcentaje más alto recibido jamás por un jefe de Estado filipino.

Pero la imagen de Duterte es muy distinta en el exterior, y en unos pocos meses de mandato ha conseguido escandalizar a la comunidad internacional con su vocabulario plagado de insultos, sus comentarios soeces y sus faltas de respeto hacia reconocidas instituciones como las Naciones Unidas.

O cuando el pasado mes de abril, durante la campaña presidencial, hizo una broma de pésimo gusto al afirmar que le hubiera gustado abusar sexualmente de una “guapa” misionera australiana que fue violada y asesinada en un motín de una cárcel en el sur de Filipinas en 1989.

Sin embargo, su intervención más polémica hasta la fecha vino el pasado lunes, cuando, en un intento de defender su polémica guerra contra las drogas, insultó abiertamente al presidente estadounidense.

“Putang ina, mumurahin kita diyan sa forum na iyan” (“hijo de puta, te maldeciré en el foro”, en tagalo), dijo Duterte sobre Obama durante una rueda de prensa, visiblemente alterado.

El mandatario ha conseguido así tensar las relaciones de Filipinas con EEUU, su aliado histórico y uno de sus principales apoyos en la disputa territorial que Manila mantiene con Pekín sobre la soberanía de varias zonas del mar de China Meridional.

No era la primera vez, sin embargo, que Duterte empleaba el calificativo; confesó que había tenido ganas de emplear exactamente el mismo exabrupto contra el papa Francisco durante la visita que este hizo a Filipinas en enero de 2015.

En alusión a los atascos callejeros provocados por la presencia del pontífice, Duterte, entonces alcalde de Davao, en el sur de Filipinas, declaró; “había tanto tráfico que me dieron ganas de decirle al papa: 'hijo de puta, lárgate a casa, no nos vuelvas a visitar'”.

Helen Cook

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