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“Fear and Desire”, la ópera prima de la que renegaba Kubrick

"Fear and Desire", la ópera prima de la que renegaba Kubrick

EFE

Madrid —

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Siempre ha existido debate sobre si realmente Kubrick hubiera estrenado tal cual llegó a los cines “Eyes Wide Shut”, su película póstuma, pero nunca existió discusión, en cambio, sobre su rechazo y boicot al que fue su debut, “Fear and Desire”, que mañana domingo “estrena” TCM a las 22 horas.

No todos los genios se estrenan con una obra maestra. John Huston, con “El halcón maltés”, Roman Polanski con “El cuchillo en el agua” o Quentin Tarantino, con “Reservoir Dogs” son más bien excepciones, pues es más probable que la primera experiencia simplemente apunte maneras, como les sucedió a John Ford o Alfred Hitchcock todavía en el cine mudo o a Billy Wilder con “El mayor y la menor”.

“Un fallido ejercicio de cineasta aficionado. Una rareza completamente inepta, aburrida y pretenciosa” fue la descripción que Stanley Kubrick dedicó a su bautismo cinematográfico, hasta el punto de que, según TCM, intentó quemar todos sus negativos.

Sin embargo, una copia que había quedado en el archivo de seguridad de Kodak arruinó su intención de situar “El beso del asesino”, mucho más digna de su talento, como su debut oficial.

Corría el año 1994 cuando los archivos de seguridad de Kodak revelaron que tenían una copia de aquella película “fantasma”, protagonizada por Frank Silvera, Kenneth Harp, Steve Coit y Paul Mazursky. Kubrick salió del entuerto diciendo que era “como el dibujo de un niño en la nevera”.

Stlanley Kubrick, uno de los genios más celebrados y maniáticos de la historia del cine, la había rodado siendo un estudiante, en el verano de 1951. Con 23 años y con la guerra de Corea recién estallada, el futuro maestro quiso filmar una reflexión sobre el terrible bucle de la contienda.

El género bélico, que desarrollaría en dos de sus películas más conocidas (“Senderos de gloria” y “La chaqueta metálica”), le servía para poner a sus personajes al límite, enfrentándose con sus verdaderas naturalezas. Un teniente, un sargento y dos soldados, tras estrellarse su avión en territorio enemigo, buscarán sus propias reglas para sobrevivir.

Voces en “off” que claman monólogos filosóficos, referencias a “La tempestad”, de Shakespeare, y actores desempeñando varios personajes eran algunas de las vetas “amateur” que se colaron en este filme que primero iba a llamarse “La trampa”, luego “La forma del miedo” hasta que, finalmente, el distribuidor, Joseph Burstyn, sugirió que para estrenarla en la primavera de 1953 el título más atractivo sería “Fear and Desire” (miedo y peligro).

La fe de Kubrick en el proyecto le hizo enrolar a todo su entorno: convenció a su amigo Howard Sackler para que escribiera el guión, a su padre para que retirara el dinero de su seguro de vida para poder financiar la película y su tío, Martin Perveler, dueño de una cadena de tiendas de ultramarinos, le dio el empujón final hasta los 53.000 dólares de presupuesto.

También su mal carácter ya empezaba despuntar: en el rodaje, dado que él se encargaba de la iluminación, no quería micrófonos cerca del plano. Cuando el sonidista, Nathan Boxer, mostró su lógico desacuerdo, fue despedido “ipso facto”. La necesidad de doblar posteriormente todos los diálogos incrementó el presupuesto en 20.000 dólares.

En cualquier caso, las críticas, en su momento, no fueron tan malas, pues en el “New York Times” le dedicó como título “Joven con ideas y una cámara”. El crítico Mark Van Doren aseguraba que era “brillante e inolvidable”, que era “un cuento de hadas que pertenece a este mundo después de todo”.

Pero en algunos pases con público, la solemnidad de Kubrick causó carcajadas, especialmente en las escenas más al límite protagonizadas por Mazursky (futuro director de “Enemigos, una historia de amor”), lo cual hizo llorar al futuro realizador de “La naranja mecánica”, “Barry Lyndon” y “Lolita”, y la taquilla no respondió a la expectativas de quien ya se sabía un genio.

Al considerarla años después indigna de su trayectoria, definirla como “un esfuerzo torpe y pretencioso”, tras la muerte del distribuidor persiguió hasta el último negativo de la película con el fin de evitar un bochorno que, vista hoy, tampoco era para tanto, pues “Fear and Desire”, más allá de su valor para coleccionistas, contiene al menos un par de hallazgos narrativos y visuales.Mateo Sancho Cardiel

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