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Hafter ordena impedir el trabajo del gobierno sostenido por la ONU

Hafter ordena impedir el trabajo del gobierno sostenido por la ONU

EFE

Trípoli —

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El mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte del este de Libia, endureció su pulso con el Gobierno respaldado por la ONU en Trípoli, al que ha prohibido ejercer sus funciones en todas las zonas bajo su control.

Hafter firmó el viernes una circular en este sentido en respuesta a la decisión del presidente del citado Gobierno, Fayez al Serraj, de designar a Faraj Egaim, un conocido señor de la guerra y líder tribal, nuevo viceministro de Interior.

“El nombramiento atenta contra la seguridad nacional. Supone un intento de quebrar las instituciones militares del este y está inducido por los Hermanos Musulmanes y los grupos terroristas”, afirmó.

Por ello, se ordena a todos los jefes militares y fuerzas armadas impedir que los responsables del Gobierno de Al Serraj ejerzan sus funciones en las áreas bajo su control, explica la circular, difundida hoy por los medios locales.

“Esta directiva debe hacerse cumplir, incluso a través de la fuerza”, subraya la nota, cuyo contenido amenaza con ampliar aún más la brecha entre los dos principales adversarios en el conflicto libio.

La milicia liderada por Egaim, llamada “Fuerza de Seguridad especial de Bengazi”, forma parte de la llamada “Operación Dignidad”, la plataforma militar formada en 2014 por el Gobierno en Tobruk para liberar la referida ciudad, bajo el mando del propio Hafter.

Una fuente de Seguridad cercana a Eqaim precisó a Efe que este se integrará en un nuevo centro militar de operaciones que incluye a las regiones del este y que dependerá del Ministerio de Seguridad, sin relación alguna con Hafter.

El mariscal, que controla cerca del 70 por ciento del territorio libio -incluidas los principales enclaves petroleros- no reconoce el gobierno de Al Serraj, impuesto por la ONU tras forzar en diciembre de 2015 el acuerdo de reconciliación en Skhirat.

Apoyado en su superioridad militar -fruto de la ruptura del embargo de armas por parte de Rusia, Egipto y Arabia Saudí-, el general ha forzado un nuevo proceso de diálogo que aún no ha dado frutos.

Seis años después de la OTAN contribuyera a la caída de Muamar Gadafi, Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, en el que dos gobiernos se disputan el poder, uno en el oeste sostenido por la ONU y otro en Tobruk (este) bajo liderazgo de Hafter.

A ellos se suma la poderosa ciudad-estado de Misrata, principal puerto comercial del país, y decenas de grupos armados que todo tipo que cambian a menudo de alianzas.

La situación ha favorecido el desarrollo de mafias dedicadas tanto al contrabando de petróleo como de armas, drogas e incluso de personas.

También de grupos yihadistas y salafistas vinculados tanto al grupo terrorista Estado Islámico como a la Organización de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y los tunecinos de Ansar al Sharia, que se extienden por todo el país.

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