Hazaras demandan protección en el funeral por las víctimas del ataque de Kabul

La comunidad chií hazara de Afganistán advirtió hoy de los peligros que corre esta perseguida minoría étnica y demandó protección al Gobierno, al celebrar un funeral por los 32 fallecidos el lunes en un atentado del grupo yihadista Estado Islámico (EI) contra una mezquita en Kabul.

En un último rito funerario en la capital afgana, centenares de personas mostraron su preocupación por la situación de los hazaras, que este año fueron objeto de cuatro sangrientos atentados, con un saldo total de al menos 146 fallecidos y más de 500 heridos.

“Toda la gente presente en el funeral de hoy demandaba al Gobierno medidas adicionales de seguridad” para esta minoría étnica, sobre la que ha cundido el “pánico” tras el ataque de hace dos días, afirmó a Efe uno de los organizadores del acto, el activista Abdullah Akbari.

Si bien la comunidad ha sufrido numerosos secuestros masivos y asesinatos sectarios en los últimos dos años, ahora las acciones se producen también en Kabul, supuestamente “la parte más segura” de Afganistán, advirtió un líder de la formación hazara Partido Laboralista del Desarrollo, Zulfaqar Omaid.

“Tras todas estas brutalidades, la gente hazara ya no siente que sus vidas estén a salvo en el país, incluso en la capital Kabul, incluso en lugares sagrados como templos y mezquitas”, denunció en declaraciones a Efe.

El político vaticinó una migración masiva entre la ya de por sí perseguida minoría y lamentó que el Gobierno no pueda garantizar su seguridad “ni siquiera” durante las celebraciones religiosas.

Las demandas se extendieron también al Parlamento afgano, donde la legisladora Shah Gul Rezaee, representante de los hazara por la provincia de Ghazni (este), calificó al Ejecutivo de “inútil e incompetente” por su incapacidad para proteger a la comunidad.

Según dijo, ni siquiera tras los últimos atentados contra la minoría étnica se implementaron medidas preventivas.

En julio pasado, un ataque suicida reivindicado por el EI acabó con la vida de 85 personas y causó heridas a cerca de otras 400 durante una protesta de hazaras en Kabul, en el que fue el ataque más mortífero desde la invasión estadounidense en 2001, según la ONU.