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Los besos de Juncker y las ganas de charlar de Merkel rompen el protocolo

Los besos de Juncker y las ganas de charlar de Merkel rompen el protocolo

EFE

Hangzhou (China) —

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El inicio de la cumbre del G20 en Hangzhou comenzó con la tradicional bienvenida del anfitrión, el presidente chino Xi Jinping, a los líderes mundiales, una formalidad en la que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se saltó el protocolo estampando un par de besos al líder chino.

Xi, procedente de una cultura donde los besos son algo casi desconocido, incluso entre familiares, aceptó los ósculos del líder europeo sin inmutarse, pero los cientos de periodistas que presenciaron este quiebro del protocolo prorrumpieron en risas y carcajadas al ver la imagen en pantalla.

También la canciller alemana, Angela Merkel, que cerraba la comitiva de líderes en la sesión de saludos a Xi, sorprendió a los responsables de la organización al decidir quedarse a charlar un rato con el presidente chino, pese a que el líder oriental le señalaba el estrado donde debía dirigirse para posar en la foto de familia.

La líder germana no hizo caso de las señas de Xi ni a las de una de las jóvenes encargadas del protocolo, y siguió charlando animadamente con el presidente del país anfitrión, tal vez en inglés, aunque es un idioma que Xi no domina, y que raramente utiliza en público.

El resto de líderes pasó con más discreción por la alfombra roja del centro de convenciones, y sólo los atuendos de algunos de ellos dieron alguna nota de color, como el traje tradicional indio que siempre viste el primer ministro de la India, Narendra Modi, o la obligada chilaba saudí del príncipe Mohamed bin Salman al Saud.

Las mandatarias, como suele pasar, ofrecieron mayores variaciones: la primera ministra británica, Theresa May (con un colgante de inspiración celta) y la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, optaron por vestidos de un intenso rojo muy adecuado para un viaje a China.

Por su parte, Merkel y la directora general del FMI, la francesa Christine Lagarde, coincidieron en usar el celeste, a juego con los colores oficiales del G20.

Lagarde no se separó de su bolso al estrechar la mano del presidente chino, y otro líder que llegó con una de sus manos ocupadas a la ceremonia de bienvenida fue el presidente del Chad, Idriss Deby, quien caminó por la alfombra con un elegante y delgado bastón.

Casi todos los líderes, también el presidente del Gobierno español en funciones, Mariano Rajoy, intercambiaron unas palabras de cortesía con Xi mientras éste les estrechaba la mano, con la notable excepción del primer ministro japonés, Shinzo Abe, simbolizando quizá las eternas tensiones entre Pekín y Tokio.

El presidente estadounidense, Barack Obama, y el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el mexicano José Ángel Gurría, dedicaron a Xi amplias sonrisas, que contrastaron con la seriedad del líder ruso, Vladímir Putin, y el turco, Recep Tayyip Erdogan, siempre adusto.

Muy sonriente se mostró también el presidente argentino, Mauricio Macri, a quien no parece haber hecho mella el hecho de que la prensa oficial china le confundiera en la víspera con su padre (el empresario Franco Macri), al incluir una foto de éste en lugar de la suya en los monográficos sobre el G20.

Tras la foto de familia, en la que Erdogan y Putin se pusieron a conversar casi acaloradamente sin hacer caso a los fotógrafos, los principales líderes del planeta se dirigieron al salón de plenos para iniciar la cumbre.

Curiosa fue la imagen de todos ellos ascendiendo por una escalera mecánica, como si se encontraran en una estación de metro o un centro comercial. Simbolizando, tal vez, que eso es lo que buscan con esta cumbre: que el mundo avance, y a poder ser, hacia arriba.

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