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Nueva tensión croato-serbia por la introducción del cirílico en Vukovar

EFE

Zagreb —

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La introducción del alfabeto cirílico en la ciudad croata de Vukovar ha añadido un nueva tensión a las dañadas relaciones entre las comunidades croata y serbia e incluso entre Belgrado y Zagreb, tocadas desde hace meses por la apertura de viejas heridas de la guerra de la década de 1990.

La decisión de introducir en 2013 en Vukovar y otros 19 municipios con más de un 30 % de población serbia el empleo del serbio y el alfabeto cirílico en los indicadores de carretera, los edificios y los documentos públicos, ha sido recibida con protestas, aunque aún minoritarias.

Dos partidos extraparlamentarios se han quejado y se ha creado un grupo en Facebook que proclama que “Vukovar nunca será Bykobap”, aunque las protestas más rotundas vienen de las asociaciones de víctimas de la guerra que serbios y croatas libraron entre 1991 y 1995.

Así, la “Asociación croata de exprisioneros de campos de concentración serbios” denuncia el uso del serbio en una ciudad en la que cuando “cayó en manos serbias, fueron cometidos los peores crímenes contra la población no serbia”.

Esta asociación asegura que el porcentaje del 34,8 % de serbios en Vukovar que arrojó el censo publicado a fines de 2012, “está inflado” y denuncia que muchos serbios tienen “sólo residencia ficticia” en esta ciudad del este de Croacia.

Duras críticas han llegado también desde “Las madres de Vukovar”, una asociación de familiares de croatas asesinados o desaparecidos en la ciudad, que fue conquistada por las tropas serbias en 1991 tras tres meses de asedio y bombardeos.

“La introducción del bilingüismo en una ciudad en la que durante la agresión serbia perdieron la vida más de 3.000 habitantes y siguen desaparecidas 300 personas, en la que durante la ocupación serbia fueron asesinados y expulsados los no serbios (...) es un mensaje de que el crimen vale la pena y solo creará nuevas divisiones...”, critica esa asociación.

Por su parte, las autoridades croatas han justificado la medida en el estricto cumplimiento de la ley y la Constitución y anunciado que no habrá marcha atrás.

“Se trata de la aplicación de la ley y en este país la ley se va a respetar”, ha asegurado recientemente Arsen Bauk, ministro de Administraciones Públicas.

Ante las protestas croatas, la comunidad serbia en Croacia ha insistido en que espera que se respeten sus derechos.

Aunque el serbio y el croata son idiomas casi idénticos, especialmente en zonas como Vukovar donde antes de la guerra todos hablaban un mismo dialecto regional, el asunto es un foco de tensión que se añade al creciente alejamiento, no ya entre las dos comunidades, sino incluso entre los dos países, Serbia y Croacia.

Desde que la ciudad fuera reintegrada pacíficamente a Croacia por la ONU (1996-1998), los serbios insisten en tener sus propias escuelas, así que los alumnos están separados desde pequeños.

Es conocido que los jóvenes salen a bares y discotecas diferentes y la división de las dos comunidades es generalizada, con pocas excepciones.

En ese ambiente echó más leña al fuego una controvertida declaración el pasado mayo del presidente serbio, Tomislav Nikolic, que se refirió a Vukovar como una “ciudad serbia” y contribuyó a enfriar las relaciones entre Zagreb y Belgrado.

Los croatas no olvidan que Nikolic, con un discurso más nacionalista que su antecesor, formó parte en 1991 de las unidades paramilitares de Vojislav Seselj, actualmente juzgado en La Haya por crímenes de guerra.

La reciente absolución por el Tribunal de La Haya de los generales croatas Ante Gotovina y Mladen Markac de crímenes contra los serbios, ha sido acogida por los croatas como un triunfo de la justicia y como una gran injusticia por parte de los serbios, revelando y profundizando las dolorosas diferencias.

“Con el triunfo de Nikolic (..) las relaciones entre Croacia y Serbia empeoraron drásticamente, y con las sentencias del tribunal de La Haya a Gotovina y Markac, las mismas han tocado fondo”, ha evaluado el diario “Jutarnji list” en un reciente editorial.

Por Vesna Bernardic

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