Núñez de Balboa vuelve a sus orígenes en el V Centenario del descubrimiento del Océano Pacífico

Quinientos años después de avistar el mar del sur, Vasco Núñez de Balboa ha emprendido una nueva aventura para recuperar su ignorada niñez y juventud por las calles empinadas de su pueblo, Jerez de los Caballeros (Badajoz), y espantar el olvido al que le ha sometido parte de la historia.

El descubridor del Océano Pacífico “está de vuelta”, por la celebración del V Centenario de esa epopeya, a ambos lados del Atlántico, ya que para las autoridades panameñas es un compatriota más y una página de una historia común.

A él se debe el nombre de la moneda panameña, de plazas y de una cerveza de la nación centroamericana, pero en su tierra ha sido olvidado por los libros, a pesar de ser el primer europeo en descubrir el mar que representa la tercera parte del planeta.

Además, según el cronista jerezano Feliciano Correa, sus biografías arrancan en el nuevo mundo.

Es verdad que Balboa cuenta con una estatua en su pueblo y que, desde el año pasado, su casa se ha convertido en un museo, pero su responsable, Isabel Suárez, ha reconocido a Efe que su figura ha comenzado hace poco a valorarse a nivel local.

Por ello, Correa, que ha abierto hoy el acto inaugural de la recuperación de la pila donde fue bautizado este hidalgo empobrecido, ha reclamado que se haga “justicia” con él por acabar con la “última frontera” y dar paso a la “globalización”.

El presidente del Gobierno de Extremadura, José Antonio Monago, también es partidario de “refrescar” la historia para ensalzar la valentía en busca de un sueño.

Acababa de subir al trono Isabel la Católica cuando Balboa (1475-1519) vino al mundo y fue bautizado.

La gobernadora de la provincia de Panamá, Mayin Correa, ha imaginado hoy la infancia del conquistador recorriendo las calles empedradas de Jerez y trabajando para Pedro Portocarreño, señor de Moguer y determinante para él por sus conocimientos marítimos.

A los 25 años hace las américas y su estancia en el nuevo mundo será un camino de fortuna y ruina, ya que mañana se cumplirán 494 años desde que fuera ajusticiado por una supuesta conjura contra el gobernador.

Entre tanto fue colono en la isla de La Española, pero no le fue bien y se embarcó de polizón en la expedición del bachiller Enciso de 1510, junto a su perro Leoncico.

Fray Bartolomé de las Casas, que no veía con simpatía a los conquistadores, dijo de él que era “mancebo de hasta treinta y cinco o poco más años, bien alto y dispuesto de cuerpo y buenos miembros y fuerzas y gentil gesto de hombre muy entendido”.

El conquistador jerezano fundó Santa María la Antigua, la primera ciudad continental, y después fue gobernador de Veraguas.

El aventurero Miguel de la Cuadra-Salcedo ha señalado a Efe que Balboa forjó la paz con veintidós caciques indígenas y uno de ellos fue bautizado con el nombre de Carlos.

Este sacramento, un indígena y el nombre de Carlos se repetirá el próximo julio en la “nueva” pila bautismal de San Bartolomé, cuya restauración ha pagado Panamá, que, a su vez, se llevará una réplica a la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, hecha con el conocido granito de Quintana de la Serena (Badajoz).

La pila fue hallada sobre el año 1970 soterrada, por la antigua costumbre de enterrar lápidas y columnas, cuando entraban en desuso, debido a su elevado peso.

El 25 de septiembre de 1513, sin saberlo, Balboa tomó posesión del mar del sur que el navegante portugués Fernando de Magallanes bautizó después como Océano Pacífico.

“Volviose incontinente la cara hacia la gente, muy alegre, alzando las maneras y los ojos al cielo, alabando a Jesucristo y a su gloriosa Madre la Virgen Nuestra Señora; y luego hincó ambas rodillas en tierra y dio muchas gracias a Dios por la merced que le había hecho, en dejar descubrir aquella mar”, reflejó Andrés de Valderrábanos, notario real y secretario de Balboa.

Según el cronista jerezano, su trayectoria no se entiende sin la misión cristiana.

Así se lo ha agradecido el párroco de San Bartolomé, Pedro Alberto Delgado, quien ha subrayado que el aventurero no tuvo en cuenta el color de la piel.

Carlos González de Rivera