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“Oslo, 31 agosto”, el fin del idealismo según Joachim Trier

"Oslo, 31 agosto", el fin del idealismo según Joachim Trier

EFE

Madrid —

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Un treintañero en crisis, aspirante a escritor convertido en yonqui, busca una última oportunidad para redimirse en “Oslo, 31 de agosto”, el segundo largometraje del noruego Joachim Trier, devoto confeso de la Nouvelle Vague y ex Campeón Nacional de “skateboard”.

Fue en aquel entorno, el del patinaje de su juventud, cuando este primo lejano de Lars von Trier, a quien la revista Variety incluye en su preciada lista de “autores a seguir”, hizo muchos amigos que en un momento dado tomaron caminos muy distintos, lo que constituye el punto de partida de esta película.

“Unos se hicieron abogados, otros artistas, otros yonquis (...), elecciones misteriosas, que siempre me han intrigado y perseguido, especialmente cómo ese idealismo juvenil de pronto se tuerce”, dice a Efe el realizador, que ya abordó estos temas en su debut, “Reprise” (2006), premiada en el Festival de Toronto.

El elemento que acabó por dar forma a “Oslo, 31 de agosto” fue la película de Louis Malle “El fuego fatuo”, basada a su vez en el libro homónimo de Pierre Drieu de la Rochelle. Trier y su coguionista, Eskil Vogt, vieron clara la relación y decidieron que podría adaptarse al Oslo actual.

“Cambiamos la historia un poco para tratar de responder a cuestiones sobre el Oslo de hoy, cuestiones como qué queda de tu identidad cuando no tienes hijos ni familia, o si te quedas sin trabajo, cómo eres de vulnerable y qué fácilmente puedes quedar excluido, incluso si formas parte de la acomodada clase media noruega”, explica.

El cine de Joachim Trier es un cine muy personal -“a menudo miro y estructuro mi vida a través de mi trabajo”, confiesa- y humanista, en el que los personajes pesan más que los argumentos.

“Algunas personas me dicen: '¿Qué? ¿Que has hecho una película sobre un drogadicto que quiere suicidarse?' Entiendo que suena horrible, y estoy de acuerdo, si la gente piensa en la película en esos términos, es un gran problema”.

Rodada en 35 milímetros, con voz en off y un montaje en el que la capital noruega y su luz cobran gran protagonismo, en “Oslo, 31 de agosto”, el cineasta destila belleza de los momentos más oscuros.

Todo sucede en un día, el último día del verano, en el que el protagonista, Anders (Anders Danielsen), un heroinómano de 34 años, sale del centro de desintoxicación tras una cura para hacer una entrevista de trabajo y reencontrarse con amigos y familiares.

“Tiene una ciudad maravillosa, un día de verano, gente con la que podría conectar, pero es incapaz. Eso es la melancolía, la incapacidad de conectar con la belleza, y de entender su cualidad marchita, que las cosas pasan y nada dura para siempre”, resume Trier.

En ese sentido, la película guarda similitudes con “La Gran Belleza”, de Paolo Sorrentino. Trier admite que ha compartido “sensaciones” viendo la película italiana, como “qué pasa después de la fiesta y la orgía, cuando todo ha sido excesivo y maravilloso y es hora de volver a casa”.

“Sorrentino es un maestro, no me puedo comparar, pero me pareció curioso. Mi personaje no es tan simpático (como Jeo Gambardella), no cae tan bien, pero confío en que también el espectador pueda identificarse y hacer el viaje con él”, señala.

Actualmente, Trier está inmerso en la escritura de un nuevo largometraje del que solo puede contar que tiene una protagonista femenina.

Mientras, sigue trabajando para lograr financiación para su primer filme americano, “Louder than bombs”, que ya tiene cerrado el reparto con Isabelle Hupert, Gabriel Byrne y Jesse Eisenberg.

“Es el casting más increíble que podía tener, la cuestión es si podremos financiarlo”, aventura. “Es una película muy cara, complicada desde el punto de vista formal y con efectos especiales, pero espero poder hacerla”, añade.

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