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Pedro Sánchez configura otro Gobierno a su medida sin ataduras al partido ni a los territorios

Pedro Sánchez, durante su comparecencia este martes.

Irene Castro

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Pedro Sánchez ha configurado otro Gobierno con un marcado perfil técnico. El presidente ya abandonó la primera vez que accedió a la Moncloa tras la moción de censura la tradición de otros dirigentes socialistas que cuadraban sus gabinetes haciendo equilibrios entre los distintos poderes territoriales y las facciones del partido. Esta vez tampoco ha sido así, salvo por la incorporación del PSC en la figura de Salvador Illa al frente de Sanidad. Sánchez, el presidente socialista que menos atado se siente a los barones y a los territorios después de recuperar la secretaría general en una pugna con todo el aparato, ha ido perfilando su Gobierno en los últimos meses con la participación de un estrecho número de colaboradores, de los que su jefe de gabinete, Iván Redondo, ha sido el principal, y sin que Ferraz haya tenido casi influencia.

Durante los mandatos socialistas, las rencillas entre el partido y la sede de la presidencia del Gobierno siempre han existido. Pero Sánchez tiene un PSOE en el que no hay contrapesos internos y fuentes socialistas reconocen que “la desconexión con Moncloa es total”. La toma de decisiones es exclusiva del núcleo duro del presidente allí albergado –con el jefe de gabinete de Sánchez a la cabeza acumulando cada vez más poder– y la cúpula socialista ha pasado a un segundo plano.

Esa ha sido también la tónica en la configuración del nuevo gabinete. Los propios miembros del Ejecutivo se enteraron de su continuidad –o de su marcha en el caso de Dolores Delgado, Luisa Carcedo, Magdalena Valerio y José Guirao– con escaso margen de días antes de que se celebraran las tomas de posesión. Tampoco en Ferraz manejaban más información. El modus operandi, según fuentes próximas a Redondo, es que según la toma de decisiones se iba produciendo, se ampliaba el radio de conocimiento al secretario general, Félix Bolaños –que se encargó de la intendencia–, y a la vicepresidenta, Carmen Calvo. “Los demás se iban enterando casi por la prensa”, dice una de las fuentes consultadas.

La labor de captación de nuevos perfiles se remonta, no obstante, a poco después de las elecciones de abril. Fue entonces cuando el presidente contactó con José Luis Escrivà, a quien quería fichar para el área económica del Gobierno. “El presidente le ha hecho un seguimiento durante los últimos meses”, señalan fuentes del PSOE canario sobre la incorporación de Carolina Darias al Ministerio de Política Territorial y Función Pública. Sánchez confirmó esa designación tanto a la nueva ministra como al presidente canario, Ángel Víctor Torres, el jueves, dos días antes de hacerlo público. A pesar de ser una persona del partido, en Ferraz no habían seguido tal evaluación. Sin manejar información, la salida de Carcedo y Valerio, miembros de la Ejecutiva socialista, ha sentado mal en las filas del partido.

Muy poco antes de que su nombramiento saliera a la luz, Presidencia confirmó a Juan Carlos Campo como ministro de Justicia tras conversaciones en los días previos con Calvo y con el propio Sánchez. Moncloa había evaluado a otros posibles candidatos y sondeado a dirigentes socialistas y personalidades sobre su idoneidad. Lo mismo ocurrió en el caso del Ministerio de Cultura y Deporte, otro de los que se conoció en el último segundo. De la designación de José Manuel Rodríguez Uribes también se informó a la federación madrileña una vez tomada la decisión.

“El presidente tiene la lógica autonomía para elegir a su equipo”, resume uno de los barones socialistas que apoyó a Sánchez. No obstante, el líder socialista también se ha alejado de los mandos intermedios del partido desde que está en Moncloa, algo que algunos ven lógico y que consideran que les pasa a todos los presidentes. “Es un curso de cosas previsibles, pero en año y medio”, expresa un dirigente bregado en mil batallas internas.

Incluso el reducido núcleo de poder dentro de Moncloa es cada vez más estrecho y va perdiendo miembros. José Manuel Albares, hasta ahora secretario general de Asuntos Internacionales, desconocía el nombramiento de Arancha González Laya como ministra de Exteriores, UE y Cooperación. Albares se perfilaba, para muchos dentro del partido, como candidato a ese puesto. En la misma semana en que los ministros han tomado posesión, Moncloa ha confirmado que será embajador en París, una de las plazas relevantes en la carrera diplomática. “No sé cómo le vamos a sustituir”, lamenta una de las fuentes consultadas, que destaca que Albares, además de diplomático, “es político”. Como principal asesor internacional de Sánchez, ha sido el muñidor de la importante agenda internacional que ha mantenido el presidente.

Otra de las decisiones de Moncloa que ha causado perplejidad en Ferraz es la decisión de Redondo, el hombre que sale más reforzado en el nuevo organigrama, de mantener a Manuel de la Rocha al frente de la Oficina Económica que alberga bajo su mando. Este movimiento ha conllevado, a su vez, que se prescinda del que hasta ahora ha sido su número dos, Daniel Fuentes Castro, y con quien no mantenía buena relación. El PSOE tiró mucho de Fuentes Castro durante la campaña en debates del área económica.

En el segundo gobierno de la era Sánchez, algunos de los independientes van a gozar de mayor “autonomía” para designar sus equipos. Así, la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, a quien en Ferraz ven como la “protegida” del presidente, un perfil bien visto en Bruselas y también por los poderes económicos, acaba de prescindir de Francisco Polo como secretario de Estado de Agenda Digital. Polo es miembro de la Ejecutiva del PSOE, a la que llegó de la mano de Sánchez para sorpresa entonces de buena parte del partido y de la misma manera llegó al Ejecutivo tras la moción de censura. 

Con las prisas en la confección de los departamentos ministeriales en 2018, Fernando Grande-Marlaska asumió para su equipo recomendaciones que le llegaron desde las filas socialistas y ahora también ha dado un golpe en la mesa con la sustitución de la secretaria de Estado de Seguridad, Ana Botella –dirigente en el PSPV, donde tuvo experiencia como delegada del Gobierno– por el que hasta ahora ha sido su jefe de gabinete y persona de su máxima confianza, el también juez Rafael Pérez. En el caso de la dirección de la Guardia Civil, Marlaska acogió hace 19 meses la propuesta de Margarita Robles y esta vez ha decidido él. Se ha decantado por María Gámez, socialista de carné y hasta ahora subdelegada del Gobierno en Málaga, puesto que le ha llevado a conocer al ministro del Interior.

En la relación entre el Gobierno y el PSOE, algunas fuentes aventuran un posible conflicto por la decisión temporal de que los ministros mantengan el acta. El departamento de Organización que lidera José Luis Ábalos se ha decantado por que Sánchez y los once ministros de la cuota socialista que tienen acta de diputados sigan “de momento” en sus escaños, como siempre ha ocurrido hasta la presidencia de Sánchez tras la moción de censura. Esa decisión se irá evaluando según marche la legislatura y en el grupo parlamentario hay quien piensa que pueden acabar abandonándola ante lo ajustado de las votaciones. También a los territorios les harían un favor, puesto que facilitaría la entrada de personas de las listas que se quedaron a las puertas y que pueden ejercer como parlamentarios y estar liberados para la acción en las correspondientes circunscripciones.

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