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Podemos ahora sí que puede

Iglesias, con el moderador del debate Vicente Vallés.

Carlos Elordi

Pablo Iglesias es desde el lunes por la noche la estrella de la campaña electoral. Y Podemos, tras meses de parecer una opción que ya había dado todo lo que podía dar de sí, vuelve a ser un partido protagonista de la liza del 20D. Con todas sus opciones abiertas, incluida la de la victoria. Ahora es un rival a batir por parte de todos sus contendientes –el PSOE, en primer lugar, pero también Ciudadanos y hasta el PP- y seguramente se verá sometido a todo tipo de ataques. La campaña ha cambiado de signo.

Tal éxito se debe al excelente trabajo de Pablo Iglesias en el debate de Atresmedia y particularmente a su minuto final, una pieza de oratoria política de una calidad y una contundencia que no tienen muchos precedentes en la historia de la política democrática española. Solo algún discurso del Felipe González de sus mejores momentos, con un estilo muy distinto, se le puede comparar. No menos notable, y para redondear la faena, es que el programa fue visto por 9,2 millones de espectadores, tantos o más que los partidos de fútbol cruciales de la selección española.

En solo dos frases muy bien trenzadas, Iglesias resumió la propuesta de Podemos y el sentido mismo de su existencia como fuerza política. Sin artilugios dialécticos ni conceptos inventados para la ocasión. Diciendo lo que siempre ha dicho y recordando lo que su partido ha sido y ha hecho desde que nació. Primero pidió que no se olvidara que la fuerza del cambio que Podemos quiere representar ha nacido de la corrupción, de los recortes, de los desahucios, de la reforma laboral, de las injusticias que desde hace ya demasiados años golpean a una buena parte de los españoles. Y que siguen amargándoles la vida, por mucho que la propaganda de unos y de otros trate de ocultarlo.

Luego pidió que la gente “sonría”, de satisfacción y de orgullo, por la reacción popular que esas prácticas han provocado en estos años pasados. Si el término es hallazgo comunicacional notable y una innovación de calado respecto del lenguaje tradicional de la izquierda, su contenido es un mensaje político que compacta y da sentido a la candidatura de Podemos en estas elecciones. Porque, de un lado, recuerda que mucha gente se ha movilizado, que en España se ha dicho “no” a lo que estaba ocurriendo y que ese partido estuvo en eso desde el primer momento. Y de otro, que esa y otra gente no ha tirado la toalla y sigue luchando, aunque solo sea yendo todos los días a trabajar o buscar trabajo. Y que esa gente merece una salida política. La del “sí se puede”, que un día llevó a Obama a la Casa Blanca.

Hace un año, las encuestas daban a Podemos hasta un 40 % más de adhesiones de las que hoy detectan los sondeos. ¿A cuántos de los que se han quedado por el camino habrá convencido el discurso de Pablo Iglesias de que tienen que volver a dónde estaban? ¿A cuántos habrá hecho olvidar los muchos problemas y no pocos traspiés que Podemos ha sufrido desde sus éxitos iniciales? Eso se sabrá el día 20. Pero desde ahora se puede decir que el nuevo impulso, si se produce, se puede ver favorecido por el mal momento que atraviesan sus rivales.

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