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Recuperan una “caperucita roja”, vehículo de tortura de la dictadura paraguaya

Recuperan una "caperucita roja", vehículo de tortura de la dictadura paraguaya

EFE

Asunción —

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Una de las seis “caperucitas rojas”, como eran conocidos los vehículos de ese color usados por la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) en Paraguay para trasladar a presos políticos, llegó hoy al Museo de las Memorias en Asunción, donde permanecerá como símbolo de los abusos del régimen.

La recuperación fue fruto del trabajo del activista paraguayo de derechos humanos Martín Almada, quien viajó en uno de ellos antes de ser sometido a torturas.

El vehículo, una de las camionetas “Chevrolet Custom 10” donde comenzaba el calvario de las víctimas, se encontraba en un deposito de la Fiscalía en el municipio de San Lorenzo, a unos 15 kilómetros de Asunción.

Desde allí fue llevado por una grúa hasta el Museo de las Memorias, en la capital, donde permanecerá junto al resto de documentos que recuerdan ese periodo.

El propio Almada supervisó desde otro automóvil el trayecto de la camioneta, desvencijada y castigada por los años, pero conservando todavía el rojo que anunciaba su tenebrosa presencia durante el tiempo en que Stroessner gobernó a base de tortura y represión.

A las puertas del Museo, Almada se refirió a ella como uno de los “iconos del régimen de terror de Stroessner”, de cuya caída, mediante un golpe de Estado, se cumple este año el 25 aniversario.

“Eran centros de tortura ambulantes. La gente las veía y el miedo de apoderaba de ellas. Una vez dentro comenzaban los golpes, el ablandamiento de los detenidos”, declaró Almada a Efe.

Almada, que fue uno de los inquilinos de las “caperucitas” como antesala de la sesión de torturas a la que fue sometido en la década de los setenta, fue también quien descubrió su paradero en un aparcamiento privado de Asunción hace tres años.

“Cuando lo encontré informé a la Fiscalía e hice las gestiones para recuperarlo, pero en lugar de ello una juez ordenó que quedara retenido en el depósito del Ministerio Fiscal en San Lorenzo”, explicó el activista.

Finalmente, hace 15 días, un juzgado falló que la custodia del vehículo pasara a la fundación Celestina Pérez, que dirige Almada, bautizada en honor a su esposa fallecida y dedicada a recordar las atrocidades de la dictadura.

La “caperucita” es una las seis que operaban durante el régimen, y la única que hasta el momento ha sido localizada.

Su búsqueda era una obsesión de Almada, quien en 1992 descubrió los llamados “Archivos del Terror”, tres toneladas de papeles internos de la dictadura que aportan datos sobre la llamada “Operación Cóndor”.

Se conoce así al plan de represión coordinada instaurado por los regímenes militares del Cono Sur durante las décadas de los años 70 y 80 del siglo XX.

“Cuando volví del exilio me dediqué a buscar los Archivos, y después a encontrar estos vehículos. La idea es que se quede en el Museo y tenga un valor pedagógico”, añadió Almada.

El activista destacó el valor simbólico de la recuperación, precisamente este año, cuando se cumplen los 60 años del inicio de la dictadura de Stroessner, también mediante un golpe de Estado, y los 25 años de su caída.

“Ahora la caperucita regresa al nido del cóndor”, comentó Raúl González, periodista paraguayo e hijo de Chali González, dirigente opositor a la dictadura que subió varias veces en la camioneta antes de pasar a dependencias policiales.

En 2008, la Comisión de Verdad y Justicia (CJV) registró un total de 425 desaparecidos o ejecutados por las fuerzas de seguridad de la dictadura, que se caracterizó por el uso sistemático de la tortura.

Mantuvo unos 20.000 detenidos, la mayoría víctimas de palizas, picana eléctrica, quemaduras y otras formas de tortura física, y otras 20.814 personas se vieron forzadas al exilio, según el informe de la CJV.

La Justicia de Paraguay solo ha condenado a un pequeño grupo de policías por delitos durante la dictadura, en procesos realizados poco después de su fin.

Almada protestó hoy contra esa impunidad, y puso como ejemplo el caso del excomisario Eusebio Torres, que según él fue un chófer de esas “caperucitas” y lo torturó personalmente, y que ahora es vecino suyo y no ha sido procesado por esos hechos.

“Es mi vecino, me obligó a comer materia fecal. Se lo he recordado pero lo niega. Dice que él solo torturó a delincuentes comunes”, comentó Almada.

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