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Refugiados yazidíes en Grecia homenajean a sus muertos

Refugiados yazidíes en Grecia homenajean a sus muertos

EFE

Atenas —

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A última hora de la tarde, unas 1.500 personas llevan a cabo una procesión solemne en el campo griego de refugiados de Petra Olympiu. Con las velas que portan forman en el suelo un nombre: Sinyar. Allí hace dos años el grupo terrorista Daesh cometió genocidio contra los yazidíes.

La madrugada del 2 al 3 de agosto de 2014 el Daesh arrasó esta ciudad en el noroeste de Irak. 5.000 hombres y niños fueron asesinados, más de 7.000 mujeres de entre 9 y 30 años fueron secuestradas y esclavizadas sexualmente. Aunque 200.000 personas consiguieron huir, un número indeterminado murió de inanición en el intento.

Este brutal ataque resultó en la primera intervención militar de países occidentales contra el Estado Islámico y el regreso militar de Estados Unidos a Irak, ese mismo mes.

En este campo en la falda del monte Olimpo viven 1.400 refugiados yazidíes, de los cuales 700 son niños. Antes de llegar a este campamento situado en un antiguo psiquiátrico estuvieron en Idomeni, como tantos otros miles, esperando en vano a que se reabrieran las fronteras.

“Los yazidíes se consideran a sí mismos desgraciados entre los desgraciados, con una población diseminada por el mundo, exterminados, mujeres raptadas... y son diferentes a la mayoría musulmana de la zona. Retroalimentan el horror, miran en los móviles las fotos terribles de las matanzas, lo tienen constantemente presente, no lo quieren olvidar”, cuenta a Efe Almudena Echánove, profesora de instituto en Madrid y voluntaria en Petra Olympiu.

De etnia kurda, la minoría yazidí adora a Melek Taus, el ángel caído, al que representan como un pavo real. Sus raíces se remontan a 2.000 años antes de Cristo pero llevan siglos perseguidos por otras religiones monoteístas, que los consideran adoradores del diablo.

Los jóvenes han estado preparando las ceremonias conmemorativas con mucho tiempo de antelación, pintando pancartas y camisetas para todos. El plan inicial era llevar una representación de 100 personas a Katerini, una población cercana, pero las autoridades griegas no autorizaron el acto.

La procesión con velas, donde además de los yazidíes participaron los voluntarios del campo, se celebró el día 2, la víspera del aniversario de la masacre.

El día 3 el ambiente en el campo era dramático. Algunas personas ayunaron como homenaje a sus familiares y amigos asesinados o desaparecidos. Bajo el sol abrasador de agosto, los 1.400 habitantes de Petra Olympiu y los voluntarios se concentraron en una explanada formando un gran círculo. Con los niños sentados en las primeras filas, llevaron a cabo una breve representación que simulaba el ataque.

Hombres, mujeres y niños lloraban desconsolados. Algunos voluntarios tuvieron que empezar a repartir agua y a atender varias crisis de ansiedad, cuenta Echánove, que ha venido al campamento para colaborar durante 15 días.

“Fue una experiencia muy fuerte para aquellos que perdieron familiares y amigos, o que han pasado por un evento traumático. Expuso muchas de las experiencias y el dolor con el que esta gente aún está luchando”, cuenta a Efe Mickey Noam-Alon, de IsraAID, una organización no gubernamental que ofrece terapia psicosocial en árabe y kurdo a refugiados en Grecia desde hace casi un año.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) calcula que más de 3.000 mujeres y niños yazidíes siguen cautivos por el Daesh, que obliga a los menores a luchar con ellos, y esclaviza sexualmente a mujeres y niñas.

Esta semana con motivo del aniversario de la matanza, la comisión de la ONU que investigó estos crímenes pidió que este caso no caiga en el olvido y sea juzgado por organismos internacionales.

“En el segundo aniversario del ataque inicial, insistimos una vez más en que los crímenes cometidos por el Estado Islámico contra los yazidíes, incluido el genocidio, continúan”, alertaron desde dicha comisión.

Sin embargo, a pesar de este tipo de declaraciones, en la práctica este pueblo se siente abandonado. Los refugiados de Petra Olympiu, aunque juntos y a salvo, permanecen apartados de la sociedad y no pueden olvidar su pasado, porque no pueden alcanzar un futuro.

“Tienen las necesidades básicas cubiertas, la gran carencia es la emocional. Esta mañana un señor, padre de 10 hijos, nos decía que no tiene ninguna esperanza de futuro mientras nos agasajaba con una comida en su tienda. Él ayunaba como homenaje a los asesinados yazidíes. Y no hemos sido capaces de contestar nada cuando nos ha preguntado si en Europa existen los derechos humanos”, relata Echánove.

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