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Salesianos resisten en el centro de Alepo para traer esperanza a los menores

EFE

Beirut —

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En pleno corazón de Alepo, tres religiosos salesianos intentan devolver la esperanza a los niños y adolescentes que padecen los horrores de la guerra en esta ciudad siria, que ha sufrido en los últimos días la peor ola de violencia desde el inicio del conflicto.

Elevar los ánimos resulta complicado cuando uno se topa con la cruda realidad: “Ayer, estuvimos en el funeral de Elías, un joven de 15 años, y hace unos días en el de Said, que tenía 11 años y murió por la caída de cohetes”, explica a Efe por teléfono el padre Pier Jabloyan, un cura originario de Alepo.

Jabloyan, junto a otro salesiano sirio y un misionero italiano, mantienen abierto el centro George y Matilde Salem, que cuenta con una iglesia, un patio y varias aulas, en una zona bajo control gubernamental en la población.

En este lugar, los religiosos, ayudados por voluntarios, desarrollan actividades de catecismo, deporte y educativas para unos 750 niños y entre 50 y 60 adolescentes.

El centro ha estado cerrado en la última semana por el repunte de las hostilidades y porque no se podía garantizar la seguridad de los niños.

Aun así, durante estos días, las familias del barrio han acudido a refugiarse en el edificio.

“Esta vez la situación ha sido muy mala, sentimos mucha violencia y muchas casas han sido derribadas, así que algunas familias vinieron a nuestro centro, aquí se sienten seguras porque el edificio es antiguo y hay habitaciones subterráneas donde protegerse”, detalla el sacerdote, de 31 años.

Y agrega: “Imagínese que cuál habrá sido el nivel de violencia, que es la primera vez que he visto a un hombre llorar de miedo estos días”.

En tan solo dos ocasiones en el pasado han impactado proyectiles en las inmediaciones del hogar de los salesianos, sin haber causado víctimas.

Pese a que este jueves comenzó una tregua parcial de 48 horas en Alepo, Jabloyan declara que han decidido no reabrir las puertas del centro por el momento, hasta ver qué pasa.

Y es que no es la primera vez que un cese de las hostilidades se acaba malogrando.

Sea como fuere, la violencia no ha hecho abandonar su labor con los más jóvenes a los salesianos en estos más de cinco años de guerra.

“De hecho, incluso la hemos duplicado”, indica el religioso, que destaca que han pasado de atender a entre 400 o 500 menores a los más de 700 actuales.

Al principio del conflicto en 2011, había miedo por lo que pudiera pasarles a los niños pero al cabo de un año vieron que podían proseguir con su tarea y, de hecho, intensificarla.

Para ello disponen de un autobús que recoge a los menores en sus casas y los lleva al centro para las sesiones de catecismo de los viernes por la tarde.

Los salesianos también ofician misa y se dedican a la enseñanza, para lo que cuentan con universitarios voluntarios que imparten clase a los niños, algunos de los cuales son analfabetos.

“Vienen tres veces a la semana dos horas y media -precisa el cura-, porque en sus viviendas no hay electricidad, ni agua y sus familiares no pueden enseñarles a veces”.

Los niños y adolescentes, tanto varones como chicas, pueden también practicar deportes como el fútbol y el baloncesto en este centro.

Todo ello para olvidarse, aunque sea por un rato, de la dura realidad, aunque Jabloyan subraya que han percibido un sentimiento de indiferencia entre los menores.

“Al principio, cuando escuchaban que alguien había muerto tenían miedo, pero ahora oyen que alguien ha fallecido y se muestran indiferentes”, puntualiza.

Por ejemplo, señala, “ahora se oye el ruido de proyectiles en el patio y nadie se mueve, es un sonido normal para ellos”.

Mucho se ha hablado en los últimos meses en Siria de los sitios a ciudades y zonas, pero, dice el sacerdote, “los niños tienen el asedio en sus mentes”.

“Ellos no se trasladan más allá de dos kilómetros a la redonda de sus casas y eso les afecta porque no quieren moverse”, reflexiona.

En el futuro, Jabloyan augura que habrá un problema demográfico porque muchos varones jóvenes han muerto o se han marchado del país, aunque piensa con optimismo en el porvenir.

“Tenemos que seguir trabajando porque hay muchas cosas por hacer, nadie sabe que pasará con el conflicto, pero hay que continuar”, apunta, al tiempo que advierte de que si se entra en una espiral de venganza nunca se terminará.

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