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Temer se apoyará en el Congreso ultraconservador que Rousseff ayudó a elegir

Temer se apoyará en el Congreso ultraconservador que Rousseff ayudó a elegir

EFE

Brasilia —

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Michel Temer, quien seguirá en el poder en Brasil tras la caída de Dilma Rousseff, apuntalará su gestión en un Parlamento ultraconservador, que por conveniencias y paradojas políticas se instaló apoyado por la ahora expresidenta socialista.

Temer, elegido vicepresidente en la misma fórmula que llevó al poder a Rousseff en 2011 y con la que fue reelegida en 2014, hereda no sólo la Presidencia con la destitución de la ahora exmandataria, sino también buena parte de la variopinta coalición que la respaldó mientras estuvo en el cargo.

La fractura de esa multicolor base parlamentaria fue decisiva para la caída de Rousseff y el gran arco de derecha y centro que se alejó de la exmandataria en los últimos meses será la base en que se apoyará Temer para darle curso a medidas económicas que admite como “impopulares” pero considera “necesarias”.

Entre ellas figuran proyectos para limitar el gasto en función de la tasa de inflación, lo cual pudiera recortar la inversión pública en áreas sociales, elevar la edad para las jubilaciones y reformar las proteccionistas leyes laborales en vigor desde hace décadas.

El nuevo Gobierno también se propone retomar las privatizaciones e implantar un modelo de “Estado mínimo” completamente opuesto al “Estado intervencionista” que imperó desde 2003, cuando el Partido de los Trabajadores (PT) asumió el poder con Luiz Inácio Lula da Silva, antecesor y padrino político de Rousseff.

Más allá de esas propuestas de corte netamente económico, la base parlamentaria de centro y derecha que era contenida de alguna manera por Rousseff también tendrá ahora mayor libertad para darle curso a polémicas iniciativas de impacto directo en los derechos sociales.

Entre ellos, figuran en la agenda parlamentaria una propuesta para reducir la edad de responsabilidad penal de 18 a 16 años, y otra para reformar las leyes de porte de armas, que flexibilizaría tanto la compra de armamento como su uso.

También se prevé que tengan más fuerza proyectos dirigidos a reforzar las leyes que prohíben el aborto, y otros que pretenden cerrarle las puertas al matrimonio homosexual, aceptado sólo por una decisión judicial pero sobre el cual no se ha legislado aún.

Esas propuestas tienen como motores a influyentes grupos de poder suprapartidario con una fuerte presencia en el Parlamento y que se expresan sobre todo a través de las llamadas “bancadas” evangélica y rural.

La primera, integrada por un centenar de diputados y senadores, de los cuales muchos son pastores de iglesias evangelistas con una creciente influencia en la sociedad, y la segunda, formada por unos 200 legisladores que abogan públicamente por los intereses de los grandes empresarios del campo.

Temer ha admitido que para gobernar deberá mantener unida esa heterogénea base política, lo cual implicará ceder en algunos casos para garantizar el respaldo parlamentario a sus propias propuestas.

En todos sus pronunciamientos desde mayo pasado, cuando asumió el poder en forma interina en sustitución de Rousseff, suspendida para responder al juicio político que acabó con su destitución, Temer ha subrayado la “importancia de mantener la armonía” con el Congreso para garantizar la gobernabilidad.

De hecho, volvió a subrayar eso este jueves, cuando después de jurar el cargo y poco antes de viajar hacia China para asistir a la Cumbre del G20, convocó a un consejo de ministros.

Afirmó que “en el pasado, los partidos aliados no participaban de la discusión de las políticas gubernamentales”, en franca alusión al Gobierno de Rousseff, quien se apoyó en el centro y la derecha para llegar al poder pero bloqueó muchas de sus propuestas más polémicas.

Según Temer, “eso ahora será diferente”, porque “los partidos que apoyan al Gobierno serán efectivamente Gobierno y habrá con ellos un diálogo permanente”.

En la acera de enfrente, Temer tendrá al PT, un partido que tras pasar trece años en el poder vuelve a la oposición menguado pero aún con cierta fuerza, y a movimientos sociales que, si bien han perdido terreno, conservan cierta capacidad de movilización.

A esa base pareció referirse Rousseff cuando, una vez confirmada su destitución, insistió en que ha sido víctima de una “ruptura constitucional” y anunció la “más determinada, firme y enérgica oposición que un golpista puede sufrir”.

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