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Tratado del Elíseo: de la visión de Adenauer-De Gaulle a Merkel-Hollande

Tratado del Elíseo: de la visión de Adenauer-De Gaulle a Merkel-Hollande

EFE

Berlín —

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La canciller Angela Merkel y el presidente François Hollande evocarán mañana los 50 años del Tratado del Elíseo, el puntal del eje franco-alemán forjado por Charles de Gaulle y Konrad Adenauer y que pese a desconfianzas iniciales en sus sucesivos líderes superó, hasta ahora, todos los obstáculos.

Los 577 miembros de la Asamblea Nacional francesa y los 620 diputados del Bundestag (cámara baja) celebrarán una sesión conjunta en el histórico Reichstag berlinés, punto culminante de una jornada plagada de conmemoraciones, ágapes y discursos.

Más allá del ritual litúrgico propio de las efemérides, la sesión pretende ser expresión de voluntad de continuidad de una cooperación bilateral sin precedentes, sellada el 22 de enero de 1963.

Habían pasado 18 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Alemania estaba ocupada por las potencias vencedoras (Francia, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética) y su canciller, Adenauer, temía que un exceso de “bilateralidad” con París molestara a Washington.

Al general francés De Gaulle le costó cinco años convencer al canciller alemán de que la reconciliación entre dos vecinos que fueron enemigos de guerra era de interés también transatlántico, máxime en la Guerra Fría.

Le ayudó a ganarse la confianza del líder alemán su perfil de excombatiente contra el Tercer Reich. Adenauer se había convertido en el primer canciller de la República Federal de Alemania (RFA) en 1949, apuntalado por su pasado antihitleriano.

Como alcalde de Colonia (oeste de Alemania), su anterior cargo público, había estado entre los que detectaron ya desde antes del acceso al poder de Hitler (1933) la monstruosidad del nacionalsocialismo.

El Tercer Reich lo inhabilitó, fue difamado y repetidamente detenido por la Gestapo. Tras la capitulación los aliados vieron en él al político limpio para liderar una Alemania aún en ruinas.

Adenauer suscribió el Tratado ese 22 de enero, cinco meses después de que De Gaulle tocara la fibra de sus compatriotas, en un discurso en Ludwigsburg (suroeste de Alemania), asegurando que el futuro de Europa estaba en manos de los jóvenes, franceses y alemanes.

El canciller había asumido el cargo con 73 años y era para entonces un anciano de 87 años. Fue su último año en el puesto y dejó para sus sucesores un Tratado que estipulaba el compromiso vinculante entre París y Berlín de consensuar sus políticas.

Esa obligatoriedad se remitía aún a Defensa y Seguridad, además de Educación y Juventud. En 1988 se añadieron nuevos protocolos, en que ampliaban ese compromiso al ámbito Presupuestario y Económico.

De Gaulle y Adenauer colocaron el fundamento de lo que se conoce por eje franco-alemán, completado por sucesivos dúos igualmente históricos que mantuvieron y actualizaron el compromiso bilateral.

Así fue con el conservador francés Valéry Giscard d'Estaing y el socialdemócrata alemán Helmut Schmidt, el cristianodemócrata alemán Helmut Kohl y el socialista francés François Mitterrand o el alemán Gerhard Schröder y el conservador francés Jacques Chirac.

Cada uno de estos dúos escribió su página para la historia -la más célebre, Kohl y Mitterrand de la mano, en 1984, en Verdun (Francia), evocando la terrible batalla entre ambos países, en la Primera Guerra Mundial.

Con ese álbum de fotos históricas se llegó a la alemana Merkel y al francés Nicolas Sarkozy, de cuyo grado de simbiosis se acuñó el término “Merkozy”.

La simbiosis entre la última gran pareja del eje no fue inmediata -tampoco lo fue entre sus predecesores-, sino que precisó su tiempo.

El fin de “Merkozy” fue recibido con alivio por quienes vieron que demasiada armonía París-Berlín atenazaba al resto de la Unión Europea (UE).

Hollande y Merkel no han encontrado, por ahora, el camino del entendimiento, lo que ha devuelto la consideración general de que cuando el eje no funciona, nada marcha en la UE -el último capítulo fueron los presupuestos comunitarios para el periodo 2014-2020, aparcados entre disensos entre París y Berlín.

Mali podría ser esa oportunidad, pero hasta ahora Merkel ha respondido con una parquedad a la petición de apoyo -dos aviones de transporte- que ha sorprendido incluso a sus filas.

2013 es un año de comicios generales en Alemania y la canciller no quiere jugar con un electorado, mayoritariamente contrario al envío de soldados. Razón de más para que mañana, como anfitriona, dé con el tono para que la conmemoración no quede en mero ritual.

Gemma Casadevall

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