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Zapatero justifica su política exterior y el alejamiento de EEUU porque España recuperó su “vocación europeísta”

EUROPA PRESS

MADRID —

Así respondía Zapatero el pasado septiembre a una carta que le había enviado un mes antes el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, y que recoge éste en su libro 'Todos los cielos conducen a España'.

Margallo había reprochado al expresidente que el repliegue de Irak “marcó el fin del consenso que había caracterizado” la política exterior española “desde mediados de los años ochenta del siglo pasado”.

El ministro reconoce que “las responsabilidades de esta ruptura son compartidas” y que “en las democracias maduras se debe asumir una 'normalización del disenso'”, pero considera que no fue “realista pensar que el distanciamiento en la relación transatlántica pudiera compensarse con un estrechamiento de la relación con Europa”. “Ambas son dimensiones esenciales de la política exterior y no pueden compensarse mutuamente”, afirma.

Para Margallo, “las relaciones internacionales no pueden entenderse mediante un único paradigma, sino a través de una pluralidad de aproximaciones, que tengan en cuenta a los nuevos actores, los nuevos retos y amenazas y la compleja interdependencia que caracteriza a la sociedad internacional”.

FIN DEL “DESENCUENTRO” CON EUROPA

Zapatero contesta a estas observaciones que la retirada de las tropas de Irak representó “el fin del desencuentro” de España con países europeos y árabes y que la política exterior de nuestro país se ancló “de nuevo en el diálogo, el multilateralismo y el apoyo a Naciones Unidas”, recuperando además su “decidida vocación europeísta”. “Nuestra política exterior se desplegaba, pues, en sus escenarios naturales, al tiempo que se proyectaba sobre el continente africano”, apunta.

Sobre la relación con Estados Unidos, el expresidente explica que siempre defendió “una relación que fortalezca todo lo que recíprocamente une” a ambos países, una “orientación básica” que se recuperó tras la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca en enero de 2005.

Por tanto, considera que en su política exterior “hubo una recuperación de los vectores clásicos: buena relación con los socios europeos y con los vecinos del Mediterráneo y del Norte de África, así como con los países latinoamericanos, a lo que hay que sumar una igualmente buena relación con las grandes potencias mundiales”, Estados Unidos, China y Rusia.

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