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Las altas temperaturas, la nueva amenaza para los desplazados iraquíes

Las altas temperaturas, la nueva amenaza para los desplazados iraquíes

EFE

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Campamento de Hasan Shami (Irak), 2 jul EFE.- Para Ahmed Abu Seif, de 38 años, escapar del yugo de los yihadistas fue todo un riesgo. Ahora, en un campo de desplazados, lucha contra las altas temperaturas que se alcanzan estos días en el norte de Irak, y que se vuelven insoportables bajo los plásticos de las tiendas de campaña.

Junto a su mujer y su pequeña, de siete años, Ahmed vivía en el barrio de Al Maidan, situado en el casco antiguo de la urbe iraquí, el último reducto de los terroristas del grupo Estado Islámico (EI) en Mosul. Pero un día, se atrevieron a coger un bote para cruzar el río Tigris, que divide la ciudad en dos, hacia el este liberado.

Fue hace escasas semanas cuando, superada la travesía, llegaron al campamento de Hasan Shami, en la zona de Al Jazer, al este de Mosul, para vivir en una tienda, que se ha convertido en un verdadero suplicio para él y su familia en unos días donde se registran una media de 45 grados de temperatura.

“Pasamos mucho calor. Mucho. Solo pensamos en volver a nuestro hogar, pero hasta que no sea liberada la zona no podemos”, asegura a Efe desde la avenida principal del campamento, en una hora que el termómetro marca los 47 grados.

Compara las tiendas a invernaderos, ya que el calor se mantiene siempre y es tal que “ni por las noches podemos dormir”, indica.

Además, otra de las amenazas que señala es que, debido al calor extremo y al terreno árido en el que se erigen estas instalaciones, comienzan a aparecer serpientes y escorpiones, que buscan el agua y las zonas menos calurosas.

“Ya no se puede dormir por las noches fuera de la tienda porque es muy peligroso, ya que aparecen escorpiones y serpientes que te pueden morder”, relata.

Mientras explica cómo viven, aparece Hasan, de 50 años, vecino del mismo barrio de Ahmed, que cuenta a Efe cómo a un hombre, padre de cinco niños, le mordió una serpiente hace pocos días y murió cuando era trasladado a Erbil, capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí.

“Aquí no tenemos tratamientos ni nada. Solo queremos volver”, se lamenta.

Los campamentos se levantan en terrenos áridos donde el sol radia de lleno sobre los plásticos de las tiendas de campaña, que se pueden convertir en una trampa mortal para los civiles.

Para mitigar el calor, intentan ataviarse con pañuelos y toallas húmedas sobre la cabeza. Otros, hacen cola para cobijarse en las pocas sombras que hay como la que proyectan los depósitos de agua.

Ahmed sostiene a su hija y le levanta la cabeza para mostrar, que debido al calor y al sudor, la pequeña tiene erupciones cutáneas en el cuello y en las articulaciones de ambos brazos.

“No le importamos a nadie. No nos podemos quejar a nadie”, arguye pesimista. Tras acabar la frase, aparece una camioneta cargada de muebles.

“¿No ves? Todos queremos volver a nuestras casas e irnos de aquí”, asevera señalando hacia el lugar donde se encuentra el vehículo.

Ante esta situación, Hala Jaber, la portavoz de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), asegura a Efe que los desplazados “tienen acceso limitado a los sistemas de refrigeración para mantener los alimentos frescos, adecuadamente protegidos y esterilizados, por lo que los niños, sobre todo, corren el riesgo de desarrollar diarrea y deshidratación”.

Según la responsable, “los campos están preparados en la medida de lo posible”, pues, añade, “se les proporciona a los desplazados unos kits para el verano de la OIM, es decir, cajas con productos y ventiladores”.

Para ella, esto “no supone una amenaza literal”, aunque sí podría ser “una posible amenaza” si no se toman las medidas “correctas”, apostilla.

Sin embargo, el verdadero problema, aduce Jaber, es “la falta de fondos necesarios”, ya que solo han recibido el 33 % de lo demandado para los próximos seis meses, por lo que “inevitablemente esto tendrá un impacto en la asistencia futura” para los desplazados.

Isaac J. Martín

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