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Los ataques contra sanitarios han convertido el acceso a la salud en un arma de guerra

Los ataques contra sanitarios han convertido el acceso a la salud en un arma de guerra

EFE

Ginebra —

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Nunca los servicios y el personal sanitario que auxilia a las víctimas de conflictos armados han sido blanco de tantos ataques deliberados como en los últimos años, lo que ha convertido el acceso a la atención médica de enfermos y heridos en un arma de guerra.

Las principales organizaciones humanitarias presentes en esos conflictos hicieron hoy de la denuncia de estos hechos el tema central de una mesa redonda, dentro de los actos del Día Internacional de la Ayuda Humanitaria, que se celebra cada 19 de agosto.

Se trata de una tendencia clara desde 2014, coincidiendo con la entrada en escena de los conflictos del movimiento yihadista Estado Islámico, ya que entonces se registraron 338 ataques en distintos países, 256 en 2015 y 302 el año pasado, con 525, 434 y 418 víctimas mortales, respectivamente.

Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo en el primer trimestre de este año ha habido 88 ataques a instalaciones médicas que causaron 80 muertos.

En una jornada dedicada por la ONU a este tema, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, recordó que cada vez se ven más bombardeos de hospitales, saqueos de suministros médicos y asesinatos de personal sanitario, a pesar de que una serie de normas internacionales supuestamente garantiza su protección.

Cirujano de guerra por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en varios de los mayores conflictos de los últimos veinte años, el doctor Marco Baldan confesó que muchas veces lo único que le impidió abandonar un frente de batalla fue la certeza de que “no había nadie más para ayudar a esas víctimas”.

“En ocasiones, incluso cuando sabemos que no podemos hacer nada, la presencia de médicos y enfermeras humanitarios ofrece esperanza. Más de una vez mis colegas locales me dijeron que, mientras estuviera en el hospital, los combatientes no les atacarían”, relató.

Sin embargo, pese a todas las tragedias que ha presenciado, Baldan se considera afortunado porque, afirmó, “cuando la situación está fuera de control, cuando se hace insoportable, yo puedo irme; ¿pero qué pasa con los pacientes o mis colegas locales, que no tienen otra opción que quedarse y llevar el peso de una misión imposible?”.

“El acceso a la atención médica es utilizado actualmente como un arma de guerra (...), la destrucción de hospitales y el asesinato de su personal no son consecuencias inevitables de la guerra, sino parte de una elección que hacen los combatientes”, sostuvo.

Baldan dijo que los Estados también tienen ante si una elección: “seguir permitiendo que esto ocurra con impunidad o mostrar coraje y decir que esto no tiene que ser así”.

Ante el mismo auditorio, el director de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Suiza, Bruno Jochum, sostuvo que los ataques sufridos en años recientes por las organizaciones humanitarias han generado “un fuerte sentimiento de vulnerabilidad” y hacen urgente la necesidad de generar conciencia en torno a esta situación.

“La mayoría de los ataques son deliberados, no por error. En muchos lugares observamos una táctica militar que consiste en privar a la población civil de servicios para arrancarle lo que le queda de esperanza”, denunció.

Jochum indicó que cada vez son más las situaciones en las que no se acepta que la organizaciones atiendan de manera imparcial a los heridos, independientemente de si son civiles o combatientes, y se usa esto como pretexto para agredirlas.

El responsable humanitario dijo que el caso de Siria es flagrante en este sentido, puesto que el Gobierno ha prohibido al personal médico atender a oponentes, bajo la amenaza de castigo.

“Otros países consideran que se trata de un acto de apoyo material al terrorismo, lo que crea un entorno que legitima y conduce a los ataques”, lamentó.

Los trabajadores humanitarios también están expuestos a agresiones en otras circunstancias, como ocurrió durante la epidemia de ébola en África occidental (2014-2015), donde ocho empleados sanitarios murieron en ataques de la población que rechazaba su presencia y acciones.

Durante esa emergencia, el personal médico sufrió decenas de ataques porque algunas comunidades creían que el ébola era una invención y que se intentaba sacar provecho de ellas, lo que llevó a una fuerte hostilidad en su contra.

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