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El caso del pendrive, otra batalla entre comisarios

EFE

Madrid —

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El 14 de octubre de 2014, la Policía detuvo a Francisco Nicolás Gómez Iglesias, conocido como el pequeño Nicolás. Ese día se abrió “el infierno mediático” para el comisario Marcelino Martín Blas, y empezó una guerra en la cúpula policial que tiene un nuevo episodio en el caso del “pendrive” de los Pujol.

Un lápiz de memoria que “no existe”, según la declaración que Martín Blas, excomisario de Asuntos Internos de la Policía, prestó ante el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata el pasado 17 de febrero y a la que ha tenido acceso Efe.

En su declaración, que duró una hora y diez minutos, Martín Blas tachó de “rigurosamente falso” lo declarado el día anterior por ex director adjunto operativo (DAO) de la Policía, Eugenio Pino, quien aseguró que él fue quien le entregó el pendrive con información relevante sobre las presuntas actividades delictivas de la familia Pujol.

De ese modo, el juez, los fiscales del caso y las partes personadas escucharon en apenas 24 horas dos versiones radicalmente opuestas sobre un dispositivo, cuyo origen podría comprometer parte de la investigación sobre la fortuna de los Pujol.

Martín-Blas llegó a explicar que fue citado a una reunión por el excomisario de Policía Judicial, José Santiago Sánchez Aparicio, y el jefe de la UDEF, José Manuel García Catalán, quienes le hablaron de ese pendrive, pues les habían dicho que la información que contenía era buena. “Que digan lo que quieran, no hay, no existe, no seáis tontos”, les espetó.

Y el juez, los fiscales y el abogado del Estado se interesaron por posibles motivos de esa discrepancia radical entre las versiones de dos mandos policiales que tuvieron una relevante responsabilidad en la Policía Nacional en los últimos años y que, además, fueron amigos.

Pino eludió en principio la pregunta del abogado del Estado y, reprendido por el juez, se justificó: “Perdone, pero cuando ha habido una íntima amistad y luego no la hay, hay un resorte psicológico que salta”.

Explicó acto seguido que Martín-Blas fue muy amigo suyo y un hombre “de máxima confianza”, pero que “ahora no lo es”. Eso sí, negó de forma categórica que su intención fuera involucrar a su antiguo amigo en la causa.

Pero 24 horas después, ante la misma pregunta del abogado del Estado, Martín-Blas relató una serie de “hechos objetivos” sobre lo ocurrido en el caso del pequeño Nicolás.

Es decir, que él dirigía la operación que se saldó con el arresto del joven y, desde entonces, se abrió un “infierno mediático” ante él en el que cada día se pedía su cese en un medio de comunicación, algo que finalmente ocurrió en marzo de 2015.

Que el juez que instruye el caso de Nicolás le encomendó dirigir una comisión judicial para investigar quién había grabado la reunión que hubo antes de esa detención entre agentes de Asuntos Internos y miembros del CNI en su propio despacho.

Que de esa investigación se concluyó que el autor debía ser un periodista de un medio vinculado al comisario José Manuel Villarejo, quien se presentaba a sí mismo como adjunto a Pino.

Que, por ello, en el informe que remitieron al juez en junio de 2016 pedían la citación como investigados de, entre otros, Pino y Villarejo, por formar parte de una “organización criminal”.

Y que, desde entonces, “el infierno que se había desatado se multiplicó por doscientos”.

De acuerdo con su versión, Pino intentó contactar con él a través de un intermediario en octubre de 2016, antes de acudir a la Audiencia Nacional por primera vez (de forma voluntaria) para decir que él le había dado el “pendrive”.

“Hemos tenido una relación de afecto, pero ahora no tenemos nada de qué hablar”, respondió.

María Traspaderne y Raúl Bellerín

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