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El debate sobre el futuro de Podemos entre familias y discursos estalla en pleno proceso de investidura

Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Irene Montero, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y otros líderes de Podemos celebran los resultados el 20 de diciembre.

Aitor Riveiro

El 20 de diciembre de 2015 centenares de personas se acercaron a la explanada que hay en un lateral del Museo Reina Sofía de Madrid. La plaza donde Podemos ha celebrado sus triunfos electorales: desde los cinco eurodiputados de 2014 hasta los 69 escaños en el Congreso, sumadas las confluencias, que logró en las generales. Aquel 20D los principales líderes del partido subieron al escenario visiblemente eufóricos con el resultado. Entre las muestras de alegría, tres signos reconocibles: el puño cerrado alzado, el símbolo de la victoria con los dedos índice y corazón y la mano al aire con la palma abierta. Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. Tres gestos que se repiten de forma habitual en sus protagonistas y que identifican algunas de las corrientes, sectores, grupos que se dan dentro del partido. No son las únicas. Y sus fricciones han saltado del interior del partido al exterior en el peor momento: en pleno proceso de formación de Gobierno.

El uso de esta simbología no es absoluto. O no para todo el mundo. Hay dirigentes y cuadros de Podemos que siempre se sitúan en la misma. Otros fluctúan, bien de forma premeditada bien por no querer significarse o, simplemente, por ignorar este juego de simpatías. Y tampoco agotan todas las afinidades personales y políticas que existen en el partido fundado hace poco más de dos años con la intención, lograda, de agitar la izquierda española.

Y, como se empeñan en repetir desde los territorios, esto es un juego de Madrid que no se sigue fuera, donde incluso se desconoce.

Precisamente la crisis interna de Madrid ha motivado la negación de esa multiplicidad de distintos Podemos que habitan dentro del partido fundado por cinco profesores universitarios y unos cuantos activistas en enero de 2014. Los principales líderes de Podemos, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, se reunieron el miércoles en solitario para analizar cómo abordar una batería de dimisiones de dirigentes regionales afines a Errejón que llega cuando, como reconocía esta misma semana un destacado dirigente a eldiario.es, menos diferencias estratégicas hay en la dirección del partido.

En una carta firmada por el número dos de Podemos, que comenzó a circular de Telegram en Telegram en la noche del miércoles, Errejón aseguraba sentirse “entristecido” por lo ocurrido en Madrid, tildaba las informaciones al respecto de campaña “del PSOE y alrededores” y pedía repetir que no existe la “frontera ficticia entre 'moderados' y 'radicales' dentro de Podemos”, sino que solo hay “un Podemos, el que tiene claro que las políticas de recortes y austeridad deben ser cosas del pasado”.

Esa división, sin embargo, existe. Y no solo entre “radicales” y “moderados”. Existen sensibilidades, como las hay en todos los partidos. Y sus fricciones se intensifican o diluyen en función de circunstancias propias y ajenas que muchas veces escapan al control de quienes supuestamente comandan esas corrientes.

El Podemos para protestar y el Podemos para ganar

Podemos para protestarPodemos para ganarUn par de semanas después de las europeas de 2014 centenares de personas de toda España se reunieron en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Muchos se vieron las caras por primera vez y algunos no se la volvieron a ver nunca. Allí se celebraron talleres de formación y una gran asamblea en la que se definió cómo iba a ser el proceso que determinaría las bases del partido meses después en Vistalegre. Y puso en evidencia lo que desde entonces se ha dado en llamar “las dos almas” de la organización.

Aquel tránsito lo dirigió Luis Alegre tras unas primarias. Alegre es hoy el secretario regional de Podemos en Madrid puesto en la picota por las dimisiones de 10 de sus consejeros.

En Vistalegre quedó mucho más patente la pugna política que se iba a dirimir. Se visualizó en el debate abierto entre dos concepciones de lo que debía ser el partido. En público, en un escenario y en redes sociales. Sin pactos previos y con incorporaciones sobre la marcha. Era lo que algunos llamaron “el Podemos para protestar”, más próximo al activismo y que encarnaba Izquierda Anticapitalista, y el “Podemos para ganar”, la “maquinaria electoral”, en palabras de Errejón. Aquello de que “el cielo no se toma por consenso, se toma al asalto”.

La derrota del sector anticapi y la victoria del conocido como equipo promotor sentaron las bases del partido. Pero este grupo de antiguos militantes de IU no se dio por vencido. Curtidos en el “largo plazo”, optaron por ir paso a paso. Lograron situar a Teresa Rodríguez al frente de la organización en Andalucía y como contrapeso de Pablo Iglesias en el Consejo Ciudadano; a Miguel Urbán en Bruselas; y a un buen número de consejeros en los órganos internos de Madrid y otras regiones. Y después, a cargos electos en ayuntamientos y en parlamentos autonómicos.

“Se ha nublado”: el primer desencuentro de Iglesias y Errejón

Para entonces ya se habían producido las primeras diferencias de estrategia entre los líderes del partido. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón son grandes amigos desde su época de estudiantes universitarios. Una amistad que probablemente ha salvado a Podemos en los momentos más difíciles.

Primero fue el encontronazo de Monedero con Hacienda a finales de enero de 2015 y su salida de la dirección del partido. Luego, las diferencias en la forma de abordar las negociaciones en Andalucía tras las elecciones autonómicas que ganó el PSOE en marzo de 2015. Y, finalmente, la negociación de las listas que iban a presentar en Madrid en mayo de ese mismo año. Otra vez Madrid. Aquel 2015 “empezó nublado”, como explicó Errejón en una entrevista en eldiario.es con una de esas metáforas tan explicativas que dominan el discurso de Podemos.

Durante los primeros seis meses de ese año las “dos almas” de Podemos ya eran tres. Las negociaciones en Andalucía obligaron a una primera decisión. Y perdió el pragmatismo que encarna Errejón. Teresa Rodríguez impuso unas líneas rojas en su negociación con Susana Díaz que tenían sus raíces en las esencias de Podemos. Desde Madrid se intentó rebajar la presión sobre el PSOE ante el riesgo de que afectara al paulatino trasvase de votos de las filas socialistas a Podemos que reflejaban las encuestas y las urnas. Tras unos días de titubeos, Pablo Iglesias impuso su cargo, su criterio y arropó a la líder andaluza del partido: “Sí. Son líneas rojas”.

Ese abril de 2015 afloró las divergencias tácticas, más que políticas, entre los dos principales líderes de Podemos. Y arrastró hacia la superficie consigo otro conflicto más larvado y de largo recorrido: la pugna por el control interno de un partido que crecía a nivel regional y municipal. Pablo Iglesias estaba en Bruselas y su querencia por el día a día de la organización es prácticamente inexistente, según personas de su entorno. Íñigo Errejón estaba cada día en la sede de Madrid y en contacto con todos los territorios a través del secretario de Organización, Sergio Pascual. Solo Andalucía y Aragón opusieron resistencia.

El grupo parlamentario, la investidura y los independientes

La composición de las listas de las generales fue vista como una oportunidad de Pablo Iglesias para recuperar poder interno en su regreso a España. El líder del partido logró una candidatura a su gusto apoyado no solo en su Secretaría General, sino también en Pablo Echenique, presidente de la Comisión Electoral, y Teresa Rodríguez.

Los conflictos en la composición de las listas son habituales en todos los partidos y en Podemos se resuelven por primarias. “Ante la duda, democracia” es un mantra en el partido. Pero esta vez casi se lleva por delante el tribunal interno, la comisión de garantías de Podemos, que tendrá también que resolver probablemente otro lío interno a cuenta de las primarias en Euskadi.

Pablo Iglesias logró controlar el proceso. Y con ello, un grupo parlamentario muy afín. Si Errejón tiene el partido, Iglesias tiene el Congreso. De momento no hay diferencias estratégicas importantes en su seno. El consenso, se pregunte a quien se pregunte, es absoluto. Podemos no ha nacido para convertirse en muleta del PSOE y no apoyará en una investidura de Pedro Sánchez que le deje las manos libres para pactar durante la legislatura con Ciudadanos o el PP.

“Se ha discutido y hay una estrategia conjunta clara”, asegura Pablo Echenique a eldiario.es. Desde Aragón, el secretario regional señala que ha habido “pocos momentos de mayor cohesión con respecto de la estrategia” en los poco más de dos años de vida de Podemos.

El 'no' de las votaciones del 2 y del 4 de marzo se comparte en cada esquina del partido. No así el tono que usó Pablo Iglesias durante el debate. El discurso del secretario general gustó de forma mayoritaria, según las fuentes consultadas por eldiario.es. Pese a su marcado carácter de izquierdas. Las referencias a la matanza de Vitoria, la contextualización histórica del cuadro El abrazo, bajo el cual firmaron Pedro Sánchez y Albert Rivera su acuerdo, o la mención del 15M agradaron. “Era lo que tocaba en ese momento”, zanja un dirigente.

En ese primer discurso, que tiene el sello de Iglesias, ya había una referencia explícita a la “cal viva” que dominó luego los turnos de réplica. La segunda parte de la actuación del líder ya no gustó tanto. Y no solo a un Errejón menos impulsivo y más consciente de la necesidad de mimar a las bases socialistas. A algunos diputados de las confluencias y a los independientes tampoco les hizo mucha gracia.

En las listas de Podemos el 20D iban un buen número de candidatos ajenos al partido. Bien de otras formaciones, como Equo o Convocatoria por Madrid, o de movimientos sociales. Y algunos expresan notables diferencias con la agresividad de Iglesias. El secretario general cambió el tono dos días después y sacó a relucir su cara más amable en el segundo debate.

Dejar atrás la maquinaria electoral

Cerrado el largo ciclo electoral, bien sea ahora o con una repetición de elecciones, el Podemos surgido de Vistalegre para ganar tendrá que reconvertirse. Pocos lo reconocen en público pero son mayoría los que lo hacen en privado.

Entre los primeros está Pablo Echenique. El secretario regional de Aragón asegura eldiario.es que “en el camino de llegar a las instituciones, por falta de tiempo, hemos prestado poca atención a círculos”. “Cuando tengamos un momento de tranquilidad”, añade, “habrá que pisar el balón, ver lo que hemos hecho bien, lo que no, y mejorar. Es una obligación”. “La única pregunta es cuándo es el momento. El consenso es que ahora no lo es”, apunta. En Aragón, señala, ya han comenzado una “fase previa de análisis”.

Esto puede implicar un nuevo proceso asambleario. Un Vistalegre II. O no. Otro dirigente explica que hay dos pulsiones en Podemos: que la “reconstrucción” del partido la hagan los cargos o las bases. “Si ahí hay discrepancias”, avanza, “entonces sí habrá ruido porque son proyectos diferentes”.

Los retos inmediatos en lo interno que tiene Podemos son Cataluña, Galicia y el ya relatado de Madrid. En la primera, el partido de Iglesias corre el riesgo de pasar a la irrelevancia como organización subsumido en el nuevo sujeto político que lidera, desde antes de que vea la luz, Ada Colau. “Es lo único que no está en duda”, señala un destacado dirigente político catalán sobre el papel de la alcaldesa de Barcelona. Lo demás está por ver.

Las dudas están en cómo será ese nuevo sujeto político, del que formarían parte Barcelona en Comú, Podem, ICV, EUiA, Procés Constituent y otras organizaciones. ¿Un partido? Eso implicaría la desaparición de facto de Podem y demás marcas. ¿Una federación de partidos? La fórmula no es del agrado de casi nadie pero es la única para visualizar pluralidad. ¿Una herramienta electoral, como Ahora Madrid? Difícil.

En Galicia la situación parece más sencilla, pero también urge más. El ex secretario general, Breogán Riobóo, ha perdido el apoyo de la mayoría de su anterior cúpula. Aunque repite su candidatura a dirigir Podemos en la comunidad, su oposición a reeditar En Marea para las inminentes elecciones autonómicas juega en su contra. Tampoco cuenta con el siempre importante apoyo de la dirección estatal.

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