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La ciudad filipina de Davao, baluarte del presidente Duterte

La ciudad filipina de Davao, baluarte del presidente Duterte

EFE

Davao (Filipinas) —

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El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, cuenta con un apoyo abrumador en la ciudad sureña de Davao, de la que fue alcalde más de 20 años, donde nadie parece estar dispuesto a cuestionar o criticar sus políticas.

“Nadie habla mal de él desde que fue elegido presidente”, confiesa a Efe el editor jefe en Davao del diario filipino Manila Bulletin, Jonathan Santes.

“Me gustaría pensar que aun hay gente que le critica, como antes, pero están muy callados”, agrega.

Los habitantes de Davao cuentan que antes de que Duterte se hiciera con la alcaldía de la ciudad, en 1988, el índice de delincuencia era tan alto que los asesinatos a sangre fría en plena calle no resultaban un acontecimiento.

“Incluso los policías recibían disparos en la calle. Eso era algo normal”, relata Santes.

“La ciudad estaba llena de criminales y Duterte fue fundamental a la hora de 'limpiar' Davao”, explica el periodista.

Estos esfuerzos han convertido con el tiempo a Duterte en una figura “casi divina”, cuyo nombre se ve prácticamente en cada calle de la población en grandes pancartas que le dan la enhorabuena por ganar las elecciones presidenciales del 9 de mayo pasado o le agradecen su entrega.

“La gran mayoría de las personas de esta ciudad le idealizan. Y si tienes una opinión distinta de Duterte, no la dices, porque sabes que a la gente no le va a gustar”, asevera Santes.

Taxistas, tenderos, peluqueros, camareros o estudiantes, nadie es capaz de decir un aspecto negativo del mandatario, del que destacan su gran corazón y su honestidad, aunque en los últimos meses haya llamado a los filipinos en varias ocasiones a matar a sus vecinos si están implicados en el narcotráfico.

Las críticas abiertas de Estados Unidos, la Unión Europea o la ONU, que afirman que el Gobierno de Duterte no garantiza los derechos humanos básicos en su campaña contra las drogas, que ha causado más de 5.600 muertos desde la investidura del presidente filipino, el 30 de junio, no parecen afectar a los davaoeños.

“Los que se meten con él deberían entendernos. En realidad Duterte tiene un corazón de oro. Dice que le da igual ir al infierno con tal de que su gente viva en el paraíso”, afirma Nancy Planas, empleada de una peluquería situada en una de las principales calles de Davao.

“Personalmente no he oído hablar de alguien de aquí a quien no le guste Duterte. Todo el mundo le quiere”, concreta Planas.

Un buen indicativo del apoyo absoluto con el que cuenta el jefe del Estado en esta localidad son los resultados de las elecciones presidenciales: un 96,6 por ciento de los sufragios en la ciudad fueron para Duterte.

En el Hotel Uno, como en muchos otros establecimientos, lo primero que se encuentra el cliente es con una figura de cartón de tamaño natural del mandatario filipino.

“Voté a Duterte porque es un hombre leal y honesto”, dice sonriente uno de los empleados del establecimiento, Harold Garrido, mientras abraza a su presidente.

Algunos de los humildes comercios de Davao que Duterte solía visitar con asiduidad antes de ganar las elecciones se han convertido en visita obligada para sus seguidores, como el restaurante “Sana” o el bar “After Dark”, adonde el mandatario aun acude para disfrutar de una de mayores aficiones: el karaoke.

El presidente filipino también se ha ganado la confianza de casi todo el sur del archipiélago, una región convulsa y dividida por décadas de conflictos religiosos y territoriales en los que influyen decenas de grupos rebeldes, tribus indígenas, clanes y compañías con intereses económicos.

De las 27 provincias que conforman la región de Mindanao, Duterte ganó en 23 de ellas.

“Es el primer presidente de Mindanao, y en esta región no pueden estar más orgullosos de ello. La gente espera por fin tener un mandatario que no se centre tanto en la 'Manila imperial' y que traiga algo de progreso a la zona”, apunta Santes. Helen Cook

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