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Una pesada herencia económica y política aguarda al próximo gobierno argentino

Una pesada herencia económica y política aguarda al próximo gobierno argentino

EFE

(Atención abonados —

Los argentinos estrenan hoy el periodo de reflexión previo a la inédita segunda vuelta electoral para elegir al próximo presidente, que recibirá un país ideológicamente dividido y con un delicado cuadro económico.

Favorito en las encuestas parte el conservador Mauricio Macri, líder de la coalición Cambiemos, que en la primera ronda electoral se anotó un 34 por ciento de votos.

Compite por la Casa Rosada con el peronista Daniel Scioli, del Frente para la Victoria, que logró un 37 por ciento en la convocatoria del pasado 25 de octubre.

Ninguno consiguió el 45 por ciento o el 40 más diez puntos de ventaja necesarios para llegar a la Presidencia en la primera vuelta y se medirán de nuevo en las urnas el próximo día 22.

El ganador asumirá el 10 de diciembre y recibirá una pesada herencia tras doce años de kirchnerismo en el poder y una gestión de Cristina Fernández marcada por el deterioro progresivo de la economía en la etapa final de sus ocho años de gobierno.

El nuevo presidente tendrá que hacerse cargo de una economía sin crecimiento, con problemas fiscales, monetarios, de financiación e inversión, agravados por un presupuesto de difícil ejecución y leyes que condicionarán su actuación, como la restricción de la venta de las acciones del Estado en empresas.

El lastre también incluye otros asuntos espinosos, como el retraso tarifario, el litigio con los fondos especulativos por la reestructuración de la deuda, un inflación próxima al 25 % y una maraña de restricciones cambiarias por desenredar.

“Creo que lo más importante es la herencia a nivel económico porque hay un déficit fiscal importante. Se deja una bomba de tiempo”, dijo a Efe Celia Kleiman, directora de la consultora Polldata.

Para la analista, el próximo presidente “va a tener que desarmar esta bomba y seguramente eso va a equivaler a una política de mayor o menor grado de ajuste, pero de ajuste al fin”.

Otro gran desafío será construir una base amplia de gobernabilidad, con un arco político fuertemente dividido, con un peronismo fracturado y un alto grado de disgregación en el resto de fuerzas políticas.

Este ambiente de tensión y división política es reflejo de una sociedad dividida, una fractura de la que tanto Scioli como Macri son conscientes y que tratan de exorcizar con discursos moderados y un estilo “dialoguista”.

“A nivel social, ya se empieza a percibir que lo que va a tener que suceder -y que de alguna manera quizás se genere espontáneamente- es esta reconciliación y esta sanación de la grieta profunda que se ha instalado en esta sociedad”, sostuvo Kleiman.

Cristina Fernández se va el 10 de diciembre, pero se encargó de colocar a personas afines en tribunales, fiscalías y puestos clave, como la Procuración y la Auditoría General, un factor de condicionamiento para su sucesor.

El “poder residual” del kirchnerismo en el Parlamento es, según Jorge Arias, de la consultora Polilat, otro de los factores que puede obstaculizar la aprobación de leyes impulsadas por el próximo Gobierno, incluso en el caso del triunfo de Scioli, un peronista de raíz no kirchnerista.

La primera vuelta del 25 de octubre dibujó una nueva configuración parlamentaria en la que el Frente para la Victoria, que lidera Fernández, se mantiene con el mayor peso, aunque con menor incidencia en diputados.

Además, los analistas dan por descontado que se avecina una dura puja por el control del Partido Justicialista (peronismo), el mayor movimiento político de Argentina con corrientes que van de la derecha a la izquierda, lo que también podría ser un factor de tensión para el próximo Gobierno.

“Si el kirchnerismo guía al justicialismo a una derrota, le va traer consecuencias internas dentro del partido”, advirtió a Efe Orlando D'Adamo, director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano.

Otra herencia de Fernández es un sindicalismo dividido, foco de conflicto latente, en particular porque los primeros meses del nuevo Gobierno estarán marcados por las negociaciones salariales, muy complejas debido a la alta inflación.

El kirchnerismo también se reserva el “as en la manga” de los movimientos político-sociales, alimentados con millonarios recursos del Estado, con “capacidad para ganar las calles” y “generar caos”, apuntó Arias.

El papel de Cristina Fernández será asimismo un factor de presión para su sucesor. Ella ya lo advirtió: “Yo no voy a ir a ninguna parte, voy a estar siempre para recordarles a todo el país lo que hicimos”.

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