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La inversión china acorrala al elefante africano

La inversión china acorrala al elefante africano

EFE

Nairobi —

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La creciente llegada de trabajadores chinos al África del Este, auspiciada por la gran inversión de su país, ha disparado la compra de marfil procedente de la caza furtiva de elefantes y ha dado lugar a un nuevo mercado que extrema la presión sobre la supervivencia de los paquidermos.

La señal de alarma la dieron recientemente dos informes: “Elefantes en la cuneta”, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente Medio Ambiente (PNUMA), y “Crimen Organizado Trasnacional en África Oriental y Asia”, de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC).

Gerhard Van Rooyen, representante en Nairobi de la UNODC, señala a Efe una de principales conclusiones del documento sobre crimen organizado: “El aumento de la comunidad china en África ha incrementado la demanda de marfil y ha generado un nuevo mercado ilícito”.

El desarrollo económico de China y los cambios en sus parámetros de consumo han elevado significativamente la demanda de marfil entre sus ciudadanos, que codician este material como símbolo de estatus social.

El marfil es sinónimo de “importancia” en el budismo y el taoísmo, y las figuras talladas de este material de dioses como “Fu”, “Lu” y “So” -que representan suerte, dinero y longevidad, respectivamente-, son una presencia común en los hogares chinos, sea cual sea su país de residencia.

Al contrario de lo sucedido en otros mercados tradicionales como Japón o Estados Unidos, China ha crecido hasta convertirse en el mayor destino del tráfico ilegal de marfil, y su demanda se ha expandido allá donde lo han hecho sus inversiones.

Desde hace años, el Gobierno y las empresas chinas han fijado sus intereses en África Oriental, un territorio con infinitas posibilidades de negocio, y también la cuna de la mayor población de elefantes del planeta.

“El incremento de ciudadanos chinos que viven o trabajan en África, ya sea por pequeños o largos periodos de tiempo, ha hecho crecer el mercado ilegal de marfil” y ha “incrementado la caza furtiva”, advierte el citado informe del PNUMA.

Sin embargo, según añade el análisis de la UNODC, esta nueva situación no se limita a la compra para uso personal, algo que se puede hacer con impunidad en mercados abiertos de algunas ciudades africanas como Jartum, Kinshasa o Lagos, donde algunos vendedores incluso han aprendido a hablar chino.

El aspecto que más empieza a preocupar, advierte ese documento, es el tráfico internacional a mínima escala: las figuras de marfil que los ciudadanos chinos transportan en sus maletas cuando vuelan hacia su país, donde las venden o regalan a sus familiares.

Se trata de pequeñas cantidades que resultan indetectables en la facturación del equipaje, pero la frecuencia de este método es cada vez mayor, y la cantidad acumulada comienza a ser notable.

La Embajada de China en Nairobi ha rehusado comentar este asunto con Efe, que ha intentado contactar con diferentes responsables la oficina diplomática sin obtener respuesta.

En otras ocasiones, cuando medios locales han publicado algo al respecto, la legación china siempre ha contestado que no hay ninguna empresa de su país relacionada con la caza furtiva ni conciudadano alguno detenido por este motivo.

Sin embargo, el pasado verano una mujer china fue detenida en el Aeropuerto Internacional de Nairobi con siete kilos de marfil ocultos en paquetes de nueces, lo que le costó una condena de dos años y medio de prisión.

Asimismo, el pasado 9 de noviembre, tres chinos fueron detenidos en Tanzania por cargar 706 colmillos (1,8 toneladas) de elefante en contenedores para transportarlos, delito por el que podrían ser condenados a una pena máxima de 20 años de cárcel.

El nuevo mercado abierto por los trabajadores asiáticos agrava la ya degradada situación de la población de elefantes en África, cuyos cuernos también se utilizan como moneda de cambio en los conflictos bélicos para comprar armas y munición.

Según los datos más recientes del programa de conservación “Mike”, los cazadores furtivos mataron a 17.000 elefantes en 2011, un 7,4 % de la población total africana y 6.500 más que en 2010.

El “porcentaje de sostenibilidad”, fijado en un 6 %, se superó hace tres años y, si continúa la tendencia, la amenaza será categórica, ya que las muertes serán mayores que los nacimientos.

“No solo es una cuestión de números, también existe una degradación del ecosistema y de la propia diversidad genética de la especie”, remarca a Efe el representante de la UNODC.

El problema -añade Van Rooyen- es incluso económico, pues el turismo natural es una de las principales fuentes de ingresos para muchos Estados africanos, y la única forma de atajarlo es con un plan integral que aborde a cazadores, intermediarios y compradores.

Según avanzó a Efe el fiscal general de Kenia, Githu Muigai, su país está reclutando unos 1.000 agentes para crear un cuerpo especializado en este ámbito que recibirá un entrenamiento específico.

Entretanto, unas Fuerzas Especiales sin el equipamiento adecuado, el miedo de los soldados a morir por los disparos de los furtivos y la corrupción endémica de la mayoría de los gobiernos africanos están perdiendo la batalla con los cazadores y los traficantes de marfil.

Por Javier Marín

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