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El mediador en la liberación de las “Chicas de Chibok” pide ver la magnitud del conflicto en Nigeria

El mediador en la liberación de las "Chicas de Chibok" pide ver la magnitud del conflicto en Nigeria

EFE

Ginebra —

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El profesor nigeriano Zannah Mustapha, que medió en la liberación de un centenar de niñas secuestradas por el grupo yihadista Boko Haram, se mostró hoy feliz por el regreso de éstas con sus familias, pero enfatizó que “hay que ir más allá” de su rescate ante la magnitud de la violencia en el norte de su país.

En una entrevista concedida a Efe con motivo del Premio Nansen que le otorgó hoy la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Mustapha recordó en una conversación telefónica desde Nigeria que Boko Haram controla una región del tamaño de Bélgica.

Según la ONU, el estallido de la insurgencia de esta organización terrorista en 2009 ha provocado el desplazamiento de unos 2,3 millones de personas y causado 20.000 muertos en la región de la cuenca del lago Chad, en medio de las más diversas atrocidades contra los civiles.

Mustapha, de 57 años y que además de profesor es abogado, es un profundo conocedor del estado de Borno, epicentro de las operaciones de Boko Haram, que mantiene aún en cautiverio a otro centenar de niñas, conocidas como las “Chicas de Chibok” por el nombre de la escuela de Chibok donde fueron secuestradas hace tres años.

En la capital de Borno, Maiduguri, el activista nigeriano fundó en 2007 una escuela que ha permanecido abierta pese al conflicto, y en 2016 abrió una segunda.

“Formamos a futuros líderes y les proporcionamos las capacidades para que puedan defenderse solos en la vida”, indica.

A unos 125 kilómetros al sur de las escuelas de Mustapha se encuentra la escuela secundaria donde un total de 276 niñas y adolescentes fueron secuestras en abril de 2014.

Para entonces, “ya estábamos intentando negociar con Boko Haram” para restablecer la paz, pero esos intentos fracasaron “porque no teníamos los instrumentos necesarios para la mediación”, relata.

Lejos de dejarse frustrar, Mustapha siguió insistiendo: “Quise la paz e hice un curso de mediación”, explica.

Fue gracias a la Embajada suiza en Nigeria que el profesor pudo viajar a suelo helvético para formarse como mediador.

Mustapha fue aceptado como mediador junto al Gobierno suizo y al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), aunque el mismo reconoce que no sabe porqué se le confió ese rol.

El hecho de que ya ayudaba a las familias de un lado y de otro del conflicto le convertía probablemente en una persona independiente y confiable a ojos de Boko Haram.

El profesor estuvo en octubre de 2016 en la devolución de las primeras 21 niñas, así como de 82 más en mayo de 2017.

En la primera liberación se había acordado la liberación de 20 chicas, pero Boko Haram entregó una más, como regalo a Mustapha, según admite.

Actualmente, Mustapha sigue participando en la mediación para conseguir la liberación de las más de cien jóvenes que todavía retiene Boko Haram.

Sin embargo, Mustapha advierte que “sí, cien niñas están libres, pero hay que ver el alcance más amplio” del conflicto y no olvidar a “todos aquellos que siguen muriendo” en Nigeria y hacer todos los esfuerzos por recuperar la paz.

Mustapha, a quien hoy le fue concedido uno de los premios internacionales más prestigiosos en el terreno de los derechos humanos, también fue instrumental a la hora de crear una cooperativa para viudas que da apoyo a unas 600 mujeres, porque sabe que, “si no tienen cómo vivir, sus hijos no irán a la escuela”.

La educación es su arma particular para generar oportunidades, alejar a los niños de Boko Haram e impulsar desde dentro de las comunidades un cambio que pueda llevar en algún momento a la reconciliación y la paz.

En las escuelas de Mustapha conviven niños y niñas de soldados y de funcionarios asesinados por los yihadistas con compañeros cuyos familiares fallecieron, a su vez, de la mano de las fuerzas armadas nigerianas.

A todos esos huérfanos se les proporciona no sólo educación, sino también comida, uniformes y cuidado médico gratuitos.

En este lugar los jóvenes pueden ser niños y los uniformes no permiten distinguir entre un bando y otro.

“Hay ocasiones que me dejan muy impresionados y que me alientan a seguir trabajando”, señala Mustapha.

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