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Los madrileños, los más decididos a emprender el Camino de Santiago

Los madrileños, los más decididos a emprender el Camino de Santiago

EFE

Madrid —

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Los madrileños se han consolidado como los ciudadanos más decididos a hacer el Camino de Santiago: cerca del 10 % de los que se calzaron las botas y llegaron a la ciudad del Apóstol los pasados años procedían de la región, aunque solo unos 600 -el 0,26 %- usaron como origen el Camino de Madrid, un gran desconocido.

Seguidamente, los andaluces son los más inclinados a hacer el Camino de Santiago -en los últimos años representaron al 8 % del total de quienes llegaron a la catedral-; seguidos de los catalanes -6,7 %-, los valencianos -5,7 % -, los gallegos y los castellanoleoneses -4 %-.

Incluso durante el Año Santo Jacobeo de 2010 los madrileños se mantuvieron a la cabeza de la lista de peregrinos, el 12 % del total, solo igualados por los gallegos y superados únicamente por los peregrinos extranjeros, que supusieron el 27 % del total, según los últimos informes de la propia Catedral.

En total, suelen ser más de 21.000 los ciudadanos naturales de Madrid que cada año realizan la caminata desde algún punto más próximo a la catedral de Santiago de Compostela, aunque la cifra no ha dejado de crecer.

Las peregrinaciones hacia el santuario gallego se remontan al descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago en el siglo IX, y desde entonces se han trazado y actualizado los itinerarios que confluyen en Santiago de Compostela, reconocido como uno de los mayores escenarios de peregrinaje, junto con Roma y Jerusalén.

Entre ellos, y pese a integrarse en la región con más caminantes, está el Camino de Madrid, un gran desconocido que comienza en la iglesia de Santiago, ubicada en el barrio de los Austrias del centro de la capital; atraviesa la sierra de Guadarrama y las tierras segovianas y confluye con el Camino Francés -el más conocido- en Sahagún, ya en tierras leonesas.

Uno de los municipios por los que pasa el casi desconocido camino madrileño es el municipio Tres Cantos, que desde la firma de la declaración jacobea en 2010 se ha convertido en el primero en ofrecer una sala de pernocta para peregrinos, una instalación diferente de los tradicionales albergues que, pese a ello, mantiene el mismo fin: dar refugio a los viajeros.

Este tipo de iniciativas son bien recibidas entre los peregrinos, ya que el Camino de Madrid no dispone de la infraestructura que tiene el Camino Francés y cuenta solo con cinco albergues, por lo que muchos viajeros se ven obligados a descansar en hostales o al raso para no ver flaquear su economía.

Unos 600 peregrinos han pasado por la sala, equipada con una litera, una cama doble y un sofá y en la que pueden cobijarse hasta ocho personas -aunque si el grupo es más amplio se habilita un polideportivo-, además de duchas y una máquina de comida.

En sus cinco años de servicio, el albergue ha visto pasar a peregrinos de todo el mundo y, aunque predominan los europeos, también se han hospedado otros procedentes de Australia, China o Japón.

La concejala de Participación Ciudadana de Tres Cantos, Lidia de Miguel, también desbarata la idea de que los peregrinos son jóvenes y viajan en grupo: las instalaciones han acogido desde bebés de ocho meses hasta nonagenarios, corroborando que “en el Camino importan las ganas, y no la edad”.

Los informes de la Oficina del Peregrino de Santiago de Compostela hacen hincapié en la motivación de los viajeros al emprender su viaje: el 95 % lo hace por razones espirituales o religiosas, mientras que solo el 5 % está motivado por causas como el ocio o el deporte.

En el caso de Madrid, algunos de los peregrinos destacaron que su deseo era “encontrarse a sí mismos” en el trayecto.

Como Cristina Vega, una estudiante de 26 años que reconoce que, tras las largas caminatas, “agradece” llegar a hospedajes cómodos en los que encontrar a personas con objetivos similares.

Lo mismo opina Daniel Sánchez, otro peregrino que de su viaje hasta Santiago de Compostela, el pasado verano, destaca los momentos de “alegría compartida” en las rutas y en los albergues y la presencia de voluntarios que “marcan la diferencia y a los que nunca se les da las gracias suficientes veces”.

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