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Un mensaje escatológico para limpiar Madagascar

Un mensaje escatológico para limpiar Madagascar

EFE

Antananarivo —

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Con un mensaje escatológico que incide en el uso de la palabra “mierda”, un programa de la ONU está convenciendo a los malgaches de que dejen de defecar al aire libre y construyan sus propias letrinas ante el grave déficit de saneamiento que sufre Madagascar.

“Les preguntamos si es normal que coman mierda y qué pueden hacer para evitarlo”, dice a Efe el doctor Eugène Rasamoelina, de una de las ONG que aplican esta iniciativa del Consejo para el Saneamiento (WSSCC) de la ONU para acabar con la diarrea y otras enfermedades provocadas por este hábito, que en esta zona pueden ser mortales.

Rasamoelina es uno de los médicos del país que la ponen en práctica en Vakinankaratra, una región del centro de esta isla situada al sureste de África, en la que un 53 por ciento de la población -especialmente en zonas rurales- hace sus necesidades a la intemperie.

Inspirado en una idea del bangladeshí Kamal Kar, que en Madagascar se aplica por primera vez a la totalidad de un país, el programa pretende que los pueblos malgaches queden, tal y como se dice en la jerga, “libres de defecación al aire libre” (ODF en sus siglas en inglés).

Desde que echara a andar en 2010, el proyecto ha eliminado por completo la defecación al aire libre en más de 12.000 pueblos, y espera que, en tres o cuatro años, todo el Madagascar rural se alivie en letrinas y no junto a las casas de barro, ladrillo y tejados de paja en las que vive.

El proceso para convertir un pueblo en ODF se inicia con una visita de la ONG, que anuncia que viene a ofrecer “asistencia para el desarrollo” y comienza con una reunión con los notables y el resto de vecinos.

En el centro del círculo que se forma, el portavoz de los visitantes pide a un local que dibuje con tiza en el suelo un mapa, sobre el que se representa después, con cartulinas de distintos colores previamente recortadas, la disposición de las casas, los pozos de agua y, por último, las letrinas.

En el pueblo de Antaimakoho, Rasamoelina y su equipo hacen el recuento de letrinas. El número de retretes (casetas de ladrillo con tejado y un agujero excavado) es de 11 para 29 casas y 163 personas, y, superando las reticencias iniciales, los vecinos reconocen que suelen defecar en las inmediaciones del pueblo.

Guiados por un joven de la ONG muy vehemente que repite cada vez con más frecuencia la palabra “mierda”, las decenas de congregados -casi la mitad niños- se desplazan a una de las zonas donde hacen sus necesidades, representadas en el mapa pintado con puñados de serrín.

Allí, el portavoz de los visitantes pincha con un palo uno de los excrementos. Después, mete el palo en un vaso de agua y le dice al público, que escucha ruborizándose entre divertido y avergonzado: “esto es lo que hacen las moscas: van de los excrementos a las patatas; vosotros os coméis vuestra propia mierda”.

Una vez ilustrada la sucesión de hechos que llevan a la gente a enfermar de diarrea (la segunda causa de mortalidad infantil en Madagascar), el grupo vuelve al mapa y Rasamoelina toma la palabra: “¿quién no quiere seguir comiéndose su propia mierda?”, pregunta, y todos van alzando la mano.

“Se trata de mostrar la mierda real de la defecación al aire libre, conectarla con la comida, 'llevarla a la boca' y provocar así asco y vergüenza, tocar la dignidad”, explica el doctor Joséa Ratsirarson, otro de los líderes locales del proyecto.

“No usamos palabras como 'heces', usamos 'mierda', para provocar mayor impacto”, afirma Matilda Jerneck, del WSSCC, que explica que el objetivo es llamar a las cosas por su nombre y acabar con los tabúes.

Los locales llegan a la conclusión de que deben construir letrinas. Un niño dibuja sobre el suelo un modelo, y miembros de la ONG escriben en una pizarra los nombres de quienes se han comprometido a construir retretes.

La elección de la estructura y los materiales corre a cargo de los vecinos, que deciden según la disponibilidad en la zona y las condiciones climáticas y las características del terreno.

Para que un pueblo sea ODF, las letrinas deben asegurar que no entren moscas e incorporar en su exterior un recipiente con agua con la que lavarse las manos.

Los vecinos que han dejado sus nombres prometen ponerse a construir letrinas para sus casas o para la comunidad al día siguiente. En un mes habrán hecho de su comunidad un pueblo completamente “libre de defecación”, lo que ya es motivo de orgullo para cientos de aldeas malgaches.

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