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La península marginada del Sinaí, cuna del yihadismo egipcio

La península marginada del Sinaí, cuna del yihadismo egipcio

EFE

Al Arish (Egipto) —

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La marginación que ha sufrido durante años la península egipcia del Sinaí y su naturaleza fronteriza son los dos factores principales que han favorecido el desarrollo del terrorismo en esta región, uno de los mayores desafíos del régimen egipcio.

“Las oportunidades de trabajo son pocas, el desempleo es alto, aquí no hay inversiones ni fábricas. El paro es un problema mundial y con inversiones terminaría este extremismo”, reconoció a Efe en Al Arish, capital del Norte del Sinaí, el gobernador de la provincia, el general Abdelfatah Harhur.

Esta semidesértica región egipcia, fronteriza con la Franja palestina de Gaza y con Israel, país que la mantuvo ocupada entre 1967 y 1982, ha sido históricamente marginada por los distintos Gobiernos centrales.

En un centro cultural de la ciudad, Abdelqader Mbarek, jeque de la poderosa tribu de los Suarka, cuenta a Efe que las autoridades deben tomar medidas para cerrar la “brecha de la desconfianza” con la población local, a la que también han contribuido “algunas violaciones (cometidas) por las fuerzas de seguridad”, según el líder tribal.

Mbarek, que subraya que ninguna tribu está dispuesta a apoyar a los terroristas, agrega que el Gobierno debería liberar a los detenidos que no están implicados en actos terroristas e indemnizar tanto a los familiares de las personas asesinadas por los yihadistas, como a las víctimas de los errores cometidos por las autoridades.

Walid al Lizi, profesor de música, aseguró a Efe que los habitantes del Sinaí están dispuestos a “sacrificar todo para conseguir la estabilidad del país”.

No obstante, consideró que el Ejecutivo debería proporcionar servicios médicos, educativos y de seguridad a los beduinos que viven en las zonas remotas de la región.

Esta marginación anclada en el tiempo y su localización estratégica entre Asia y África, fomentó que muchos de sus habitantes buscaran alternativas en el tráfico ilegal, que durante muchos años fue semitolerado desde El Cairo.

Los yihadistas “trabajaban en el contrabando y en el tráfico de droga a través de las fronteras, luego fueron condenados a prisión y allí se hicieron extremistas, después terroristas”, explicó a Efe el gobernador.

Mbarek, por su parte, insistió en que el supuesto líder del grupo terrorista Wilayat Sina, Shadi al Maniai, fue “uno de los grandes traficantes de personas procedentes de África”.

Wilayat Sina, antes conocido como Ansar Beit al Maqdis, rindió pleitesía al grupo extremista Estado Islámico (EI) y ha reivindicado la mayoría de los ataques contra las fuerzas de seguridad ocurridos en el Sinaí.

Según el jeque tribal, los yihadistas han conseguido los explosivos de las minas antipersona colocadas durante las guerras del pasado siglo contra Israel y sus armas de la convulsa Libia.

Además, sostiene que también hay armamento que es enviado clandestinamente a través del Sinaí al movimiento palestino Hamás, que gobierna la Franja de Gaza. Según Mbarek, parte de esas armas se quedan en la península.

Con el estallido de la revolución de enero de 2011 en Egipto, la tensión en el Sinaí dio paso a un aumento de los ataques contra las fuerzas de seguridad, que se redoblaron tras el golpe militar que derrocó al presidente islamista, Mohamed Mursi, en julio de 2013.

Pero no fue hasta finales de octubre del año pasado, cuando la muerte de más de 30 soldados en un atentado llevó al presidente Abdelfatah al Sisi a lanzar una dura campaña de seguridad que ha incluido el toque de queda y la destrucción de cientos de casas en la población fronteriza de Rafah.

Desde entonces, centenares de supuestos yihadistas y de miembros de las fuerzas de seguridad han perdido la vida en enfrentamientos, redadas y atentados.

Para Harhur, el punto fuerte de los terroristas, que han seguido lanzando ataques intermitentes a pesar de las medidas de seguridad draconianas impuestas por las autoridades, reside en que llevan mucho tiempo preparando el “escenario de las operaciones militares”.

Harhur explica que los extremistas cuentan, sobre todo, con una red de túneles y de refugios bajo el suelo, excavados en distintas partes de la provincia, que les permiten moverse y esconderse con gran facilidad.

Pero a pesar de las devastadora cifras y de la visible presencia de las fuerzas de seguridad en sus calles, la vida diaria en Al Arish, durante las horas diurnas, parece transcurrir de una manera fluida.

Un vecino de la población de 24 años de edad que pidió el anonimato precisó a Efe que esta aparente “normalidad” se debe a que la gente sabe que el blanco de los ataques no es la población civil, sino los servicios de seguridad y sus colaboradores.

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