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Por qué Pablo Iglesias ha fulminado a Sergio Pascual

Pablo Iglesias, junto al secretario de Organización, Sergio Pascual, durante la presentación del equipo de campaña.

Andrés Gil

Pablo Iglesias ha fulminado a Sergio Pascual. El secretario general de Podemos ha destituido a su responsable interno del partido, afín a Íñigo Errejón, por una pérdida de confianza acumulada que se ha desbordado en las últimas semanas. Crisis territoriales, filtraciones, disputas entre familias políticas y el control del partido son algunas de las claves que explican la decisión de Iglesias.

Crisis territoriales. Madrid ha sido la principal fractura. Diez miembros de su Consejo Ciudadano autonómico han abandonado la dirección en pleno proceso de investidura. Y lo han hecho con críticas a la dirección política, encarnada por uno de los fundadores del partido y afín a Pablo Iglesias, como es Luis Alegre y su número dos, el diputado Miguel Vila. Esta salida concertada de prácticamente un tercio de la dirección madrileña no pudo producirse, según fuentes de Podemos, sin el visto bueno de Sergio Pascual, responsable de la organización interna de Podemos.

Pero que Madrid haya sido la principal fractura no quiere decir que haya sido la única. Pascual, sevillano, chocaba habitualmente con la dirección andaluza, en manos de Teresa Rodríguez –Anticapitalistas–, pero eso se daba casi por descontado en la organización. Otra cosa han sido los problemas en Galicia, donde el secretario general, Breogán Riobó, se resistía a la estrategia de Pablo Iglesias de confluir con En Marea con vistas a las autonómicas; o en Euskadi, donde un miembro de la secretaría de Organización maniobró antes de las primarias; o en Catalunya, donde la elección de la dirección se ha postergado en medio del proceso de configuración de un nuevo sujeto político encabezado por Ada Colau, En Comú.

Es definitiva, Pablo Iglesias tenía problemas en las Comunidades donde, precisamente, mejores resultados ha obtenido Podemos.

Familias. Sergio Pascual era la mano derecha del secretario Político, Íñigo Errejón. Pero eso no quiere decir necesariamente que este movimiento de Iglesias sea dirigido tanto contra Errejón como contra errejonistas. Iglesias, afirman las fuentes, sigue confiando en Errejón, amigo suyo y compañero activista desde hace más de una década.

En todo caso, Podemos es mucho más que pablistas y errejonistas, en términos de rupturistas y posibilistas. En Podemos aún tiene predicamento Juan Carlos Monedero, otro de los fundadores; y el diputado Rafa Mayoral, compañero de Iglesias en las juventudes del PCE y colaborador muy próximo del secretario general, también es un referente para algunos de los que han pasado del PCE e IU a Podemos –rafiquis o mayorales, como Alberto Rodríguez, Francis Gil, Juanma del Olmo...–. La corriente Anticapitalistas también opera en Podemos: dirigen la organización en Andalucía, son prácticamente un tercio de la dirección en Madrid –ahora, tras las dimisiones, la mitad–; y uno de sus referentes y fundador de Podemos, Miguel Urbán, es eurodiputado.

Y luego está el eje transversal de las comunidades históricas: en Galicia, Catalunya y Euskadi, al margen de las familias ideológicas, influye cómo ha de organizarse Podemos en clave territorial. Más o menos dependiente de Madrid, más o menos integrado en las confluencias, más o menos soberanista...

El partido. Cada día que ha pasado el secretario general como eurodiputado ha sido un día en el que ha delegado el poder dentro de la organización. Lo que Podemos sea como partido, se ha construido con Iglesias en Bruselas y con Errejón y Pascual en Madrid. Pero Iglesias dejó el Parlamento Europeo, concurrió a las elecciones y está en Madrid.

La destitución de Pascual, cuyas funciones asume Iglesias, es una clara forma de afianzar el control de un partido que se ha ido construyendo en su ausencia; un golpe encima de la mesa decidido y ejecutado por el propio secretario general sin pasar por ningún órgano –estatutariamente tiene esas atribucionenes– y que comunicó personalmente al diputado por Sevilla en el Congreso pocas horas antes de hacerse público.

El comunicado. Ni la estructura, ni el diseño ni la tipografía del comunicado con el que Podemos comunicó a las 23.30 de este martes la destitución de Pascual son las habituales en el partido, como si no hubiera pasado por la maquinaria y estructura interna.

Y mucho menos habitual es la dureza: “Los últimos acontecimientos dan muestra de una gestión deficiente cuyas consecuencias han dañado gravemente a Podemos en un momento tan delicado como es el proceso de negociaciones para conformar un Gobierno del cambio. Sergio Pascual queda relevado de sus funciones en este cargo, si bien mantendrá sus atribuciones como diputado. Hasta que tenga lugar el nombramiento del nuevo secretario de Organización por parte del Consejo Ciudadano Estatal, las competencias serán asumidas por la secretaría general”.

De la unidad a la “gestión deficiente”, pasando por la “campaña del PSOE y los alrededores”. La crisis interna de Madrid hace una semana motivó la negación de esa multiplicidad de distintos Podemos que habitan dentro del partido. Iglesias y Errejón se reunieron el miércoles pasado en solitario para analizar cómo abordar una batería de dimisiones de dirigentes regionales afines a Errejón que llega cuando, como reconocía esta misma semana un destacado dirigente a eldiario.es, menos diferencias estratégicas hay en la dirección del partido. En una carta firmada por el número dos de Podemos, que comenzó a circular de Telegram en Telegram en la noche de aquel miércoles, Errejón aseguraba sentirse “entristecido” por lo ocurrido en Madrid, tildaba las informaciones al respecto de campaña “del PSOE y alrededores” y pedía repetir que no existe la “frontera ficticia entre 'moderados' y 'radicales' dentro de Podemos”, sino que solo hay “un Podemos, el que tiene claro que las políticas de recortes y austeridad deben ser cosas del pasado”.

Esa división, sin embargo, existe. Y no solo entre “radicales” y “moderados”. Existen sensibilidades, como las hay en todos los partidos. Y sus fricciones se intensifican o diluyen en función de circunstancias propias y ajenas que muchas veces escapan al control de quienes supuestamente comandan esas corrientes.

Filtraciones. En las últimas semanas han aparecido en medios de comunicación informes internos relativos a la persona de Pablo Iglesias, que contenían estrategias comunicativas y de discurso, hasta el punto de detallar su coleta y los pestañeos ante la cámara. Estas filtraciones han sido interpretadas como ataques directos contra la figura de Iglesias, en un intento de minar su autoridad en pleno proceso de negociaciones para la investidura y en plena lucha por la hegemonía de órganos territoriales tan fundamentales como Madrid.

Investidura. A menudo se intentan trasladar las diferentes posiciones políticas de Podemos en discrepancias en torno a facilitar o no la investidura de Pedro Sánchez. Sin embargo, a día de hoy, no se oyen voces en Podemos entre los afines a Iglesias y Errejón, más posibilistas, a hacer presidente del Gobierno a Sánchez mientras siga vigente su acuerdo con Ciudadanos.

Pero lo que sí hay es cierto ruido sobre la hipótesis de una moción de censura en la Comunidad de Madrid a tres bandas –PSOE, Ciudadanos y Podemos– para desbancar a Cristina Cifuentes; pacto que, traducido al Congreso de los Diputados, supondría la investidura de Pedro Sánchez.

Además, si Errejón tenía el partido –entre otros elementos, a través de Pascual–, Iglesias tiene el Congreso. De momento no hay diferencias estratégicas importantes en su seno. El no de las votaciones del 2 y del 4 de marzo se comparte en cada esquina del partido. No así el tono que usó Pablo Iglesias durante el debate. En ese primer discurso, que tiene el sello de Iglesias, ya había una referencia explícita a la “cal viva” que dominó luego los turnos de réplica. La segunda parte de la actuación del líder ya no gustó tanto. Y no solo a un Errejón menos impulsivo y más consciente de la necesidad de mimar a las bases socialistas. A algunos diputados de las confluencias y a los independientes tampoco les hizo mucha gracia.

En las listas de Podemos el 20D iban un buen número de candidatos ajenos al partido. Bien de otras formaciones, como Equo o Convocatoria por Madrid, o de movimientos sociales. Y algunos expresan notables diferencias con el tono de Iglesias. El secretario general cambió el tono dos días después y sacó a relucir su cara más amable en el segundo debate.

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