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Los tambores de guerra resuenan en Sirte, bastión yihadista del Mediterráneo

Los tambores de guerra resuenan en Sirte, bastión yihadista del Mediterráneo

EFE

Trípoli —

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Cargados con todo aquello que todavía les queda, varias decenas de familias esperan nerviosas en la carretera principal de Sirte, una ciudad casi fantasmal, en la que desde hace apenas una semana vuelven a resonar con fuerza los tambores de guerra.

Son algunos de los últimos habitantes de esta urbe histórica, asomada al mar, en la que nació y murió el dictador Muamar al Gadafi -linchado en 2011 por una turbamulta rebelde-, convertida desde hace más de un año en el mayor bastión yihadista en la cuenca del Mediterráneo.

“La cola de vehículos con personas que quieren huir de la ciudad cubre casi un kilómetro. Está ya casi vacía”, explica a Efe una fuente de seguridad vinculada a la amalgama de fuerzas que tratan de coordinarse para asaltarla.

A su alrededor, en las poblaciones periféricas, los que logran traspasar los férreos controles levantados por los fanáticos se topan en el oeste con milicias de la ciudad de Misrata, afín al gobierno de unidad instalado en Trípoli por el Consejo Presidencial designado por la ONU.

O con las tropas bajo el mando del general Jalifa Hafter, jefe del Ejército regular leal al Parlamento en Tobruk -el único reconocido por la comunidad internacional- si su intento de huida es por el este.

También existen en las localidades vecinas posiciones controladas por milicias autónomas del llamado “Hilal al Nafti” -“el creciente petrolero”- un amplio territorio al sureste de Sirte que incluye las estratégicas localidades de Ras Lanuf, Sidrá y Breda.

Todas ellas comparten desde hace tiempo un objetivo: expulsar a los yihadistas de Sirte; pero aún carecen de una baza que quizá les daría una superioridad fundamental: un mando unificado castrense que coordine el ataque.

“Las milicias de la ciudad de Misrata, la fuerza ”Al Karama“ (leal a Hafter) y los guardias de seguridad de las instalaciones petroleras están en alerta máxima desde ayer preparados para liberar Sirte”, explica la fuente, que por motivos de seguridad prefiere no ser identificada.

Esta ofensiva fue desvelada el viernes por el jefe del referido Consejo Presidencial y del gobierno de unidad, Fayez al Serraj, quien instó a todas las fuerzas armadas y a todos los responsables políticos del país a olvidar sus diferencias y sumarse al plan de liberación.

Uno de los que han acudido a su llamamiento es el influyente coronel Meftah al Makrif, uno de los máximos responsables de la milicia que protege el citado “creciente petrolero”, quien recordó que “sus puertas están abiertas” para cualquier voluntario militar o civil.

Ante esta situación, los fanáticos han incrementado las controles de seguridad, principalmente en la carrera meridional que conduce a la localidad de Al Yufra y en las vías que parten hacia Ras Lanuf, donde impiden huir a los pocos residentes que quedan bajo las áreas que controlan.

Según Omar Taileb, el presidente de la llamada “unidad de seguridad” que rodea Sirte, un total de 120 familias procedente de esta ciudad y otras 35 residentes en Bani Yawad han sido retenidas por los yihadistas cerca de Ras Lanuf.

En un intento por multiplicar el miedo, los fanáticos, muchos de ellos procedentes de países vecinos, en especial de Túnez, pero también veteranos de la yihad en Sudán, Siria o Irak, ajusticiaron este fin de semana en la propia Sirte al oficial Ali Hosin al Gadafi y a dos miembros de una misma familia secuestrados desde un mes.

Sobre la ciudad que alumbró al que antes de su muerte fuera el dictador más longevo del mundo árabe, sobrevuelan también desde hace días aviones de combate y drones, al parecer procedentes de la vecina Italia y otras áreas del Mediterráneo.

Meses atrás, fuentes de Seguridad europeas informaron de que el Pentágono había pedido autorización al gobierno de Roma para enviar una escuadrilla de aparatos no tripulados a una base del sur del país.

Semanas después, cazabombarderos norteamericanos bombardearon dos edificios en la ciudad costera libia de Sabratah que supuestamente estaban bajo control de grupos yihadistas.

El ataque -en el que murieron cerca de 50 personas, en su mayoría de nacionalidad tunecina- fue el preludio para un asalto armado de las fuerzas libias en busca de liberar la parte este de la ciudad, bajo dominio de los radicales.

Libia es un Estado fallido, víctima de la guerra civil y el caos, desde que en 2011 la comunidad internacional apoyara militarmente el alzamiento rebelde Al Gadafi.

Desde hace un mes, tres grupos se disputan el poder político: un Parlamento reconocido en Tobruk, un gobierno considerado rebelde en Trípoli, y un gabinete de unidad que carece de legitimidad popular y que ninguno de los otros dos reconoce.

De esta división y enfrentamiento se aprovechan grupos yihadistas vinculados al EI y al AQMI, que han ganado terreno y extendido su influencia al resto del norte de África, con la ahora casi asediada Sirte como capital.

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