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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Atípico

Fotograma de la serie 'Atípico'

Nuria del Saz

Atípico, según el diccionario: “Adejtivo. Que se aparta de los tipos conocidos por sus características peculiares”. Sam encaja con esa definición. Sam es el personaje protagonista con autismo en la serie así titulada.

“Sam Gardner, un adolescente con cierto grado de autismo, emprende un viaje para encontrar el amor que pondrá patas arriba a su familia”. Con estas palabras presenta Netflix la serie, que cuenta ya con dos temporadas. Creada por Robia Rashid y protagonizada por Jennifer Jason Leigh, Keir Gilchrist y Michael Rapaport, nos adentra en la intrahistoria de una familia con un hijo autista. Realidad bastante desconocida para la mayoría.

Es una serie de ficción, no un documental sobre el autismo. Por tanto, Sam no representa a todos los autistas que en el mundo son. Hay personas con autismo que pueden hablar, como Sam, pero otras no tienen apenas lenguaje, unos tienen sonrisa social –no es el caso de Sam–, Sam quiere tener novia y sexo, mientras que otros chicos autistas están a años luz de enfrentarse a esas situaciones personales. El sexo, justamente, es el punto de arranque del relato, planteando una cuestión incómoda, de la que no se suele hablar.

La serie busca entretener, como cualquier creación audiovisual de este tipo, y sus creadores han querido hacerlo bien. Se nota el trabajo de documentación subyacente y, de paso, cumple cierto papel didáctico, mostrándonos algunas problemáticas comunes a muchas familias con autismo.

Durante la primera temporada (ya está disponible la segunda, sobre la que escribiré próximamente), los guionistas nos sumergen en el universo autista mostrándonos el día a día de un chico con autismo de alta funcionalidad, que va al instituto, los cambios que Doug y Elsa, sus padres, tienen que afrontar para dejarle seguir creciendo con autonomía, su fracaso con las chicas, o sus sesiones de terapia con la psicóloga.

Cómo impacta o afecta el autismo a los hermanos también es un tema presente en los distintos episodios. Hermanos que, en muchas ocasiones, no pueden recibir toda la atención que necesitan también de sus padres. Hermanos  que se sienten, en cierta forma, al margen, aunque a la vez constituyen un pilar importante para la persona con autismo. Sentimientos encontrados, que generan culpa, tanto en los padres como en los hermanos, por todo lo que se hace y por aquello que se deja de hacer.

La serie es especialmente dura con la madre de Sam. La retrata como a una mujer híper protectora, controladora, aunque a la vez haya sido el motor familiar desde el nacimiento de Sam. Ella hace lo que siente que tiene que hacer por su hijo, pagando un peaje alto por ello. El papel del padre se asemeja a una realidad bastante frecuente en las parejas con un hijo en el espectro autista, en el que uno de los dos tiene más dificultades para encajar el diagnóstico. Tanto uno como la otra no ven más allá, limitándose  a dar un paso tras otro, día tras día, sin perder de vista que son una familia, pero también seres individuales con anhelos, deseos frustrados, que en la lucha por Sacar adelante a su hijo autista llegan a olvidarse de sí mismos.

En suma, cuenta una historia verosímil, sin caer en tópicos o ñoñerías.

La discapacidad comienza a irrumpir en las series de ficción. Estas serán un gran aliado para la concienciación social en la medida de que los guionistas conozcan y se empapen de discapacidad. Por el momento, a mí me parece que en Atípico lo están haciendo bastante bien. ¿Qué opinan ustedes?

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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