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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Miradas

Castillo de Zafra, escenario de 'Juego de Tronos'

Mariano Cuesta

Miradas

Una de las cuestiones de ser retrón es que la mirada cambia con el tiempo. Cuando era un niño y la gente me preguntaba qué me pasaba en la mano o por qué andaba así, y lo primero que se me ocurría lo soltaba: «me ha mordido un tiburón», «me he pillado con una puerta», «me he mordido»… ahí está la inocencia que actúa como protector.

Yo nunca fui consciente hasta varios años después de lo que pasaba y tiraba de imaginación y lo gracioso es que mis amigos o la gente de mi edad, por entonces, lo aceptaba bien. La mirada va cambiando con la edad y empiezas a crecer y a comparar, cosa que no alcanzo a comprender, y la gente empieza a hablar, sobre todo, si llegas a un sitio que es distinto, nuevo y desconocido. Y entonces tu cabeza, lejos de tirar de imaginación tira del miedo, y tira bien. Y a partir de entonces la mirada aquella de inocencia triunfadora y que conseguía que fuera, en cierto modo, un aventurero inocente, pasa a ser la mirada del escrutinio y la exigencia, de la necesidad de aprobación social. Entonces una sombra de duda te empieza a morder. Nunca he llegado a comprender el motivo por el cual, de buenas a primeras, necesitamos la aprobación del resto. Quizá sea una necesidad inherente al ser humano el sentirse parte de un grupo intentando ser “normal”.

Pero lo que quiero destacar es ese cambio de punto de vista. Cuando ya dejas de ser adolescente y ves que todos tienen cuestiones que “arreglar” y ves que esa supuesta inferioridad es inventada no sé exactamente porqué, entonces y sólo entonces empiezas a pasar y asumir que es lo que hay y, cuando uno hace eso, la gente deja de mirarte como si fueras un bicho raro porque ya dejas de verte tú mismo. Es una suerte de Samsa a la inversa, todo es cuestión del punto de vista con el que te enfrentas.

Me resulta curioso como ciertos personajes de ficción han sido acogidos de manera tan natural en esta sociedad tan pluscuamperfecta, casos como Tyrion Lannister o Walter Jr “Flynn” son personajes que, más el primero que el segundo, han calado bien en esta sociedad. Antes las personas con enanismo eran motivo de burla y sólo servían para hacer de bombero torero o algún papel cómico residual, pero aquí tenemos el caso de Peter Dinklage (Tyrion Lannister en Juego de Tronos) que es, básicamente, el actor del personaje más carismático de la serie. Y ese es el secreto, tener carisma, cuando uno tiene carisma y seguridad, demuestra que los miedos no asoman y eso impresiona.

El otro personaje, es el hijo del protagonista de Breaking Bad, nunca se menciona su discapacidad y su trato es como uno más de la familia, en ningún caso se le trata con condescendencia y, según avanza la serie, se convierte en un personaje con mucho peso y sin perder un ápice de personalidad.

Son estos roles los que necesitamos para normalizar todo tipo de discapacidades. Gracias a Diane Arbus, de quién escribí la semana pasada y a actores como Dinklage y Mitte, estamos haciendo de este un lugar mejor.

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