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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Nahuel

Nahuel Pennisi

Mariano Cuesta

No conozco a Nahuel. Nunca había escuchado de su existencia pero tropecé con él de manera casual en un video del perfil de una red social. El video, que había grabado mi amigo, era de un concierto con un coro. La manera de tocar de Nahuel Pennisi era bastante peculiar, la había visto otras veces, sobre las piernas, y tocando el mástil como si fuera una especie de piano. Es un estilo que se suele utilizar mucho en la música country. Por un momento me fijé en su cara, no abría los ojos y al rato me di cuenta de que era ciego. Y entonces me acordé de José Feliciano, por el estilo musical, por la tesitura de la voz. La primera figura que se me vino a la cabeza fue el canadiense Jeff Healey, un guitarrista de blues, de voz rasgada y guitarra llorona.

Y me acordé de Steve Wonder o Ray Charles. Gente muy grande que sin ver, ni falta que hacía, demostraba cada día su talento. Y de repente aparece este chico, Nahuel, que no llega a 25 años, y un talento a raudales. Nacido en 1990 en Buenos Aires desde muy pequeño la música estuvo presente en su vida. Le emocionaban las canciones que ponía su padre en casa.

Su padre tocaba el bajo así que, como no podía ser de otra manera, el pequeño Nahuel empezó a aprender también. Como pesaba mucho, sus padres lo colocaban en la cama y él se ponía de rodillas para tocarlo como si de un piano se tratara. Un día entraron a robar a su casa y se llevaron varias cosas, entre ellas el bajo que tocaba, así que los padres decidieron comprarle una guitarra mientras podían ahorrar para reponer el instrumento robado. No hizo falta reponerlo porque la guitarra supuso un gran descubrimiento. Nuevas armonías, sonidos y comodidad para el joven Nahuel. Así que aprendió a tocar la guitarra y además, sus padres, le apuntaron al coro del colegio.

Pronto comenzaría a apreciar las armonías del folclore autóctono con la riqueza que le caracteriza, así que su camino fue discurriendo por la investigación musical y aplicando lo que iba aprendiendo a sus composiciones. La ausencia de un sentido fue suplida por una excelente conjunción del resto. Era capaz de analizar y repetir lineas melódicas. Cuando fue creciendo tomó la decisión de tocar en la calle, así que se ponía en Florida con su guitarra a tocar canciones tradicionales y también suyas.

Empezó a tocar como artista callejero, no con la intención de pedir dinero, sino de compartir sus canciones, pero no dejó de poner la gorra porque no tocaba por compasión. Era otra manera de compartir un espectáculo en vivo, como una suerte de concierto.

Una de las particularidades es que aprendió, también como el bajo, a tocar al revés, lo que le permitió usar los cinco dedos en vez de los cuatro que se usan habitualmente. También esto hace que no pudiera usar la cejilla al modo tradicional, lo que proporciona una sonoridad peculiar a su manera de tocar.

Posteriormente vinieron festivales y actuaciones en plazas consagradas y así fue captando el interés de diversos medios de comunicación y compañías discográficas. El hecho diferencial de su ceguera le proporcionó un estilo nuevo y peculiar, que fue lo que llamó la atención de todos.

Como en otras tantas ocasiones, Nahuel demuestra que no somos héroes, pero nos adaptamos bien a la adversidad.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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