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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Prohibido morir (si lo decides)

Eutanasia

Anita Botwin

A pesar del apoyo mayoritario de esta ley orgánica por parte de la sociedad –el 84% de los españoles está a favor, según la última encuesta de Metroscopia– no les parece suficiente para tomarse muy en serio el cambio de la normativa. Esos que dicen representarnos, que han sido votados para defender los intereses de la sociedad, acuden cada día a su escaño para mandar de espaldas al pueblo y sus derechos.

La Gran Coalición puso diferentes excusas que básicamente coincidían en no apoyar a los morados por distintas cuestiones, que a mí más me suenan a marcarse un tanto más adelante, o a excusas baratas para no enfadar a ciertos intereses. El PSOE aseguró que el tema se tratará “con toda seguridad”, pero “más adelante”. Es comprensible porque la gestora ahora anda muy ocupada ilegalizando prácticas de su propio partido. No le pidamos peras al olmo.

Los contrarios a aprobar la ley argumentaron entre otras cosas que querían una muerte digna mediante cuidados paliativos, sin abordar la eutanasia activa o la “sedación final inadecuada”.

Es importante conocer la diferencia entre la sedación paliativa y la eutanasia o muerte digna ya que en ambos casos se utilizan fármacos para paliar el dolor, pero la diferencia está en que el fin último de la eutanasia es la muerte del paciente y el de la sedación, calmar el sufrimiento. Se trata de la misma técnica, pero con fines distintos.

La muerte es un tema tabú por los intereses de la religión católica, o para ser más exacta, de la Iglesia católica. Esta Institución es la que decide la Ley en muchos casos, aunque no se encuentre directamente en el Hemiciclo ni la haya votado nadie. Hablo de la Iglesia porque incluso entre los propios practicantes del catolicismo, el 56% se mostraría a favor de la ley. Sin embargo, los políticos más sectarios del catolicismo no parecen ver más allá de lo que sus dogmas del momento les exigen.

El portavoz del PP, Rafael Hernando, explicó que su partido votó en contra de esta norma porque “no es partidaria” de esta práctica. Cuando hablan de su formación, entiendo que desdeñan al más del 60% de sus votantes que estaría de acuerdo a formalizar la ley de una muerte digna.

No se puede hablar de muerte digna sin mencionar a Jose Luis Sampedro o sin el doctor Luis Montes, excoordinador de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid). Montes fue en su momento acusado de 400 homicidios por sedaciones paliativas. Linchado por parte de la sociedad, el Gobierno y por la Justicia, su dignidad nos permitió abrir este debate hace doce años. La Audiencia Provincial de Madrid archivó definitivamente la causa presentada contra él por el Ejecutivo madrileño. Su único delito fue quizá poner encima de la mesa algo que no todo el mundo estaba dispuesto a escuchar.

¿Pero qué ocurre cuando alguien desea morir? ¿Qué pasaría si un enfermo incurable tuviera derecho a que los médicos le proporcionasen algún producto para poner fin a su vida sin dolor? De momento los valientes que lo han intentado se han enfrentado a penas de cárcel de seis años.

Hace poco vi una película protagonizada por nuestra Khaleesi, Emilia Clarke, en la que se enamoraba de un rico banquero con parálisis. Sin hacer demasiado SPOILER, se cuestiona la decisión de él de querer poner fin a su vida. Se le trata como a un egoísta que no tiene en cuenta todo el amor que le rodea. Llega un momento en el metraje en el que dices, pues hombre, la verdad es que le quieren mucho y lo tiene todo. ERROR. Obviamente es ahí hacia donde quieren llevar al espectador, para que sea todo mucho más lacrimógeno, sino no habría película por otro lado. ¿Y si ese amor por muy grande que sea no es suficiente para él? Alguien que viajaba, era deportista, tenía una vida propia, que no cura el amor, ni nada lo cura. Y, ¿no es precisamente el amor el que debe liberar del dolor y dejar decidir libremente?¿Quiénes somos para obligar a mantener un dolor insoportable o sufrimientos irreversibles en otro cuerpo?

No es casualidad que las personas que más están luchando por conseguir este derecho hayan sido muy activas y vitales. Es por eso que se sienten atrapadas en un cuerpo y dolor insoportables. Ese es el caso de Carlos Martínez, un enfermo terminal de ELA que demanda el derecho a morir, a través de la eutanasia, porque lo suyo es “una muerte en vida”. Carlos fue entrevistado por Jordi Évole y decía “los políticos me quitan la libertad”. “Cuando sufres y el fin es la muerte y cada vez vas a sufrir más... Yo lucharía cuando haya una oportunidad de salvarse, pero con lo mío, todo el mundo sabe dónde voy a acabar. No me voy a poder ni agarrar a mis hijos, voy a acabar en una cama tumbado, viendo moscas que ni me voy a poder quitar de la cara, y yo no quiero estar así”, sentenció.

También es curioso que los que estamos a favor de una muerte digna tengamos que estar continuamente argumentando las razones, ¿cuáles son los motivos contrarios, los motivos que no tienen en cuenta la libertad individual y sobre todo el sufrimiento ajeno?

La relación entre la vida y el dolor, tan relacionadas con la educación judeocristiana que hemos recibido nos impiden ver más allá del sufrimiento. Por otro lado, quienes no nos consideramos cercanos a la religión católica, deberían alejarnos o liberarnos de esa penitencia. Tarde o temprano tendrán que entender que nuestros cuerpos y nuestras vidas sólo los pertenecen a nosotros y no son mercancías en manos de políticos, banqueros, religiones o intereses particulares.

Llegados a este punto me pregunto, si no nos dejan vivir dignamente, ¿nos van a dejar morir con dignidad?

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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