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Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera
Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Sillas sin ocio

Silla de Ruedas

Anita Botwin

Al hilo de esta petición de change.org me creo en la responsabilidad que tengo como periodista y persona que lucha por visibilizar los derechos de las personas con discapacidad de hablar de este tema.

Según cuenta la iniciadora de firmas, María, querían ir a un concierto con su familia en el espacio Wizink Center (Palacio de los Deportes de Madrid) y uno de los familiares tiene movilidad reducida. Es entonces cuando se encuentran con la situación de que el familiar sólo puede ser acompañado de una sola persona y apartado en otro lugar. 

El espacio pertenece a la comunidad de Madrid (PP) por lo que es un espacio público y se entiende que podría cambiarse la ley de interesarles.

Al parecer, no está permitido que las personas con movilidad reducida entren a la pista, ni que se sienten en otras gradas ni que disfruten de los conciertos con los acompañantes que decidan llevar. Se está produciendo, por tanto, una discriminación y una segregación por motivos de discapacidad. No se están adaptando los espacios ni dando facilidades. 

El director del centro y tal y como cuenta María, la iniciadora de la petición, ve las sillas como un obstáculo, que es al fin y al cabo una forma de cosificar a las personas. Un obstáculo también pueden ser personas desmayadas como ocurrió en el Madrid Arena. Una silla es una manera de desplazarse, son las piernas de quien no puede usarlas, no puede verse jamás como un obstáculo algo así.

Ya en 2012 y tal y como cita la petición “se denunció a este espacio por llenar estos apartados para sillas de ruedas de mobiliario de obras y no permitir ni siquiera que se usara de manera no peligrosa”. Algo hemos avanzado, al menos ahora permiten entrar a una persona con acompañante. Tenemos que dar las gracias por el gran esfuerzo que por parte de las Instituciones y de los lugares de ocio hacen para que las personas con discapacidad sean personas y no sillas de ruedas con personas encima.

Es una lástima que no todos los ciudadanos contemos con los mismos derechos, dependiendo de nuestras circunstancias vitales. Precisamente deberían ser las Instituciones y toda la sociedad civil la que posibilitara e hiciera más fácil la situación de personas con movilidad reducida. Ellas también han pagado la entrada, ¿por qué no pueden gozar de las mismas oportunidades que el resto?

Esta situación me recuerda a cuando se segregaba a las personas negras por su raza. Iban apartadas en los autobuses, tenían su zona bien delimitada para no juntarse con el resto. Entiendo que exista una zona que, por motivos de seguridad, esté delimitada y sea cómoda para las personas que usen ese espacio, pero independientemente de los acompañantes que lleven. El ocio debería ser igual para todos, pero parece que ni en eso tenemos los mismos derechos.

El problema es cuando vemos las sillas de ruedas como un obstáculo y por tanto, las personas que van en ellas también. La ciudad está pensada para que las personas produzcan y consuman con tan rapidez que no de tiempo a pensar en nuevas maneras de relacionarse. Las grandes empresas intentan sacar el máximo beneficio y eso no pasa por poner a las personas por encima de sus intereses individuales.

Por ello, creo importante que desde las Instituciones y desde la ley se premie a los espacios que tengan en cuenta la diversidad funcional como algo con lo que convivimos muchas personas, nuestras familias y amigos. Se trata de convertir algo individual en algo colectivo, donde todos tengamos un poco más de empatía con otras personas que tengan una problemática que le impida realizar una vida normal, entendiéndose normal como lo generalizado, lo mayoritario.

Recuerdo un día que fui a un museo de una entidad privada y como llovía no llevé mi bastón, a pesar de estar mal de la pierna. Llevé mi fantástico paraguas transparente y a lo Mery Poppins ahí me planté. Mi idea era que me sirviera 2x1, como bastón y como paraguas y no tener que ir cargada por partida doble.

Los de seguridad en un principio me impidieron entrar con el paraguas-bastón. Sus normas les impedían dejar entrar a nadie con paraguas y daba igual que yo les explicara mi situación. Tras estar un rato de debate absurdo –era casi imposible hablar con el de seguridad- la gerente del lugar me permitió entrar con el mismo. La otra opción que me daban era ir en silla, ya que tenían para prestarme.

-Yo no soy usuaria en silla, les dije. No sé usarla y no me siento ahora mismo capacitada ni física ni mentalmente para hacerlo. Sólo necesito algo en lo que apoyarme, no sabía que esto fuera a ser tan complicado.

Las normas, los accesos, se piensan conforme a una mayoría consumista y nosotros al fin y al cabo somos minoría –sea cuál sea nuestra discapacidad-. 

Me parecía tan ridículo en ese momento que no me dejaran entrar con lo que en ese momento era mi bastón, que entendí que yo ya no era tratada como ciudadana de primera, si no de segunda. Creen que porque tengamos una discapacidad, sea cual sea, ya no encajamos en lo normativo, ya hemos perdido el derecho de disfrutar de la vida y, por tanto, del ocio como los demás.

Tal y como termina esta petición no es justo que haya que luchar para que cada persona particular vea un concierto. La ley debe cambiar  para controlar esto y los espacios públicos deben ser para todas las personas.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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