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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

La odisea de hacer la compra

Raúl Gay

La compra. Esa actividad cotidiana que hasta las princesas realizan… Hace apenas unos meses que la practico y, como sucede con casi todo, es un poco más complicado si eres vas en silla de ruedas (los ciegos tampoco lo tendrán fácil, imagino...).

Para traer alimentos a casa tengo 3 posibilidades: ir yo mismo al mercado, enviar a mi asistente personal o hacerlo a través de internet.

La primera opción es toda una aventura. Antes de nada, hay que elegir bien dónde comprar: recorrerse la zona, fijarse en las entradas, las puertas… Y escoger el centro más accesible. Cerca de mi casa hay 3 supermercados y un mercado de barrio. En dos de los súper hay escalón y el de barrio tiene la entrada muy estrecha. En el otro súper hay muy pocos productos y, detalle importante, pocos clientes. Son ellos los que me ayudan a comprar.

Una vez dentro del supermercado elegido -normalmente un Mercadona a 15 minutos de mi casa- pido una bolsa grande en las cajas de la entrada y la coloco en el respaldo de la silla: mi particular carrito. Con un ojo en la lista,. doy vueltas hasta encontrar lo que busco. Muchas vueltas. A mis 32 años, el supermercado es todavía un lugar extraño… Jamás había ido solo; a lo sumo con familia o amigos para preparar una barbacoa, pero en ese caso me dedicaba a charlar y no me fijaba en los pasillos, las cajas… A esto le sumamos que no tengo sentido alguno de la orientación y el resultado es un tipo en silla de ruedas con cara de perdido pasillo arriba, pasillo abajo.

Cuando encuentro lo que busco, miro a mi alrededor. ¿Quién hay? Una abuela... Uff, demasiado complicado. Una mujer con un niño a rastras que protesta porque quiere irse a casa... Bastante tiene. Una pareja de treintañeros... Sí. “Perdona, ¿te importa cogerme el yogur griego con stracciatella?”. A veces cuesta decirles dónde está; yo ya me lo sé porque he invertido un rato en encontrarlo pero.. “Más arriba, a la izquierda, un poco menos... Ahí… Muchas gracias”. Y le pido que lo meta en la bolsa que llevo en el respaldo.

Y así sucesivamente.

Después, la cajera saca los productos de la bolsa y vuelve a meterlos. El inconveniente es que no puedo hacer mucha compra porque se romperían las asas de plástico. In situ, sólo compro jamón, yogures, chocolate, alguna verdura, y la carne o pescado del día. La compra gorda la hago por internet. Todavía hoy, una odisea.

Buena parte de las cadenas comerciales venden online: El Corte Inglés, Alcampo, Eroski, Mercadona... A mí me gustan los productos de la empresa de Juan Roig. Pero no su página web. Está diseñada por alguien que desea que los clientes vayan a la tienda física.

Dejo un pantallazo de lo que aparece al buscar un producto tan básico como el agua. Varias páginas de listas de diferentes aguas, la letra pequeña y difícil de leer, el precio muy alejado del producto y sin imágenes.

Por comparar, aquí lo que aparece al buscar agua en Wal-Mart, una gran cadena estadounidense. Puedes ordenar los productos de diferentes formas, ver más o menos productos por página, el precio está destacado y aquí sí hay imágenes.

Creo que no soy el único que compra de forma visual. ¿Qué marca de sopa me gusta? No recuerdo, pero al ver el dibujo, la meto a la bolsa.

Una vez preparada la lista, hay que tramitarla. No me considero un patán de internet y en un par de ocasiones he tenido que hacer la lista desde cero. Algo falla en esa web.

Pero bueno, digamos que he logrado hacer la compra y elegir el día y hora de reparto. Llega el señor de Mercadona con un carro lleno pero no puedo meter las cosas en la nevera, el congelador y la despensa. Así que tengo varias opciones: le digo al repartidor que por favor meta lo necesario al congelador y la nevera y el resto lo deje en el pasillo o quedo con alguien para que esté a esa hora en mi casa (es lo que hice la pasada semana con una amiga).

Al revisar la factura, no es raro que falte un producto. Si llamas al centro desde donde han enviado el producto, te dicen que te acerques allí. Vuelta a la casilla número 1…

Por supuesto, hay más supermercados pero quería contar mi experiencia personal (no creo que sea el único fan de Mercadona, ¿verdad?). También existe una web que compara precios de diferentes tiendas y pone fotografías: Carritus. El problema es que no funciona demasiado bien.

Al final, suelo recurrir al método 3, enviar a mi asistente a comprar cosas sueltas. No quiero pagar 7 euros de gastos de envío cada semana.

Y vosotros, ¿cómo os apañáis? ¿Algún lector -bípedo o retrón- hace la compra online?

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