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La Policía se arma de palabras contra la violencia machista adolescente

La Policía se arma de palabras contra la violencia machista adolescente

EFE

Fuenlabrada (Madrid) —

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Control, miedo, chantaje, amenazas, agresiones, amor... Por contradictorias que puedan parecer, son algunas de las palabras que más se han repetido hoy en el colegio Los Naranjos de Fuenlabrada (Madrid), donde la Policía Nacional ha charlado sobre violencia machista con estudiantes de cuarto de ESO.

A su edad, los quince años, es cuando debe hacerse más hincapié en la prevención de este tipo de agresiones, explica la agente María José Cabrera Álvarez, de la unidad de Participación Ciudadana de la comisaría de Fuenlabrada, porque es entonces cuando comienzan a mantener relaciones.

Cabrera ha acudido a Los Naranjos en una jornada en la que se celebra el Día internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer, una lucha en la que la Policía Nacional también participa: sus agentes han realizado en 2015 más de 1.200 charlas con alumnos, además de otras 30 con padres y madres y 11 con profesores y otros colectivos, un 11 % más que el año pasado.

“Los adolescentes permiten mucha violencia de género porque, para ellos, todo es normal”, explica la agente antes de recordar resultados de encuestas en las que los jóvenes justifican “controlar a la pareja”.

Unas palabras que tienen su reflejo en algunas de las intervenciones de los estudiantes durante la charla, cuando Cabrera pone ejemplos y pide a los alumnos su opinión sobre determinadas situaciones.

“Quiero verla solo yo así” o “es mía” han sido algunas de las reacciones de los chicos del colegio cuando se les situaba en una noche de fiesta en la que su pareja se vistiera “con una minifalda, escote y taconazos”.

Entre las respuestas de las chicas a la misma situación, aunque con mayor debate y diversidad de opiniones, también ha habido quien ha realizado afirmaciones como “es una fresca”.

Son ejemplos que, según Cabrera, muestran que el machismo que puede llegar a producir “relaciones tóxicas” y casos de violencia de género. “Lo tenemos todos”, tanto hombres como mujeres, por lo que hace falta “cambiar el chip”, ha insistido.

En la presentación, la agente también ha explicado a los jóvenes la definición de violencia de género como la que “un hombre ejerce sobre una mujer cuando entre ellos ha existido o existe una relación afectiva”, diferenciándola de otro tipo de agresiones o de la violencia doméstica.

“Al principio les cuesta”, responde Cabrera al ser cuestionada por la capacidad de este tipo de iniciativas para influir en los adolescentes, algo que se ha dejado notar en las reacciones de la cincuentena de alumnos que atendían a la charla.

Las risas de los primeros momentos y las respuestas altisonantes, sin embargo, se van apagando a medida que la presentación avanza, entre vídeos y ejemplos y bajo la dirección de la ponente, que no tiene reparos en detener su explicación y censurar un comentario irrespetuoso o una carcajada fuera de lugar.

La charla también ha subrayado las tres fases de la violencia de género, que comienzan con la tensión de las primeras amenazas latentes, continúan con las agresiones y finalizan con una fase de arrepentimiento del maltratador o de “falsa luna de miel” en un ciclo que se repite de forma sistemática.

Los estudiantes prestan poco a poco más atención, como cuando Cabrera explica que también es violencia de género la violación de la pareja, que muchas veces “no deja huellas” al producirse mediante “chantaje emocional” o a través del miedo a “una paliza” en caso de negativa.

“Lo que parece una tontería puede ser algo grave”, asegura Sheila, una de las estudiantes, tras la charla en la que, explica, ha aprendido la importancia de “diferenciar lo que es querer y controlar”.

Diferencias que, según uno de sus compañeros, Diego, pasan por “ser conscientes de los detalles” o por la importancia de “respetar las opiniones de las mujeres y no intentar cambiar su forma de ser”, como opina Hugo.

Afirmaciones que pueden resultar un tanto obvias, pero que suponen pasos hacia la concienciación, como la que muestra Lidia, una de las alumnas más participativas durante las intervenciones y que recuerda la importancia de “estar informadas y pedir ayuda”.

Una reflexión, la de pedir ayuda y denunciar los casos de violencia de género, con la que María José Cabrera ha finalizado la charla y a la que se remite para evitar que el número de “historias que acaban con sangre” no supere las 48 que ya se han alcanzado en lo que va de año en España. Jorge Moreno.

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