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San Vicente revive los “picaos” entre silencio, penitencia y solemnidad

San Vicente revive los "picaos" entre silencio, penitencia y solemnidad

EFE

Logroño —

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San Vicente de la Sonsierra ha revivido hoy la flagelación de los “picaos” en la procesión del Jueves Santo, en la que el silencio, la penitencia, la solemnidad y el sentimiento religioso han estado presentes durante sus dos kilómetros de recorrido por las angostas calles de esta villa riojana.

Miles de personas se han desplazado a esta localidad para presenciar este rito ancestral, que desde el siglo XVI ha conservado la Cofradía de la Santa Vera Cruz y los Disciplinantes, aunque se estima que es anterior.

Trece disciplinantes, descalzos, con la cara cubierta y vestidos con túnica blanca y espalda al desnudo, se han autoflagelado con una madeja de algodón, de entre 750 y 850 gramos, ante la imagen de La Dolorosa -elegida por ofrenda o penitencia-, de las cinco que han salido en la procesión.

Cada disciplinante, con la madeja cogida con las dos manos y balanceándola entre las piernas, se ha azotado unos 800 golpes en la espalda durante unos 20 minutos, hasta que el acompañante y el práctico que le han seguido en la procesión han decidido el momento óptimo para ser pinchado, según ha explicado a Efe el hermano mayor de la Cofradía, José Ramón Eguíluz.

Llegado este momento, el penitente se ha inclinado y ha colocado la cabeza entre las piernas del práctico, que le ha golpeado levemente tres veces cada lado de la espalda, en la zona lumbar, para que brotase un poco de sangre y evitar molestias posteriores, pero nunca para mortificar más o aumentar el sufrimiento.

Los cristales que contiene la “esponja” que se utiliza para el picado permiten que cada disciplinante reciba 12 pinchazos, que simbolizan los 12 apóstoles, ha detallado Eguíluz.

La procesión también ha contado con la presencia de tres Marías, vestidas con el manto de la Virgen de los Dolores, descalzas, con el rostro cubierto y acompañadas por miembros de la Cofradía, que es una de las más antiguas de España.

Al término de la procesión, cada “picao” y el acompañante se han trasladado hasta la Casa de la Penitencia, junto a la iglesia de Santa María la Mayor, de donde ha partido la procesión y donde el practicante les ha realizado un lavado higiénico y sanitario de los efectos de la punción y hematomas producidos.

Este lavado se hace con agua de romero hervida, que se tiene al sereno durante 24 horas, y cuya fórmula es secreta y se transmite de generación a generación.

La identidad de los “picaos” se conserva en el anonimato, así como el motivo por el que se someten a esta penitencia, aunque suele ser por cumplir una promesa o por conservar la tradición y evitar que se pierda, ya que San Vicente es el único pueblo de España en el que se mantiene viva, según ha explicado Eguíluz.

Tras la procesión de esta tarde, los disciplinantes volverán a autoflagelarse, en un contexto mucho más íntimo, durante la Hora Santa, que se oficia en el templo a las 23:00 horas y mañana, Viernes Santos, lo harán en el recorrido del Vía Crucis, por el Calvario, y, finalmente, en la procesión del Santo Entierro.

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