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Valencia lucha contra las estadísticas y el cambio climático para evitar otra riada

Valencia lucha contra las estadísticas y el cambio climático para evitar otra riada

EFE

Valencia —

Valencia vivió hace 60 años una riada catastrófica que dejó 81 muertos y miles de damnificados a causa de un fenómeno meteorológico que, según advierte la Agencia Estatal de Meteorología, puede sufrir el Turia cada 30 años mientras el Ayuntamiento alerta sobre el efecto actual del cambio climático.

La transformación urbana posterior a las avenidas de aquellos 13 y 14 de octubre de 1957 es un hito que no solo modificó el curso fluvial a su entrada a Valencia y creó en su antiguo cauce un pulmón verde kilométrico y lleno de deporte, ocio, cultura y ciencia, sino que alertó a las autoridades de los riesgos de la mala planificación urbana y de las consecuencias de una “gota fría” en el Mediterráneo.

El alcalde, Joan Ribó, señala a EFE con motivo de este aniversario que los planes anuales del Ayuntamiento para prevenir posibles casos de inundaciones, minimizar su impacto y, sobre todo, evitar daños personales requieren de una “estrategia global” con el resto de Administraciones que ahora pasa, obligatoriamente, por prever los efectos del cambio climático.

“El alcalde de Atlanta me ha comentado que los tornados que se producían un par de veces cada cien años ahora se producen cada año. Los efectos del cambio climático son reales y están aquí”, advierte Ribó, quien reconoce que aún contempla “con horror” las fotografías de la riada y lee “con escalofríos” los testimonios del momento.

Según el jefe de Climatología de Aemet en Valencia, José Ángel Núñez, se tienen documentadas al menos cincuenta riadas del Turia en los casi ocho siglos desde la conquista de la ciudad por Jaume I (casi todas las generaciones han conocido una), la primera de las cuales ocurrió el 16 de octubre de 1321.

Las riadas del Turia tradicionalmente se han clasificado en ordinarias, extraordinarias y catastróficas. La primera de este último tipo fue la del 27 de septiembre de 1517, hace 500 años, y la última que se consideró catastrófica fue la segunda riada de la doble avenida de 1957, hace ahora 60 años.

El antecedente más cercano a 1957 ocurrió ocho años antes, el 28 de septiembre de 1949, día en que una riada provocó más de cuarenta muertos en Valencia, sobre todo de personas desplazadas de las zonas rurales del interior a la ciudad por la miseria de la época, y que habían establecido sus infraviviendas dentro del cauce del río, frecuentemente seco.

“Este es un dato muy importante, ya que, aunque las avenidas del Turia se producen en promedio cada 25 o 30 años, en 1949 hacía más de medio siglo que no se producía una gran riada, desde 1897, y por tanto se había perdido la memoria y la transmisión de padres a hijos de lo catastrófico que podía ser el río”, señala a EFE Núñez.

Recuerda que tras la catástrofe de 1949 se prohibió establecer viviendas en el río “pero esa orden no se cumplió a rajatabla”. A última hora del 13 de octubre de 1957, cuando no llovía sobre la ciudad, llegó el río crecido debido a las lluvias que habían caído en el alto y medio Turia con un caudal de hasta 3.700 metros cúbicos, lo que hizo que muchas de las 81 víctimas oficiales murieran en esa primera avenida.

A mediodía siguiente, “en medio del caos”, las precipitaciones torrenciales se volvieron a repetir y se produjo una segunda riada con valores superiores a los 500 litros por metro cuadrado en la zona de la Sierra Calderona, en las conocidas desde entonces como “ramblas asesinas”.

A mediodía del 14 también llovió en la ciudad de forma torrencial, llegándose a medir entre las 14 y las 15 horas casi 100 l/m2. Las aguas llegaron a los cinco metros de altura en algunos puntos de la ciudad, con barrios totalmente anegados y con barro que solo pudo ser limpiado semanas después con la ayuda del Ejército.

“Hoy todavía nos es muy difícil valorar la dimensión real de la catástrofe”, señala a EFE el alcalde, quien insiste en alertar de los “efectos perversos” del cambio climático para afrontar los actuales planes de emergencia ante riadas e inundaciones: “No queremos que algo como lo ocurrido en 1957 vuelva a pasar”.

Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad Politécnica de Valencia concluye que actualmente no podría darse ese suceso: las medidas adoptadas permitirían que la mayor parte del volumen transportado por la primera onda se almacenase en el embalse de Loriguilla, mientras que la segunda llegaría al nuevo cauce, con capacidad de evacuación de 5.000 m3/s.

Carlos Bazarra

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