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Seguir una dieta saludable también ayuda a luchar contra el cambio climático

El impacto ambiental de frutas y verduras es menor que el de productos de origen animal

Teguayco Pinto

Las recomendaciones dietéticas de las diferentes agencias alimentarias nacionales tienen como objetivo mejorar la salud y el estado físico de los ciudadanos. Sin embargo, el seguimiento de estas dietas en la mayoría de los países de altos ingresos también tiene consecuencias positivas para el medio ambiente, como la reducción de gases de efecto invernadero (GEI) o un menor uso del suelo. Esta es la principal conclusión de un reciente estudio que ha analizado las dietas recomendadas en 37 países y que ha sido publicado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

El impacto de la producción de alimentos en el medio ambiente es evidente, de hecho, algunos estudios señalan que entre un 20 y 30 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero provienen precisamente de este sector. Además, la producción alimentaria ocupa cerca del 33% de las tierras libres de hielo de todo el planeta, una situación que se puede agravar si se tiene en cuenta que en las próximas décadas habrá que aumentar la producción de alimentos un 60% para mantener el ritmo del crecimiento demográfico, según datos de la FAO.

Para intentar revertir esta situación, la mayoría de los esfuerzos se han centrado en mejorar las técnicas de producción de alimentos. Sin embargo, los autores del nuevo estudio llaman la atención sobre el hecho de que “las tendencias actuales muestran una demanda creciente de alimentos con altos impactos ambientales”, por lo que creen que también se deberían tratar de modificar los patrones de consumo, potenciando dietas que no solo sean saludables, sino también más sostenibles.

Los investigadores han comparado el impacto ambiental de la dieta media de cada país, con el que tendría la dieta sugerida por las autoridades sanitarias, para lo que han analizado el coste ambiental de producir los alimentos, el de la maquinaria y el del transporte. Los 37 países analizados han sido separados en dos grupos, 28 países de altos ingresos y 9 de ingresos medios, categoría que también incluye dos países de ingresos medios bajos, India e Indonesia.

Según sus resultados, si la población de los 28 países de mayores ingresos siguiera las recomendaciones dietéticas nacionales, la emisión de gases de efecto invernadero se reduciría entre un 13% y un 25%, mientras que el uso de la tierra se reduciría entre un 6% y un 18% aproximadamente.

Con estos resultados, los investigadores concluyen que “al menos en los países de altos ingresos, la dieta recomendada a nivel nacional no solo es más saludable, sino que también es mejor para el medio ambiente”, explica a eldiario.es Paul Behrens, profesor de la Universidad de Leiden y principal autor del estudio.

Los productos de origen animal tienen mucho impacto

La reducción del impacto ambiental sería especialmente importante en los países en los que el consumo de productos de origen animal es muy elevado, ya que este tipo de alimentos “tienen un mayor impacto ambiental”, explica Behrens, debido al gran gasto energético que supone criar a un animal y al hecho de que “algunos animales también emiten cantidades importantes de GEI, como el ganado vacuno”.

Según los resultados del estudio, en los países de altos ingresos la carne, el pescado y los productos lácteos representan el 70% de las emisiones asociadas a la dieta, un porcentaje que llega al 65% en los de ingresos medios altos y que tan solo es del 22% en los países de ingresos medios bajos. Como todos los países de altos ingresos recomiendan un menor consumo de productos de origen animal, el resultado del seguimiento de esta recomendación sería una reducción significativa de las emisiones de GEI y del uso de la tierra.

El estudio destaca los casos Brasil, Australia, EEUU, Canadá y Noruega, cuyas emisiones asociadas al consumo de productos de origen animal son muy superiores al promedio del resto de países. En los cuatro primeros esto se debe fundamentalmente al gran consumo de carne y a las particularidades de su industria ganadera, mientras que en Noruega, la pesca es el factor que más contribuye, debido tanto a la producción de pescado, como al combustible empleado en las flotas pesqueras.

En el otro extremo se encuentran los dos países de menores ingresos, India e Indonesia, cuyas recomendaciones dietéticas incluyen una mayor ingesta de productos de origen animal, debido a los problemas de desnutrición existentes en estos países, por lo que el cambio a esta dieta llevaría asociado un aumento de las emisiones de entre un 12% y un 17%.

En España el efecto sería muy pequeño

Sin embargo, más allá de estos extremos el cálculo no resulta tan sencillo y la transición hacia una dieta más saludable no tiene un efecto tan evidente a nivel medioambiental. Hay que tener en cuenta que aunque la disminución del consumo de carne lleva consigo una reducción de las emisiones y del uso de la tierra, el aumento en el consumo de frutas y verduras, que se incluye en casi todas las recomendaciones dietéticas nacionales, tiene el efecto contrario.

Este delicado equilibrio provoca que en países como España una transición a la dieta recomendada apenas modificaría el nivel de emisiones, “ya que, si bien a los españoles se les recomienda comer menos carne”, explica Behrens, “también se les recomienda comer mucha fruta y verdura en comparación con la dieta promedio”, lo que compensaría la ganancia.

En cualquier caso, explica Behrens, “si las dietas recomendadas se aplicaran uniformemente en todos los países, habría una reducción general del daño ambiental”.

Los investigadores consideran que la inclusión de factores de sostenibilidad en las recomendaciones dietéticas es algo fundamental de cara al futuro, pese a que solo cuatro de los países analizados los hacen, y plantean que su investigación puede proporcionar “una base para optimizar aún más las dietas recomendadas”.

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