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Así será el día a día con la nueva ley del aborto: diez casos personales

Mujer en sombra. \ Bernardo Bolaños

Patricia Rafael

Si finalmente entra en vigor el anteproyecto de Ley para la Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujeres Embarazadas, las mujeres que quieran abortar en España se encontrarán con grandes dificultades para hacerlo. Si con la ley actual de plazos, aprobada en 2010, las que quieren interrumpir de forma voluntaria su embarazo dentro de las primeras 14 semanas de gestación -el 89,77% de las que abortan lo hacen antes de las 12 semanas- no deben acreditar ninguna razón, con la futura reforma deberán siempre justificar con un dictamen médico que seguir con el embarazo pone en riesgo su salud mental.

A continuación explicamos cómo las mujeres podrían abortar en España de aprobarse la reforma del PP, en base a la información ténica facilitada por el Ministerio de Justicia, con casos ficcionados basados en datos y y perfiles reales.

1. Ana y sus padres

Ana tiene 16 años, vive con sus padres y se ha quedado embarazada. La noticia es un shock para sus padres, pero están de acuerdo con ella en no seguir adelante con el embarazo. Ellos deben, por ley, consentir el aborto. Van al médico de cabecera, donde la joven explica que está sometida a un fuerte estrés y ansiedad por la situación, que si sigue con el embarazo puede afectar a su salud mental. Tiene suerte. Su médico no se declara objetor de conciencia. La remite con carácter de urgencia a una consulta psiquiátrica. Este especialista deberá acreditar que efectivamente la salud mental de Ana peligra. Además, Ana y sus padres deberán buscar otro especialista médico, de un centro diferente de donde se vaya a practicar el aborto, que firme el dictamen que acredita el riesgo. Pero eso no es todo.

A continuación, Ana deberá acudir a los Servicios Sociales de su Comunidad, donde le informarán por escrito y de manera verbal, “que la vida del no nacido constituye un bien jurídico protegido por la Constitución”. Además, le explicarán las prestaciones sociales, públicas y privadas, a las que tiene derecho en caso de continuar con el embarazo y le contarán “las alternativas existentes” al aborto como la adopción. Le darán un certificado con la fecha en la que ha recibido esta información. Otro médico, ajeno al centro en el que se realizará el aborto, deberá explicarle “los riesgos que la interrupción voluntaria del embarazo puede conllevar para la salud de la mujer y para su maternidad futura”, entre otros aspectos. Es un trago muy difícil, pero tras recibir toda esta información, Ana se mantiene en su decisión de abortar. Pero todavía tendrá que esperar siete días, el periodo de reflexión al que obliga la ley. Pasado ese tiempo, Ana puede ya interrumpir su embarazo, después de firmar el consentimiento informado que requiere cualquier intervención hospitalaria.

2. Marta y su padre maltratador

Marta acaba de cumplir 17 años y acaba de enterarse que está embarazada. No quiere ese hijo. Así que acude con una amiga a los servicios sociales. Allí le dicen que si quiere abortar, además de acreditar que corre peligro su salud mental con un dictamen firmado por dos médicos, necesita el consentimiento de sus padres. Marta le cuenta al trabajador social que su padre la maltrata y tiene muchísimo miedo de contarle lo que ocurrido. Le informan que en su caso puede solicitar al Juzgado Civil de Instrucción que decida sobre su situación. Debe explicar sus “circunstancias personales”, así como “la identidad del médicos que van a realizar la intervención y de las personas interesadas en el procedimiento”. Marta también deberá incluir, en su caso, el informe médico que acredita que su salud mental corre peligro, los certificados que constatan que ha recibido la información de los servicios sociales y de los riesgos médicos de someterse a un aborto. En un plazo no mayor a 15 días el juez puede investigar toda la información que considere relevante para tomar su decisión. Él será quien diga si Marta tiene la madurez suficiente para tomar esta decisión sin el consentimiento paterno.

3. Berta lo quiere tener

Berta apenas ha cumplido 14 años y estudia Segundo de la ESO. Hace pocos meses que sale con un chico, su primer novio, y tiene seis semanas de gestación. Ella solo piensa en seguir adelante con su embarazo. Pero al contárselo a sus padres estos se oponen, creen que es muy joven para ser madre, y quieren que aborte. Ella decide presentar una solicitud de amparo al juez, quien tras escuchar a los padres y a la joven, decide darle la razón a los padres ya que como Berta tiene 14 años el magistrado debe atender “principalmente al consentimiento manifestado por los padres”. Sin embargo, podría darse el caso de que el juez considerara que la decisión de los padres “fuera contraria a la protección del interés de la mujer”, y resolviera que Berta puede seguir con su embarazo.

4. Natalia quiere una carrera

A Natalia le quedan dos años para terminar Medicina. Le sorprendió mucho su embarazo porque usaba un método anticonceptivo. Pero después de unos días de desconcierto y de una conversación con su novio ha decidido que no quiere tener al bebé. Quiere continuar con sus estudios y es una responsabilidad que no puede asumir. Acude a los servicios sociales y le dan toda la información que está obligada a recibir por ley. No le importan las ayudas que haya, ella no quiere tener un hijo. Lo de tener que esperar una semana entera la mortifica, le parece una crueldad innecesaria. La ansiedad incluso la lleva a Urgencias una noche. Son siete días eternos hasta que finalmente puede abortar. La intervención va bien, pero la recuperación tarda. Han sido muchas semanas de angustia, de sentirse presionada para cambiar su decisión.

5. Cristina, la crisis y el miedo

Cristina y su marido llegaron hace cinco años de Ecuador. Tiene 32 años y de momento las cosas no han sido fáciles. El dinero no abunda. Él está en el paro desde hace tiempo, y a ella le han reducido la jornada laboral, y por tanto su sueldo, en la empresa de limpieza donde trabaja. Ella quiere tener un hijo, pero tras una tristísima charla han decidido que la falta de recursos pesa más. Tendrán hijos cuando tengan más medios. Acuden a los servicios sociales, donde le dan toda la información social, así como la médica. Es un proceso muy doloroso. Y tarda demasiado. Su marido incluso le plantea acudir a un conocido del que le han dicho que hace abortos sin necesidad de los trámites. Ella se resiste. En los siete días de reflexión, Cristina no deja de pensar y asustarse ante las palabras del médico, que les ha explicado los riesgos que el aborto puede conllevar. Les ha dicho incluso que podría no volver a quedarse embarazada. Una amiga la anima diciéndole que es un riesgo mínimo. Finalmente le dan cita en una clínica. Por suerte cuenta con el apoyo de su pareja. Después de largas semanas el calvario ha acabado. La preocupación no.

6. Beatriz se va a Londres

Beatriz tiene 35 años, vive con su pareja desde hace tiempo y ambos tienen unos trabajos que les permiten vivir de manera holgada. Acaban de saber que ella está embarazada, pero han decidido abortar porque no quieren tener hijos. Nunca los han querido. Como pueden permitírselo, acuden directamente a una clínica privada donde les informan de los pasos a seguir, como que deben tener un dictamen médico, firmado por dos especialistas, que acredite que la salud mental de Beatriz corre peligro si sigue con el embarazo, y que también deben acudir a los servicios sociales. Beatriz no está dispuesta a que un médico diga que sus facultades mentales quedarían perjudicadas si sigue con su embarazo. Pero no tiene otra opción. No tiene ninguna posibilidad de elegir salvo alegar una enfermedad psíquica. Así que ella y su pareja optan por viajar a Londres, donde una amiga les ha concertado ya una cita en una clínica. En menos de una semana están de vuelta en España.

7. Familia numerosa

Paula tiene tres hijos, de seis, cuatro y dos años. Le encanta tener una familia numerosa. Pero se ha vuelto a quedar embarazada. Pasan unas semanas de dudas, de plantearse y replantearse el asunto. Finalmente ella y su marido deciden no tener un cuarto hijo. Está de 12 semanas cuando acude a su médico de cabecera para explicarle que seguir con el embarazo le genera un estado de ansiedad terrible. El médico le contesta que no puede ayudarla porque es objetor de conciencia ante el aborto. Paula y su marido, desconcertados, acuden a otro médico del mismo centro, que les responde lo mismo. La desesperación crece. Y entre tantos intentos, las ausencias de ambos en el trabajo empiezan a generar problemas. No lo han contado por miedo a la presión de los demás. Finalmente, un tercer sanitario les deriva a la consulta de psiquiatría y les hace el favor de llamar para que la atiendan cuanto antes. Pero la mala suerte hace que den con una especialista que se niega a emitir el informe médico. Teme que el certificar riesgo psíquico en una mujer que es felizmente madre pueda acabar en una demanda de algún grupo de los denominados provida. Desesperados y ya con varias semanas de gestación, deciden concertar y pagar una cita en un centro privado para lograr el dictamen médico. Respiran aliviados al saber que los trabajadores sociales de la red pública no pueden acogerse a la objeción. Finalmente Paula puede interrumpir su embarazo, ya con 18 semanas de gestación.

8. Irene y su doble drama

Irene, de 34 años, sufre un doble drama y no puede compartirlo con nadie. No fue capaz de contar ni siquiera a su familia que fue violada por un chico que había conocido en una discoteca. No lo denunció. Y ahora sabe que está embarazada de 10 semanas. Bajo ningún concepto quiere tener el bebé. En el hospital le explican que debe acreditar la violación con una denuncia -un requisito indispensable en caso de violación- y que debe acudir a los Servicios Sociales para que le informen de todo el proceso. La cita se retrasa y tiene miedo que pase el plazo máximo de 12 semanas en los que el aborto es legal en caso de violación. Son días de desesperación, porque además hay que contar con la obligatoria semana de reflexión hasta poder interrumpir su embarazo a tiempo.

9. Martina y el dilema

Martina y su marido quieren desde hace tiempo tener un hijo. Por fin ella se ha quedado embarazada y todo transcurre bien hasta que su ginécologo les informa de que el bebé nacerá con síndrome de Down. Está embarazada de 14 semanas, pero ambos creen que no están preparados para asumir esa responsabilidad. Deciden no tener un hijo en estas condiciones. Les dicen que necesitan un informe, firmado por dos médicos distintos, que acredite que de seguir adelante con el embarazo la salud mental de Martina está en peligro. El paso por los servicios sociales es durísimo. Allí le informan de las supuestas ayudas que tendría y de los recursos con los que cuenta la red pública (y privada) para casos de niños con esa discapacidad. Pero ellos siguen sin sentirse capaces. Y piensan en qué pasará con ese hijo si ellos mueren. Tras obtener el certificado de haber recibido la información médica y con el dictamen médico en la mano, Martina finalmente puede abortar.

10. Pilar y el peor diagnóstico

Pilar está ya en la 22 semana de embarazo. Ella y su pareja esperan impacientes la llegada de su segunda hija. Pero en la última visita a su ginecólogo les han dado una mala noticia: el feto tiene anencefalia, un anomalía muy grave. Los médicos le han dicho que morirá al poco de nacer. Ante esta situación y por mucho que la pareja quiera tener a su hijo, no quieren llevar el embarazo hasta el final sabiendo que el niño mórirá enseguida. Les explican que un médico debe acreditar esta “anomalía” del feto y que además otro especialista debe certificar que esa “anomalía incompatible con la vida” supone un grave peligro para la salud psíquica de Pilar. Al dolor de conocer el peor diagnóstico para su bebé se suma un peregrinar por especialistas y psiquiatras que conviertan su caso en apto para someterse a una interrupción del embarazo.

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