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Cómo es la “crianza con apego” que practica Carolina Bescansa con su bebé

Madres hacen una "tetada" protesta para que las dejen dar el pecho en el Museo Picasso de Málaga

Marta Borraz

Ha adquirido varios nombres en los últimos años, pero quizá el más extendido es el de crianza con apego. Así lo llamó la diputada de Podemos, Carolina Bescansa, cuando fue preguntada este miércoles sobre el polémico gesto de acudir con su bebé al Congreso en la primera sesión de la nueva legislatura. Poco a poco el término, acuñado por el pediatra William Sears, ha ido calando en la sociedad hasta convertirse en algo que enfrenta a pediatras, psicólogos y educadores en su difícil intento de encontrar una fórmula objetiva y definitiva sobre la crianza.

El cuidado con apego se basa en la teoría homónima formulada por el psiquiatra John Bowlby en 1969 basada en que construir un fuerte vínculo emocional entre los padres y el niño durante la infancia proporciona un desarrollo emocional futuro sano y seguro. En la práctica supone atender las necesidades del bebé y dejar que él las demande y marque los ritmos. “No le enseño a comer lo que yo quiero, si no que dejo que él decida y si no le gusta algo, le doy a probar otra cosa”, explica Cristina Yebra, madre de dos niños e integrante de la organización La Liga de la Leche, dedicada a la promoción de la lactancia materna.

Los grupos partidarios de este modelo insisten en que no es un grupo homogéneo y muchos recelan del nombre. “Todo el mundo cría con apego”, dicen. No existen reglas inquebrantables, pero sí una serie de principios que han cristalizado en determinadas formas de crianza más o menos unánimes. Algunas muy polémicas como la lactancia prolongada, el pecho a demanda o el colecho. 

Lactancia a demanda y prolongada

El pecho a demanda es amamantar al crío sin horarios ni un tiempo prefijado de duración. Es decir, hacerlo cuando el bebé lo solicite. Algo que, según la teoría del apego, es positivo mantener “hasta que el bebé y la mamá quieran”, sostiene Yebra. Sin embargo, insiste en que “la lactancia no es imprescindible para criar con apego”. Lo cierto es que muchas de las mujeres que apuestan por ello lo hacen, pero Bescansa, por ejemplo, afirmó que su bebé todavía no “se ha enganchado al biberón”.

Lactancia sí o lactancia no es uno de los temas más controvertidos sobre la maternidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia exclusivamente materna hasta los seis meses de vida e ir introduciendo alimentos “hasta los dos años o más”. Consejos que también ha asumido la Asociación Española de Pediatría. Cristina Yebra, por ejemplo, siguió amamantando a su hija hasta los tres años.

Contra la recomendación se muestra el pediatra José María González Cano, autor del polémico libro 'Víctimas de la lactancia materna'. En él sugiere el destete total o parcial a partir de los cuatro meses, aunque la controversia se desató por vincular la lactancia más allá de los primeros meses con algunas enfermedades infantiles. Esto provocó una enorme indignación e incluso su hospital se desmarcó de sus declaraciones. González Cano denuncia la presión que, en su opinión, están llevando a cabo los llamados grupos 'lactivistas', que convierten “en víctimas a muchas madres”. 

 

¿Presión contra las madres?

En esta línea se expresa la activista feminista Beatriz Gimeno, que está preparando un libro sobre el tema y denuncia “una especie de fundamentalismo lactante”. En su opinión, “hay muchas mujeres que sufren por la presión y que han caído en una dinámica de que, cueste lo que cueste y duela lo que duela, deben amamantar”. En este artículo, publicado en la revista Pikara, cuenta su propia experiencia sobre la presión que sintió en el hospital al dar a luz a su hijo para que le diera de mamar, a pesar de que le resultaba desagradable y doloroso.

El equilibrio en la polarización del debate quizás lo represente la psiquiatra y 'lactivista' Ibone Olza, que en 2013 publicó el libro “El pecho no es lo mejor”. En él, por medio de la autocrítica, apuesta por matizar el mensaje que lanzan las que promueven la lactancia. “Me preocupa que la defensa de la lactancia materna pueda hacer que las madres que no han dado el pecho se sientan mal, culpabilizadas o angustiadas por la salud de sus hijos e hijas. Decir que el pecho es lo mejor es señalar o culpabilizar de alguna forma a las madres que no optan por el amamantamiento”, sostiene.

También opina lo mismo la ginecóloga y miembro de la Federación de Planificación Familiar Estatal, Isabel Serrano, que no duda “de los beneficios de la lactancia materna para el bebé y la madre”. Sin embargo, se posiciona contra “la culpabilización de las que optan por otra alimentación; la salud no se perjudica por la lactancia artificial adecuada”. A la ginecóloga le preocupa que el debate se centre únicamente en el papel de las mujeres y apuesta por que “la sociedad se implique en no obstaculizar la lactancia en trabajos o espacios públicos”.

Colecho

El colecho se produce cuando progenitores y niños o niñas duermen en la misma cama hasta que los menores deciden hacerlo en su propia habitación o cuando son colocados en cunas cercanas. El principal beneficio, apunta Yebra, que duerme junto a su pareja con su hijo de dos años, es que “permite atender al bebé muy rápidamente”. También identifica como ventajas “que el bebé tiene el pecho de su madre cerca siempre que lo necesite” y “el descanso de la madre es, muchas veces mayor, porque no tiene que levantase tantas veces”.

Desde el punto de vista de los pediatras no existe unanimidad. La revista de la Asociación Española de Pediatría acogió en sus páginas dos artículos de grupos de pediatras exponiendo una postura a favor y otra en contra. Los que apostaban por incentivar el colecho entendían como uno de los argumentos la facilidad para mamar, siempre que se ejerza un colecho seguro. Los que no, esgrimían como motivo el riesgo para la seguridad del bebé. También es un argumento recurrente el de que favorece el desarrollo de personalidades dependientes. 

Mujer presionada o libre

Otros de los principios de la crianza natural es el de favorece el contacto (llevar al bebé en brazos o en portabebés es otra de sus pautas) con los progenitores el mayor tiempo posible, sobre todo con la madre. Es ahí donde arrecian muchas de las críticas de algunos grupos feministas al considerar que este modelo es una forma de conducir de nuevo a la mujer al hogar y al papel de madre. “Creo que está creando una especie de angustia para las que no dan la talla y genera mucha frustración”, dice Gimeno.

Yebra, por el contrario, está convencida de que “el vínculo que un bebé establece con su madre nunca será el mismo que con otra persona” y la crianza con apego supone “valorar la capacidad de dar vida que la naturaleza nos ha dado a las mujeres”. Sobre si este modelo supone una intensa carga para la mujer, insiste en que “amamantar es lo único que no puede hacer el hombre, del resto también se puede encargar”. Una parte de los feminismos también defiende que, lejos de considerarse opresora, esta forma de criar puede ser elegida desde la libertad de las propias mujeres.

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