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Los niños que dijeron no al crimen en un barrio brasileño llamado desigualdad

Los niños que dijeron no al crimen en un barrio brasileño llamado desigualdad

EFE

Sao Paulo —

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De un lado apartamentos de lujo con piscina privada, en el otro, el día a día en la favela de Gustavo, Letizia y Lívia, tres de los niños que dijeron no al crimen y hoy luchan por salir adelante en uno de los barrios más desiguales de Sao Paulo.

Las calles del distrito de Vila Andrade, en la región de Morumbi, zona sur de la que es la mayor ciudad de Suramérica, están separadas por un muro invisible, el de la desigualdad.

La misma desigualdad que atraviesa de norte a sur Brasil y que algunas organizaciones internacionales han calificado de “extrema”, agravada además por la crisis económica de los dos últimos años.

En este barrio nadie sabe explicar con exactitud por qué el vecino vive en un apartamento de lujo y ellos en una situación tan precaria, especialmente los más pequeños.

Vila Andrade, donde la mitad de los domicilios están dentro de la categoría de “favela”, es el distrito de la ciudad con menos niños en guarderías y con mayor tiempo de espera para conseguir una plaza (441 días), según un informe divulgado este mes por la organización Rede Nossa Sao Paulo.

A las carencias en educación, se suma la criminalidad y el tráfico, según explica a Efe Ester Leão, gestora de la Asociación Morumbi de Integración Social (AMIS), una organización sin ánimo de lucro que desarrolla 13 proyectos en la zona y atiende a más de 2.000 personas, de las cuales 647 son niños a los que se les da la posibilidad de recibir clases de ballet, judo o violín.

“El peligro que el niño enfrenta aquí es la exposición a la criminalidad. No tiene espacio para ocio, está poco tiempo en la escuela o pasa mucho tiempo sola”, afirma Ester.

Gustavo Henrique de Jesús, de 13 años, va a las clases de judo desde hace cinco años y comenta a Efe que ya le tentaron alguna vez para vender drogas.

“Hasta atracaron a mi madre hace unas semanas cuando estaba volviendo en coche de la casa de mi abuela”, detalla.

El joven dice con total precisión que se despierta a las 06.50 de la mañana para ir por su propio pie al centro de AMIS, espacio cedido por una iglesia bautista.

Cuando termina, vuelve, ordena la casa, come con su hermano de 11 años y se marcha al colegio. Todo ese trasiego lo hace solo porque su madre trabaja por las mañanas.

“Vivir en Vila Andrade está bien, bueno un (solo) poco porque tiene mucha violencia”, reconoce Gustavo, que sueña con “ir a las Olimpiadas y tener una bicicleta”.

Una de sus compañeras, Daniele, de 14 años, ya es bicampeona brasileña en su categoría, aunque relata que no todos optaron por el mismo camino ya que conoce casos de “amigos que hoy están perdidos”.

AMIS no recibe ningún tipo de ayuda del poder público y sobrevive por el empeño de voluntarios, maestros y el apoyo de algunas empresas.

“Aquí en Vila Andrade hay tráfico y asaltos. Tenemos personas que infelizmente buscan ese camino en la región, entre ellos muchos chavales”, se lamenta Ester.

Según datos policiales, en la región de Morumbi se registraron más de 2.000 robos solo entre enero y julio de este año.

Dos veces a la semana viene al centro Letizia, de 12 años, quien primero aprendió a tocar el violín, luego se pasó a la viola y ahora está motivada con el violonchelo.

“Siempre quise participar aquí hasta que un día mi madre me matriculó”, comenta la pequeña, que también se apuntó a las clases de ballet.

Para Lívia Vitória, de 13 años, hacer ballet es una “experiencia genial” que también le sirve como terapia para la parálisis cerebral que sufre desde que nació.

“Vale la pena el esfuerzo”, asegura a Efe en su casa, adaptada con el esfuerzo de su familia para poder valerse con cierto grado de independencia.

Lívia Vitória ha pasado por varias cirugías, la última en 2014 y tras un año de fisioterapia, los médicos le recomendaron realizar alguna actividad física. En esas encontró el ballet, cuyos delicados movimientos le ayudan a mejorar el control motor de su cuerpo.

Su madre, Genusia Campos, da gracias a Dios porque ninguna de sus hijas cayó en el mundo del crimen, que, en su opinión, “aumentó bastante” en algunos puntos del barrio.

La desigualdad en Vila Andrade, como en Brasil, no es fruto de la profunda recesión económica, que solo la ha agrandado, es una lacra histórica que deja estadísticas como que en Sao Paulo el 1 % de los propietarios tiene un cuarto de todos los inmuebles registrados en la ciudad.

A pocos metros de los edificios residenciales de la zona rica Genusia reflexiona: “No lo sé ni explicar, ¿por qué no soy yo la que vive ahí? No sé cómo explicar cómo unos tienen tanto y otros tan poco”.

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