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El eterno fuego de los zoroastrianos se apaga en Pakistán

El eterno fuego de los zoroastrianos se apaga en Pakistán

EFE

Karachi —

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El fuego eterno de los zoroastrianos o parsis se apaga tras un milenio ardiendo en Pakistán, con la emigración de sus jóvenes a países más prósperos y seguros, y la baja natalidad de una antaño influyente comunidad que desaparece lentamente.

Unos 7.000 parsis vivían en Karachi tras la partición de la India y Pakistán en 1947, cuando la ciudad tenía menos de medio millón de habitantes.

Hoy suponen apenas 1.380 (la mayoría de más de 60 años) de las más de 20 millones de personas que habitan en Karachi.

Los parsis levantaron compañías, edificios, hospitales, universidades y fundaciones caritativas que les convirtieron en una influyente comunidad, pero ahora su legado se desvanece poco a poco.

Si los fieles del profeta Zoroastro (o Zaratustra) llegaron al subcontinente indio hace más de 1.000 años huyendo de la persecución religiosa en Persia, hoy emigran a países occidentales en busca de un futuro más próspero lejos de la violencia que sufre Pakistán.

En el templo Wadia Agiary levantado hace 147 años, el sacerdote Burjise Bhada ejemplifica la lenta desaparición en el país de los seguidores del zoroastrismo, una de las religiones más antiguas del mundo, fundada hace 3.700 años en el actual Irán.

“Me importaron de la India por la falta de sacerdotes parsis en Pakistán”, afirma el religioso de 37 años y procedente de Bombay, donde viven la mayoría de los 140.000 parsis que quedan en el planeta.

Cada mañana al salir el sol, Bhada oficia el rezo ante el fuego sagrado, símbolo de la divinidad y que permanece siempre encendido, vestido con el traje dagli y tocado con el sombrero topi de los sacerdotes zoroastrianos, traídos de la India porque en Karachi no se fabrican.

El indio es uno de los tres sacerdotes que quedan en los dos templos parsis de Karachi, junto con un anciano y un joven de 15 años que todavía estudia los 72 capítulos de su libro sagrado para convertirse en religioso.

El propio Bhada, casado con una joven paquistaní de la comunidad, quiere emigrar a Estados Unidos, una aspiración que ya han cumplido muchos parsis.

“Mandamos a nuestros jóvenes a estudiar a Estados Unidos, Canadá o Australia, donde la educación universitaria es mejor que aquí. O se van en busca de trabajo”, dice a Efe un miembro de la comunidad que prefiere mantenerse en el anonimato.

En el extranjero, muchos parsis se casan con personas de otras religiones. Si se trata de una mujer, esta es excluida de su fe junto con sus hijos, lo que contribuye a la baja tasa de natalidad de la comunidad.

“Si eligen a alguien de otra religión para casarse no lo podemos impedir. Es su decisión”, explica el zoroastriano en el Instituto Parsi de Karachi.

Este club exclusivo para zoroastrianos es un refugio de las caóticas y ruidosas calles de Karachi y ofrece a sus miembros una sala de billar, biblioteca, piscina y campos de fútbol y críquet.

En sus paredes cuelgan trozos de historia en forma de retratos de los augustos caballeros que levantaron las compañías, hospitales y universidades que convirtieron a los parsis en una influyente comunidad.

El primer alcalde de Karachi fue de hecho el parsi Jamshed Nusserwanji Rustomji Mehta.

Sohrab Giara, administrador de la colonia parsi Avari, donde viven la mayoría de los miembros de la comunidad tras un muro, afirma que tienen éxito económico y social porque siguen los principios éticos de su religión.

“Seguimos un camino. El camino correcto. Pensar bien, hablar bien y actuar bien. Esos son los principios de nuestra confesión”, dice Giara, de 40 años y padre de dos niños.

Giara cree que el terrorismo islámico, la violencia política y el crimen organizado que golpean Karachi hacen que muchos se vayan.

La violencia se ha cebado especialmente con las minorías religiosas y aunque los parsis no han sido objetivo de los extremistas por el bajo perfil que mantienen se sienten vulnerables.

“No hay seguridad, las leyes no se aplican, no se paga impuestos”, señala el administrador, al asegurar que “si tienes problemas no puedes acudir a la Policía”.

“Todo esta dañado, la sanidad, la educación...”, agrega.

La era de esplendor parsi se desvanece y sus huellas se van borrando de la faz de Karachi, con apenas unas pocas tiendas de té y restaurantes iraníes que dan fe de la presencia de los fieles de Zoroastro.

“¿Quien mantendrá nuestro fuego encendido cuando todos los jóvenes se vayan?”, se pregunta un anciano parsi, que prefiere no dar su nombre.

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