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La primera comunión y el último adiós se conjugan en Guatemala

Guatemala pide un respiro al tiempo para hallar a 300 desaparecidos por el alud

EFE

Guatemala —

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En la iglesia católica de Santa Catarina Pinula decenas de padres llevaron hoy a sus hijos e hijas vestidos de blanco para celebrar su primera comunión.

Una ocasión de felicidad y tradición para los creyentes católicos que, desgraciadamente, se transformó en un acto de luto.

Tres días después del alud que enterró por completo la aldea El Cambray II, de la municipalidad de Santa Catarina Pinula, en el departamento de Guatemala, 22 niños y niñas asistieron este domingo a la iglesia para recibir su segundo sacramento.

Los iban a acompañar 11 pequeños más, pero fueron víctimas de una tragedia que hasta el momento se cobró la vida de 112 personas.

Los cuerpos de socorro, los encargados de rescatar a más de un centenar de cadáveres, estiman que aún hay otras 300 personas bajo tierra.

Este domingo, en la misma iglesia donde se iba a celebrar el acto litúrgico, los protagonistas fueron el dolor y la desolación de decenas de personas.

En el mismo espacio se velaban dos cuerpos de las víctimas del alud y las niñas que hacían su comunión pasaban frente a los ataúdes con sus vestidos blancos y la mirada cabizbaja.

La pequeña Melany, de apenas 7 años, esperaba en los bancos mientras el ataúd de Jonathan Torres, de 16, salía a hombros de sus amigos y familiares entre muestras de dolor.

Con tristeza, la pequeña observaba la escena de un día que debería ser de fiesta, como es costumbre en Guatemala, y que quedará marcado en su memoria.

“Extraño a mis amigas y quisiera que estuvieran aquí”, dijo a Efe Juana, de 8 años, al agregar que estaba feliz por llevar su vestido y de conocer a Cristo.

Los niños realizaron su primera comunión y se marcharon cogidos de las manos de sus padres.

“Usualmente se hace un almuerzo en la casa con música y se celebra, pero hoy no haremos nada por respeto a los 11 niños que no pudieron venir a su primera comunión”, comentó Raúl Salazar, un padre que llevó a su hija de 7 años.

El casco urbano de Santa Catarina Pinula era una mezcla de actividad, donde los voluntarios llevaban comida al personal de rescate y los ataúdes eran cargados a hombros por los dolientes.

Soldados, socorristas y policías llenaban las calles tomando un pequeño respiro tras días de duras tareas de rescate que marcarán en adelante sus vidas.

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