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La reforma del ático de lujo de Rouco cuesta a la Iglesia más de medio millón de euros

El papa Francisco recibe en audiencia al cardenal Antonio María Rouco

Jesús Bastante

“La nueva dirección de la residencia del Cardenal Arzobispo Emérito de Madrid Emmo. y Rvdmo. Sr. D. Antonio María Rouco Varela, será: C/ Bailén, 12 8º dcha”. Con este escueto comunicado, la web del Arzobispado de Madrid confirmaba que el cardenal Antonio María Rouco Varela, seis meses después de su cese, al fin ha abandonado el palacio arzobispal. Aunque no el lujo: según ha podido confirmar eldiario.es, la reforma de la nueva residencia del purpurado ha costado más de medio millón de euros, que ha tenido que asumir el nuevo arzobispo, Carlos Osoro. Un nuevo gesto muy alejado de la “Iglesia pobre y para los pobres” que predica el papa Francisco.

El “cardenal okupa” (como le llaman, con cierto sarcasmo, los curas de la diócesis) se ha ido. Le ha costado medio año, pero Rouco Varela ha dejado la sede del Arzobispado a su sucesor. Pero se ha ido cerca, muy cerca: apenas a diez metros de la catedral de La Almudena. El lujoso ático, de 370 metros cuadrados, cuenta con seis habitaciones, dos de ellas en la zona de servicio, y cuatro cuartos de baño. La habitación principal tiene baño incorporado y vestidor.

El piso tiene también una amplia terraza con unas imponentes vistas de Madrid, y ha sido reformado recientemente. El edificio en el que se encuentra es obra, entre otros, del arquitecto Julio Cano Lasso y está situado en uno de los emplazamientos más especiales de la ciudad. La vivienda fue una donación al arzobispado. Hasta ahora vivían allí cuatro sacerdotes, profesores de la universidad de San Dámaso y pertenecientes a Comunión y Liberación, que ahora residen en un piso de la calle de Goya.

Dos monjas y un secretario

El cardenal vivirá acompañado por dos religiosas, así como un secretario sacerdote. Junto a la reforma del piso, Rouco ha adquirido un coche nuevo. En estos días, la mudanza está terminando de llevar a su nueva residencia algunos tomos de la biblioteca personal de Rouco Varela, para después proceder a pintar y reacondicionar el palacio arzobispal. Por el momento, Carlos Osoro continuará residiendo en la casa de las Hermanitas de los Pobres Desamparados, en Aravaca.

El dinero, como no podría ser de otro modo, ha salido de las arcas de la diócesis de Madrid, que después de 20 años de obras faraónicas –y sin contar el aparcado proyecto de las Vistillas– tiene una hipoteca que podría superar, según algunas fuentes, los 20 millones de euros.

Así las cosas, a Osoro le espera una difícil papeleta: la de intentar que cuadren las cuentas. No es nuevo en estas lides, pues ya tuvo que acabar con una deuda similar en la Valencia de Camps, Barberá y el despilfarro. A diferencia de la ciudad del Turia, en la capital de España no hay tanto bolsillo dispuesto a desembolsar dinero en estos tiempos de crisis.

Rouco se va, pero sin marcharse del todo. Desde su nueva atalaya intentará marcar de cerca al nuevo arzobispo de Madrid, que sin embargo poco a poco va marcando su impronta, y está a punto de designar a su equipo, que comenzará a funcionar con el nuevo curso. Osoro ya ha hecho un gesto eliminando la macromanifestación en Colón, que corría a cargo de la diócesis aunque en realidad fuera un acto copado por el Camino Neocatecumenal. El resto de recortes no serán tán fáciles de llevar a cabo.

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