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Así es la rehabilitación en prisión para agresores sexuales como 'el violador del ascensor'

El "violador del ascensor" el día de su primera detención EFE

Marta Borraz

Pedro Luis Gallego ha pasado a disposición judicial este viernes tras ser detenido por cuatro delitos de agresiones sexuales cometidos en el entorno del hospital madrileño La Paz. Arrestado cuatro años después de haber salido de prisión, tras cumplir condena por otras violaciones. El llamado “violador del ascensor” ha reabierto el debate sobre qué hacer con los agresores sexuales que no se han rehabilitado y que vuelven a cometer delitos de extrema gravedad. El Gobierno ha tomado postura y ha aprovechado el caso para defender este viernes la prisión permanente revisable tras el Consejo de Ministros.

Aunque no hay datos oficiales sobre el nivel de reinserción de este tipo de presos, los expertos consultados aseguran que la mayoría no reinciden tras salir de la cárcel frente a la concepción social “de considerar a los agresores sexuales delincuentes con alto riesgo de reincidencia y pocas probabilidades de cambio”, explica el psicólogo especializado en la aplicación de programas en prisión Óscar Herrero en el artículo ¿Por qué no reincide la mayoría de los agresores sexuales?, publicado en 2012 en el Anuario de Psicología Jurídica.

“Los estudios de seguimiento no apoyan esta idea. De hecho, tienden a reincidir menos que otros tipos delictivos y cuando reinciden lo hacen con mayor frecuencia en delitos no sexuales”, prosigue. Lo mismo piensa el Catedrático de Psicología y miembro del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia de la Universidad de Barcelona, Antonio Andrés Pueyo, que apuesta por que la intervención no se limite a los programas específicos en las cárceles sino que se extienda también a un periodo de la libertad.

La Policía ha puntualizado que no podía controlar al “violador del ascensor” porque hubiera sido ilegal. Cumplió su condena, no se podía usar su ADN para contrastar puesto que ya salió de prisión con su pena cumplida y no existía ninguna medida de vigilancia extraordinaria decretada.

Gallego salió de la cárcel en diciembre de 2013, tras ser condenado a 273 años de prisión, debido a la derogación de la Doctrina Parot. Ésta, establecida por el Tribunal Supremo en 2006, pretendía que los delincuentes condenados por graves delitos cumplieran el máximo de tiempo en prisión, pero fue derogada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya que reducía los beneficios penitenciarios perjudicando al reo. 

A lo que se refiere Pueyo con los planes específicos es a la puesta en marcha de programas como el que ya se ha instaurado en Cataluña y en el que actualmente están ocho agresores sexuales. Se trata del proyecto “Círculos”, que comenzó a aplicarse en Canadá en 1994 y que trata de que un grupo de expertos y voluntarios trate y ayude al condenado que se encuentra en las últimas fases de cumplimiento de su pena y que ha sido puesto en libertad con ciertas restricciones.

Programas voluntarios

“A algunos agresores sexuales les servirán unos programas y a otros otros, por eso es fundamental la intervención individual”, explica Rocío Gómez, psicóloga del Gabinete de Psicólogos Forenses en los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria de Madrid. La experta también afirma que la mayoría de agresores sexuales no reinciden, pero asegura que aunque los programas “deberían incidir más” en el trabajo individual “se deben contar con más recursos. No hay suficientes, ni materiales ni humanos”.

El programa específico para agresores sexuales que se aplica en España se basa en el documento penitenciario El control de la agresión sexual: Programa de Intervención en el medio penitenciario, que dura dos años y que en 2015 atendió a 396 internos que cometieron delitos de tipo sexual contra menores o mujeres. Según la estadística penitenciaria oficial en diciembre de ese año había 3.050 hombres en prisión por delitos contra la libertad sexual, que engloba violaciones, abusos y acoso sexual, exhibicionismo o prostitución de menores.

Es decir, la mayor parte de agresores sexuales no acudieron a los programas específicos, que son voluntarios “porque la eficacia de cualquier tratamiento psicológico la determina la voluntariedad”, especifica Pueyo, y que “no cuentan con tantas plazas como condenados hay”, prosigue. En opinión de Gómez, “falta un esfuerzo de motivación en las prisiones para que los presos accedan a este tipo de programas”.

La variedad del agresor sexual

Sin embargo, los expertos insisten en que la tipología de agresores sexuales es muy variada y en base a sus características debería enfocarse la intervención. “Es difícil establecer patrones, son un grupo muy heterogéneo y variado. Los que son tipo 'el violador del ascensor' no son muy frecuentes. Es la punta del iceberg que no representa al resto. El que analice a los agresores sexuales que están en prisión en base a este tipo se equivoca”, concluye Pueyo.

Partiendo de esta diversidad, apunta Gómez, debe diseñarse la intervención especializada, que Pueyo suma “a la necesidad de diseñar otro tipo de recursos comunitarios porque los programas reducen la posibilidad de reincidir, pero es algo limitado”, apunta. En esta heterogeneidad hay agresores sexuales como el “violador del ascensor”, los violadores de San Fermín o aquellos que agreden en el marco de una relación.

En algunos casos, incide Gómez, “el machismo será un elemento más determinante, en otros, menos. Este componente, como otros factores sociales y culturales, debe analizarse, pero no como algo aislado, sino en consonancia con otras variables porque las causas que llevan a alguien a cometer este tipo delitos son variadas”. Virginia Gil, integrante de la organización que trabaja con víctimas de violencia machista Aspacia asegura que la mayor parte de agresiones sexuales se dan por parte de conocidos.

Así lo corroboran los colectivos que atienden a mujeres que han sufrido violencia sexual, que hacen hincapié en que la violación por asalto –un desconocido que asalta a una mujer con grandes dosis de violencia– es menos frecuente. “Son violaciones que generan mucha alarma y que son muy graves, nunca deben banalizarse. Existe un consenso social sobre que no es aceptable una violación como esta y menos si es reincidente. Pero llama la atención cómo se normalizan otro tipo de violencias sexuales que son también muy graves” concluye Gil.

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