CRÍTICA DE CINE

Y tú, ¿por qué no lloras?

Frida, en un fotograma de la película de Carla Simón

Almudena Díaz Cañas

Santa Cruz de Tenerife —

- Película: Verano de 1993 (Estiu de 1993), 2017

- Directora y guionista: Carla Simón

- Reparto: Laia Artigas, Bruna Cusí, David Verdaguer, Paula Robles, Paula Blanco, Etna Campillo, Jordi Figueras, Dolores Fortis, Titón Frauca, Cristina Matas, Berta Pipó, Quimet Pla, Fermí Reixach

Y tú, ¿por qué no lloras? Esta es la frase que marca el principio y la esencia de esta maravillosa historia intimista que es Verano de 1993. De la imposibilidad de llorar de la protagonista tras la muerte de su madre, cuando ella contaba solo con seis años, y sobre su proceso de duelo, trata la ópera prima de Carla Simón, que relata esta trágica experiencia desde los ojos y los sentimientos de Frida, su protagonista.

Que sí, que hay que verla. Que el éxito de las críticas y su galardones en el Festival de Berlín como Mejor Ópera Prima y en el Festival de Málaga con la Biznaga de Oro y el Premio Feroz de la Crítica, son más que merecidos. Es una película intimista, delicada a la vez que cruel en ciertos momentos y muy, muy real y cautivadora.

Verano de 1993 es la primera película de su directora y también guionista Carla Simón. La realizadora catalana relata en esta cinta su propia experiencia, su dolor tan grande y tan incontrolable que no le permitió llorar el día que su madre murió. Y desde esa culpa, desde ese sentimiento de erróneo desapego hacia el ser más querido para ella, arranca el verano de Frida.

La cinta detalla cómo con seis años Frida, al perder a su madre y tres años antes a su padre, los dos por el sida, se marcha a vivir con sus tíos, dejando su Barcelona natal para irse a un pueblecito cerca de los Pirineos. Desde la visión de la niña, Simón nos muestra con gran ternura los procesos de duelo que sufre Frida, su rabia, su esperanza, su incomprensión, su necesidad de cariño y, cómo no, su impertinencia y lado oscuro.

Con cámara al hombro y en constantes primeros planos, se van tejiendo los verdaderos sentimientos de Frida, interpretada por una espléndida debutante Laia Artigas, que, sobre todo con sus miradas, consigue transmitir todas las sensaciones que sufre a lo largo de ese intenso verano de 1993. Y junto a ella su desde ese momento nueva hermana, antes prima, Paula Robles, que parece que no interpreta, que simplemente está viviendo todo lo que está sucediendo a su alrededor. Sus conversaciones, su complicidad y su relación amor-odio son el punto básico de esta sencilla y conmovedora cinta. Y si ellas transmiten sencillez y naturalidad, pasa lo mismo con los nuevos padres, antes tíos, interpretados por una casi desconocida Bruna Cusí y por David Verdaguer (No culpes al karma de lo que te pasa por ser gilipollas, Requisitos para ser una persona normal), que irradian vida real por todas partes.

Carla Simón no solo dirige a la perfección a los actores, tanto niños como adultos, sino que ha escrito un guión sincero y nada pomposo que va creciendo cada minuto en intensidad y realismo hasta llegar al final, una escena íntima y estremecedora que hace que el corazón se te arrugue y, en el caso de muchos, nos salga una lágrima llena de ternura.

La directora catalana trata como quien no quiere la cosa, como quien lo hace por casualidad, pero sabiendo darle la importancia y el tono necesario, no solo la muerte de una madre para una niña de seis años sino asuntos como la enfermedad del sida, su desconocimiento en los años noventa y los sentimientos de estos segundos padres que también han sufrido una pérdida muy importante pero que no han podido ni pararse a pensar en ello con la llegada de Frida, a la que acogen y quieren sin ningún rastro de titubeo ni vacilación, sino a corazón abierto.

Son pinceladas de lo que vivió y recuerda Simón de ese verano, pinceladas que están llenos de apuntes y matices que impregnan y perfilan esta pequeña obra maestra. Imprescindible.

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